Estacioné el automóvil en su plaza correspondiente; numerada 17. Subí hasta mi planta. Nada más abiertas las puertas, con gran pereza conseguí sacar mis pesados pies en dirección a la puerta de entrada. Aun pareciendo mentira, los tacones de diez centímetros que llevaba puestos, estaban agujereando mis plantas, metafóricamente hablando claro.
Por un vez en tanto tiempo, el sofoco se apoderaba de mi poco a poco. El pensar en aquel hombre, besándome posesivamente me ponía los pelos de punta, y más siendo un desconocido. Con una enorme torpeza, conseguí sacar las llaves del bolso y colocando la adecuada en la cerradura, abrí la puerta sin fuerza.
––He tenido un día bastante largo, la verdad que ––esos ojos traspasaron lo más profundo de mi pecho, todo se detuvo, todo color se volvió gris y blanco, dejé de respirar. Tragué saliva, pestañeé incontables veces, hasta poder recomponer la compostura.––¿Qué...qué hace él aquí?
Vi como Cristal se levantaba del sillón con ambas manos entrelazadas. Se dirigió a mi intranquila con los ojos llorosos, entonces comprendí que algo pasaba.
––Lo siento cariño, no sabía que lo habías pasado tan mal.––Un reconfortante abrazo calmó todo tipo de estrés e hizo que mis venas dejaran de latir.
Mis ojos totalmente abiertos, secos, adoloridos, mi mente perpleja, con miles de pensamientos circulando, estaba inactiva, por un instante me había convertido en un vegetal, no sentía ni respiraba.
––¿De qué estás hablando, mamá?––Cuestioné, mientras pequeños chispazos se prolongaban por todo mi ser.
––Ya lo sabes Anna, el por que te separaste de Ian.––Fijó su desemejante mirada justo en la mía. El odio se manifestó de tal manera, que culminó a la tristeza echándola del lugar.
––¿Pero qué le has contado?––Dirigí toda mi atención para él.––¿No le habrás contado la verdad, no?––Aparté a mi madre de mi lado, con seguridad me acerque hasta él.––Ian dime lo que me has contado.––Grité, estaba furiosa e histérica. No iba a permitir que este ser entrase de nuevo en mi vida y más contarle una de sus mentiras a mi madre.
––Annabella, hija tranquilízate.––Susurró mi madre.
––Dime que le has contado Ian.––Sabía que estaba alzando la voz más de lo normal y que posiblemente las chafarderas de mi escalera ya estaban pegadas a la puerta escuchando como locas.
Mantenía un recato serio, frío como de costumbre o eso quería aparentar delante de todo el mundo.
––Le he contado la verdad.––Bajo su vista.––Todo lo que ha sucedido entre nosotros y el por que.
Todo esto parecía una broma. Él que hacía aquí verdaderamente, que quería de mi, de nosotras, que pretendía sacar de todo esto, ¿lastima por él?
La situación era básicamente crítica. Me encontraba entre la espada y la pared. No podía perder los estribos en estas circunstancias, no era opcional.
––Ya se que abortaste, cariño.––Solloza Cristal desde la otra punta del piso, con ambas manos en su rostro tapando sus lagrimas.
––¿Qué?––El estado de shock me paralizo por completo.––¿De verdad crees que me aleje de este hombre por eso?––Interrogué.––¿En serio has venido hasta aquí para contar otra de tus historias?––Le señale, dispuesta a ser respondida.
––Esa es la razón y tu misma lo sabes Anna.–– Apartó con desgana aquel dedo y se acercó a mi.––Nunca pensé que serias capaz de eso, pero sí y me dolió en el alma.
Toda esta escena era irreal. ¿En que dimensión está pasando esto?¿De verdad me estaba ocurriendo esto a mi?, no entendía nada de nada.
––¡¿Cómo eres capaz de venir a mi casa, a la casa de mi madre a contarle sandeces y simples mentiras inventadas por ti?!––Apreté ambas manos formando un puño.––¡¿Cómo eres capaz de seguir destrozandome la vida vaya donde vaya?!––Sin pensarlo empecé a asistirle golpes, impactos fuertes, captados por toda la energía de mi cuerpo.
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ENCAJES DE PERFECCIÓN|EN EDICIÓN|
RomancePara Annabella Bowman, una modista del siglo XXI huir del pasado no se le hace para nada fácil. La gran herida que ha dejado la muerte de su padre ha sido tan grande que no cree poder sobrevivir. Volviendo a su antigua casa, a su antigua ciudad, dec...