Capítulo 32: A solo un paso (3)

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El golpe que proporciona sobre el 'demonio' de iris carmín provoca una onda de choque que repele a su contrincante. El Han'yō invoca su espada que brilla sobre la tierra y recae en sus manos, blande su arma contra la primera luna superior; sin embargo, cuando pone un paso fuera de su lar, un charco de líquido negro explota sobre su tráquea. Los pálidos labios se cubren de negro.

Solo un golpe es suficiente para partir la katana del 'demonio' de seis ojos y ágilmente maniobra su espada para amputar su mano derecha, lo golpea con su geta antes de girar sobre su eje para detener el ataque del primer humano transformado en 'demonio', el líquido negro comienza a correr por su sistema y los ojos sangran en el ónix que se cierne sobre ellos.

La maldición se ha activado, aquella que lo mantenía dentro de su lar.

El Han'yō rebate el arte de demonio de Muzan Kibutsuji, mientras lo hace retroceder; sin embargo, a cada paso que da y cada minúsculo movimiento de su muñeca, siente todo su mundo girar en plena catástrofe. Siente vértigo y está mareado. Su visión es solo un conjunto de luces opacas, sus oídos comienzan a doler ante el ensordecedor moviendo del viento y el hierro chocando, son ruidos que perforan sus tímpanos y sacuden violentamente su estabilidad. Cierra los ojos cuando las pequeñas luces se apagan y todo se transforma en un profundo negro. Más líquido negro llena su boca en una pesada carga, su garganta es carne cruda que está constantemente regenerandose y su nariz gotea el líquido incesante.

Está luchando contra dos 'demonios', aquellos que ni siquiera podrían hacerle un rasguño. Sin embargo, ahora debe utilizar gran parte de su fuerza para contrarrestar los ataques que, aún en su condición, no logran tocarlo. Solo han pasado unos segundos, pero el Han'yō no está seguro de nada.

Ha perdido toda sensibilidad de su entorno, no puede ver, no puede oír y a penas puede respirar con la constante desprendimiento del líquido inacabable, no puede sentir las brisas que antes removian su melena. Incluso su mente se siente ajeno, como si no fuera parte de él, pero 'El Elegido por la Deidad' no requiere de sus inmundos sentidos para saber que debe hacer, incluso si su mente y cuerpo se encuentran en agonía, nunca deja de empuñar su espada. Porque parte de su alma se ha fusionado con la naturaleza y se aferra a ella como su única oportunidad.

El rechinar de las armas y el hedor a sangre demoniaca que se difuminan contra el aire queman en sus pulmones y no puede respirar por su congestionada nariz. La viscosidad negruzca se ha plagado en todos sus órganos y sus oídos ahora sienten todo como si estuviera debajo del agua, tan lejana y pequeña, como si cada pequeño respirar errante fuera inexistente.

Bajo esas condiciones cualquiera pensaría que con su apariencia funesta a perdido toda compostura y se asemeja a un animal, no obstante, dicha suposición no podía estar más errada. El Han'yō sigue siendo elegante, desprovisto de todo, aún mantiene la frente en alto con su noble porte, sus labios aunque estén entreabiertos para respirar mientras riachuelos de sombrío color siguen cayendo siguen siendo delicados. Muy distinto a aquellos 'demonios' de miembros amputados que apenas pueden seguir su ritmo.

"¡Hanyou!" la voz es tenue para él porque el chirrido de su espada, las respiraciones y maldiciones son lo único que capta con certeza. Por un instante había olvidado la razón de su pelea.

Recobrar solo un poco la función de sus pensamientos le provoca fatiga, no puede respirar, todo es negro y la empuñadura de su arma se ha vuelto feroz. Intenta usar su magia, en realidad, lo ha intentado desde el inicio, pero parece haber sido drenado de toda habilidad.

El Han'yō sigue siendo veloz, ágil y fuerte, pero sus ojos cerrados e inexpresividad lo hacen ver como una marioneta que blande su arma de forma impecable. Su rostro blanco cual luna plateada ha obtenido riachuelos negros, su inmaculada yukata se encuentra sucia por el color lóbrego que exuda; incluso con todo eso, él sigue siendo un lirio.

Oculto | Kimetsu no YaibaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora