Capítulo catorce: Un Nuevo Hogar

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—Creo que podría esperar un poco, sí.

—Sígueme entonces ttebayo.

El joven caminó de vuelta y se dirigieron a las afueras de la aldea, Hinata realmente no entendía hacia donde iban, él parecía seguro así que continuó a su lado. Entrados unos árboles y estando ellos solos.

—Tienes razón Hinata.

— ¿Sobre qué?

—Lo que hablamos antes, definitivamente no creo que deba vivir por la diversión próxima, ya sé que las recompensas tienden a esperar, a veces demasiado. Pero sobre todo, me encantó cómo tú me tomaste en serio, últimamente no sé qué pienso, y sobre todo, siento, quizá por esto te parezco un idiota.

—No te conviertes en idiota por no creer lo mismo que yo, solamente era mi opinión Naruto-kun.

—Exacto, pero me hiciste sentir que era la correcta forma de verlo. Tú eres capaz de eso, transmitir directamente lo que sientes, y no me tomes a mal, me gusta.

Ahí estaba su rubio, aquel que ahora la empujaba sobre lo desconocido, pero sentía sus buenas intenciones burbujeando, esto le dio un nuevo respiro, antes se había preocupado por nada.

—No tenía idea... —dijo con voz baja.

Habían caminado unos cuantos minutos, pero se escuchaba alguna música tenue, quizá algunos niños gritando, esos asientos sobresaliendo sobre las copas de árboles en una estructura circular, era inconfundible, él únicamente sonrió.

— ¿Te das cuenta hacia dónde vamos?

—Creo que sí...

—Hace unos días supe que estaba aquí, pero no había nadie con quien venir ¿no te molesta cierto?

—Ya estamos aquí ¿no? ¿qué podemos hacer? —respondió con una jovial sonrisa.

Esta feria los iba a entretener, al llegar se toparon con unos puestos para obtener peluches, había vasos acomodados, dianas, unos globos adheridos a la pared, bota, acierta, destruye, respectivamente, de cualquier forma obtienes tu premio.

—Vi que le pusiste un ojo al blanco de allá —clamó Naruto, señalando un peluche de al menos la mitad de la estatura de ellos.

—NO... Es muy grande, me gustaría uno más pequeño.

—Cómo lo ordenes Hinata-chan.

Desafortunadamente él no fue tan bueno sosteniendo este compromiso, falló cada vez que intentó, botar, acertar o destruir los objetivos, no alcanzó ni para uno pequeño.

— ¿No tienes ganas de comer algo?

—Sí... —respondió entristecido.

El joven comía unas bolitas suaves de malvavisco repletas de chocolate, viendo a su amiga.

—Lo siento Hinata.

—No te preocupes por un peluche Naruto-kun, te dejo la oportunidad de conseguirme algo más —dijo mientras le guiño.

—De acuerdo ttebayo, eres tan dulce...

— ¿Qué?

—Estas cosas de chocolate son muy deliciosas dattebayo.

Había una edificación con telarañas y fantasmas colgando, unos uniformados afuera te invitaban.

— ¿Me creerías que mientras estaba en el hospital de la aldea hice una amiga fantasma?

— ¿De qué estás hablando?

—Fue raro, pero la niña desprendía una sensación fría, luego dejó claro que era un fantasma. Pero era cómo cualquier otra niña.

El Amor y sus EncaucesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora