Capítulo uno: En las noches

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El sonido de la noche, en los crillidos de los grillos apenas audibles, en la iluminación dada por la misma luna, aquella serenidad de las noches de Konoha, en cada respiración, en cada latido, en cada ronquido y pensamiento, así como también en aquel frío cargado de oxígeno relajante, obstruido por las delgadas sábanas que lo deflectan.

En cada uno de esas pequeñas partes de la noche, en el más íntimo detalle que se siente en una noche pacífica, en donde con un poco de atención, silencio y paciencia, se escucha absolutamente todo... Esa precisa habitación llena de estímulos, durante distintos momentos sus ojos distinguen algo, una silueta, cabello liso y largo, después de verla varias veces parece... Una mujer, no muy alta... no más de 1.65, a lo mejor, ya la ha visto varias veces, ella estaba parada, observándolo, su cabeza estaba ligeramente inclinada, como una madre ve a su bebé dormir, parecía no tener intenciones, residía en silencio, sus manos posaban en su pecho, juntas, lo que le causaba intriga al rubio, creía que estaba adormitado y por eso veía cosas.

Él se levanta de su cama y se acerca luego de pensárselo cuidadosamente, la veía enfrente, sin embargo, no reconoce su rostro (o no aún) ya que desaparece, sin dejar rastro alguno de haber estado en esa habitación, él enciende la luz, pero nada, luego de 3 intentos fallidos, entre habladurías inentendibles y una singular alterada respiración.

— ¡¿Qué demonios!? —y despertó.

Dándose cuenta que lo que pasó fue un sueño, pero eso no interfiere con la magia que siente al estar con ella de nuevo, aunque sea, por un sueño.

Ahora les contaré como llegamos a esto:

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Hace un tiempo atrás Naruto deambulaba por las calles de Konoha pensado en cierta, parte de su vida, al parecer él siempre estaba entrenando duro para convertirse en un Shinobi de alto rango y ser reconocido por todos en la aldea; el título perfecto era convertirse en Hokage.

Durante las mañanas... Despertaba y se encontraba con un cuarto desordenado, las sábanas estaban tiradas en el suelo, a veces se topaba con platos de su tan amado ramen, siempre pensaba en arreglar ese chiquero que mantenía, pero todos los días ocurría lo mismo.

—Mañana arreglo esto ttebayo.

No le gustaba despertase tan temprano así que lo hacía a las 9:00 AM, o un poco después, hacia una rutina de ejercicios para mantenerse saludable y enérgico. Dedicaba una atención especial a cada conjunto de músculos por día, hacía una rutina de 2 horas. Al terminar se bañaba y estaba dispuesto a ir al lugar que él creía "amar". Caminaba unas cuantas calles de su apartamento para llegar a Ichiraku y degustar de plato tras plato de ramen, parte vital de sus mañanas ya.

Entraba Naruto al puesto cuándo:

—Buuu —dio un pequeño salto tras ése intentó de asusto, ya que estaba un poco pensativo Naruto...

Lo asustó una Ayame muy simpática.

—Ayame que diabl... —dijo el rubio sorprendido.

Y no pudo evitar Ayame reír divirtiéndose un poco.

—Lo siento —reía nerviosa al ver que Naruto estaba serio.

Estalló la risa de Naruto al ver el semblante de su amiga preocupada.

—Bueno entonces ¿vienes a búrlate o a comer? —con un mohín molestó preguntó la peli-castaño.

—Ya, ya tranquila vengo por mi ramen —y lanzó una de esas sonrisas de oreja a oreja acabando así con toda incomodidad presente—. Buenas viejo, deme mi porción de ramen.

El Amor y sus EncaucesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora