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Capitulo 12: Kim SeokJin.



YoonGi reafirmó su dedo en el gatillo lentamente bajo la mirada alarmada del desconocido y señaló con su barbilla el escudo real.

Necesitaba respuestas.

—Explica eso antes que decida matarte—dijo. Su voz sonó más gruesa, más sombría, y NamJoon perdió la concentración un segundo debido al cambio de tonada.

El chico asintió, temblando; no sabía si se debía al frío inminente de la helada nocturna o el hecho de estar siendo amenazado con un arma. Podrían ser las dos, aunque Min se inclinaba más por la segunda opción, a, claro está, su favor.
El chico, con el cabello cubierto de copos de nieve y tierra en las mejillas, parpadeo tratando de disimular las lagrimas. YoonGi casi, casi, quiso sentir pena por él.

—Me llamo Kim SeokJin—comenzó diciendo; la voz le temblaba ligeramente y no lograba mantener las manos quietas—. Y soy el hijo bastardo del Rey. Por eso la ropa real.

YoonGi estaba seguro de una cosa: esperaba de todo menos aquella confesión. La primera hipótesis que llegó a su mente fue que era parte del ejercito de Lynios —aunque no vestía precisamente como soldado— o, como mucho, miembro de la junta real. Aunque Lynios seguía siendo un Reino desconocido y su sociedad incierta, por lo que esperar similitudes entre su Reino y el contrario era algo bastante tonto. Sobretodo, después de tal división años atrás.
Miró con desconfianza al hombre y, sin bajar el arma, se acercó a él, lentamente. Se oía su pisar sobre la nieve y la respiración agitada de Kim SeokJin, y cuando llegó a él, contuvo la respiración. Se miraron fijamente, fueron unos segundos que parecieron eternos bajo la tensa atmósfera que los rodeaba y causaba la sensación de asfixia. 

YoonGi no dijo nada y, sabiendo que aquél chico no presentaba amenaza alguna, se apartó hacia atrás, dos pasos y se giró hacia NamJoon. Señaló con un movimiento sutil de cabeza a la visita inesperada y bajó su arma. Dio la vuelta y, como si no le importara nada en el mundo, se marchó.

El militar murmuró algo entre dientes y se acercó al bastardo. La distancia entre ellos era corta, casi inexistente, NamJoon observaba sus ojos como si quisiera descubrir qué escondían bajo aquellas lagrimas contenidas con recelo. SeokJin, incapaz de dejarse vencer ante otro hombre y tratando de mostrar, inútilmente dada su situación, orgullo, no apartó la vista, incluso si una lagrima silenciosa rodó en su mejilla. El militar siguió con la mirada el movimiento casi hipnótico y se detuvo en sus labios, donde el liquido rompió su forma y mojó los belfos. Volvió la vista al profundo iris miel.

Parpadeo, volviendo en sí.

Se colocó detrás de él como un depredador y tomó sus manos con fuerza. Forzando su agarre, lo obligó a caminar de regreso a su improvisado campamento en medio de la nada. El trayecto fue silencioso, y NamJoon estuvo complacido con tal sumisión. Estar rodeado de criminales y sus caracteres de mierda era agotador, ya no era un líder y no podría decir una sola palabra en queja sin encontrarse a sí mismo con la garganta cortado y ahogándose en su propia sangre. Así que la sumisión era muy bien recibida.

Cinco personas los esperaban impacientemente. Algo expectantes ante la nueva adquisición, como lo había llamado Min tan pronto les comentó lo ocurrido, y deseosos de saber más. De encontrar respuestas.

—No habías dicho que era caliente—comentó JiMin, muy en voz baja, casi como si temiera la reacción de YoonGi. Aunque sonreía, así que era sencillo adivinar que provocar intencionalmente a Min era de su satisfacción.

—Ni que le quedaba tan bien ese traje—dijo Jeon, a un lado del rubio. SeokJin lo miró, confundido ante los nuevos individuos y sus comportamientos. JungKook le guiñó un ojo y le sonrió en grande.

Siete de Diamantes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora