Capítulo X

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Asentí intentando mantenerme indiferente, pero aquellos dos azulejos ojos se mantenían clavados en mi, como si intentase averiguar el por qué de mis reacciones.
Tragué saliva, calme mi respiración y exhalé. Aun mantenía aquellos recuerdos a flor de piel y cualquier gesto o palabra me llevaba de lleno al pasado, obligando a recordar los dolorosos momentos.

Vi como iba a decir algo, justo cuando el camarero nos interrumpió. Agradecí que apareciera, ya que seguro me iba a preguntar por mi estado y mi recuperación.
Nada más servirnos nuestros correspondientes platos, el muchacho nos sonrío y se marchó, quedando de nuevo nosotros dos solos en aquella majestuosa sala.

—¿Seguro qué te encuentras bien?— Volvió a cuestionarme.

—Si.— Respondí frívola. Jamás pensé que mi voz podía tornarse tan profunda y hueca.

Su entrecejo se mantuvo apretado. Sin dejar de mirarme, comenzamos a degustar la comida. Aun tenía una raspada en el labio, así que me costó algo comer.

Mi movil sonó, los nervios empezaron ha esparcirse por todo mi cuerpo. Creí divisar como mis extremidades tiritaban al agarrarlo.

Llamada perdida de Ian.

Al leer aquello, mi corazón bombeó de manera descomunal, creí que se me iba a salir por la boca.
De nuevo volvió a sonar. Quedé embobada mirando la pantalla, planteándome de verdad si cogerlo o no. Tenía miedo, dentro de lo que cabe, Ian me había echo pedazos la ultima vez que me vio.—¿Y si volvía y me obligaba a irme con él de nuevo?— Pensé algo dudosa. A lo mejor debía contestar y echarle de una vez por todas de mi vida.

—Anna, ¿qué ocurre?

No contesté. La saliva se había acumulado en mi boca, mi pecho subía y bajaba con constancia mientras cogía pequeñas oleadas de oxígeno.

—Dios mío, Anna estas sufriendo un ataque de ansiedad.— Exclamó incorporándose con rapidez y acuclillándose a mi lado.—Respira, tranquila, estoy contigo.—Me agarró una mano, presionándola con fuerza, intenté mantener mi compostura.

—De-Derek.—Balbuceé, acercándole el movil.—E-es él.

Agarró el teléfono con violencia y vio el registro de llamadas perdidas. Entonces fue cuando volvió a sonar y lo descolgó al momento.

—Como vuelvas a llamarla, te juro que te mataré con mis propias manos.— Su voz, ahora robusta me asustó.— Ni se te ocurra amenazarme Ian. No te la merecías sucio desgraciado. Eres un enfermo mental.—¿Lo conocía? ¿Cómo sabía su nombre?— No te vuelvas a acercar a Anna, ¿me oyes? Me encargaré personalmente de protegerla.— Colgó estampando el teléfono contra la mesa. Sus iris habían oscurecido, sus nudillos se encontraban blancos.

Aun mantenía agitada la respiración, pero al escuchar que él me protegería por alguna extraña razón me alivie.
Giró su cabeza para mirarme directamente a los ojos. Su faz cambió, se volvió serena y calmada.

—Todo solucionado. Ese mal nacido no te volverá a molestar.—Me sonrió sin mostrar su dientes e intente calmarme.—Ahora, respira por favor.— Así hice. Seguí sus instrucciones hasta tranquilizarme por completo.—Bien ahora que te has calmado, te vuelvo a repetir: Ponle una denuncia.

—No, no puedo.— Mi cuerpo aun seguía tiritando del pavor.

—Joder—rebufó— Anna, tienes que denunciarlo. Te ha pegado y humillado, no puedes seguir así.

Aunque sabía que tenía razón, yo aun no estaba preparada para dar aquel salto tan grande. Si lo hago, ¿qué garantías tenía de que lo encerrasen? Y si salía estaba segura de que volvería de nuevo, pero estaba vez para acabar lo que no terminó.

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