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Capitulo 02: "Kim NamJoon".

YoonGi se quejó en voz baja, claramente molesto y harto de todo el asunto. JungKook simplemente lo miró sobre su hombro sin emitir sonido alguna que pudiera molestarlo, temía aún por su vida incluso sabiendo que no podría hacerle nada, él era una parte importante de la misión. Sonrió para sí mismo. Emocionado y curioso, el criminal lo despertó tan rápido como el alba se asomó tímidamente sobre las montañas del Este, diciéndole con voz dura que se levantara. Mirándole con esos ojos juzgadores, mientras hacia bailar una pequeña cuchara de metal dentro de una taza con restos de su café.  

Así que allí se encontraban, entre el mar de personas acumuladas en el mercado. YoonGi no le dijo mucho, solo que irían por un par de cosas indispensables. Él no cuestionó nada.

El criminal caminó, abriéndose paso entre el bullicio irritante e incesante, sin siquiera importarle si el cazador lo seguía por detrás. Lo sabía, JungKook lo seguía. Así era él.
Se dirija a cierto lugar ilegal, donde un viejo amigo le debía un favor que él con gusto le haría cobrar con su grata visita. El ex-militar que JungKook mencionó brevemente la noche anterior despertó su incontrolable curiosidad, algo no muy bueno sabiendo lo que ese sentimiento—que no sabía manejar—podría causar.

Se detuvo en una tienda. A pesar de los años se mantenía igual que siempre, con su desgastado cartel colgante en su puerta, escrito con una caligrafía desordenada y caótica, un poco exótica sumando sus peculiares dibujos que aún seguía sin entender. "El Lilio" era una tienda de antigüedades desechables que nadie deseaba conservar e iban a parar en uno de sus tantos estantes. Ambos entraron tan pronto como pudieron, haciendo sonar levemente la campanita. Al instante apareció un joven sonriente, dándoles una cortez bienvenida a su establecimiento.

YoonGi y JungKook se acercaron al mostrador de vidrio sucio. El cazador echó una mirada circular, nunca había visto tanta basura acumulada siendo expuesta como algo vendible.

—L'art est un meurtre déguisé en passion—dijo YoonGi, en un perfecto francés.

JungKook no entendió lo que dijo, sin embargo al ver como el joven asentía para luego desaparecer en un pasillo siendo seguido del criminal, comprendió. Era una frase de engaño.  

Caminaron por un largo pasillo angosto, repleto de estantes desbordados en desechos antiguos y polvorientos, algo angustiante, completamente desordenado. Sin embargo, tan pronto como abandonaron ese pasillo de tortura, llegaron a una biblioteca, tan llena de libros bañados en polvo y mugre que no lograban distinguirse del todo. El joven tomó un libro, lo jaló y una puerta entre los libros se abrió. Cliché. 

Se adentraron a un cuarto completamente oscuro con un extraño aroma. Una luz se prendió, no obstante no obtuvieron una visión perfecta del cuarto. YoonGi caminó entre la oscuridad sin problemas. JungKook sospechó que sabía hacia donde ir de antemano. Él había estado allí antes, pensó. Y supo que acertó cuando lo vio abrir otro pasadizo secreto que los conducía a unas escaleras. Bajaron con total cuidado. 

Otro cuarto totalmente iluminado los recibió. Allí dentro se encontraba un señor de la tercera edad sentado frente de un escritorio repleto de papeles desordenados. YoonGi se dirigió a paso lento hacia el señor, parándose frente él desde el otro lado del escritorio de madera vieja. Tosió falsamente. El hombre levantó la vista y el criminal sonrió de lado.

—Señor Artie, es un gusto verlo luego de tanto tiempo—saludó YoonGi.

—¿Min YoonGi...?—murmuró retirando sus lentes negros, frunciendo el ceño a la vez que se levantaba de su silla. Su rostro no expresaba demasiado.

Siete de Diamantes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora