Capítulo diecisiete: Pececito Muriendo

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—Te aseguro que te dejaré menos feo de lo que ya estás, sí se puede claro. ¿Tienes gorras o sombreros cierto? —preguntó tomando pocos de pelos cafés, entre sus dedos delgados y suaves.

—Seee... Sigue ttebayo... —manifestó con una especie de éxtasis en sus palabras.

—Sucio... Sabes qué, hasta aquí lo dejamos.

—No... No, me malentendiste, tus dedos dan buenos masajes, en la cabeza —tomó la mano de la chica y acarició un poco sus dedos—, Ves son muy tiernos, tus yemas son muy suaves, sé que parezco perro mendigando tus caricias pero, es eso datteba...

— ¡Mph!

— ¿Qué? Creíste que yo estaba, por favor no soy así ttebayo y lo sabes. O sea me atraes bastante, lo sabes, pero no a todas horas, o sea... ¿Me entiendes cierto?

—Sigues siendo sucio —con un rostro dudoso recitó.

—Ah sí lo que digas, pero ya veremos dentro de unos minutos si no te seguirá agradando mi lado "sucio".

Hinata se ruborizó lo suficiente ya que sabía que contra toda su libidinosidad no podía hacer frente, en el fondo, o tal vez no tanto, ansiaba que él la acorralara, verlo gruñir a su merced, terminar sudados, cansados, sin duda, comenzaba a recordar con más veneración su primera vez, llena de pasión. Sin embargo, no justamente ese día que estaba mal y debía descansar, por menos satisfactorio que pareciera, ese día sólo sería su amiga.

— ¡PLANK! —golpeó la Hyuga.

— ¡AUUH! ¿Qué fue eso?

—Te hago un favor "pelos chamuscados", por mí, te puedo dejar así, peor que al principio y me voy a descansar tranquila. También que te quede claro, no me gustan los pervertidos... Y no soy cualquiera chica a tu disposición, no creas que por lo que atravesamos tienes un trato distinto.

—Vamos, no te molestes ttebayo, estaba bromeando, ¿distinto de quién?

— ¿Cómo te atreves? —esto y su mirada asesina le hizo dimitir cualquiera duda.

—Entiendo, discúlpame —e hizo una especie de cerrado en su boca con sus dedos.

—Esto puede terminar como empezó ¿Acaso no ves tu estado?, ya está haciéndose de noche y no puedo llegar tarde a mi casa. En serio que no tienes consideración.

—¡De haberlo sabido antes! Hubiera omitido mi comida por un rato de diversión.

— ¿Qué estás insinuando de nuevo? —contestó, parando sus manos y el tenue sonido de la tijera que ambientaba la sala. Ella lo miraba con atención por el reflejo del espejo, él sentía sus ojos lunas penetrantes.

—Nada dattebayo, ya me pusiste nervioso ttebayo...

—Yo sólo cortaba tu pelo Naruto-kun —atendió a decir Hinata de ojos dulces, sin saber cómo había mantenido su postura, retomando el corte, dejando de verlo penetrante.

—Sí y eso me pone más nervioso aún dattebayo. Pues nada, me gustas...

Hinata se quedó anonada tras esa declaración que lo único que pudo hacer claro fue parar para no cortarle el cuero cabelludo o la yugular, nadie lo sabría.

—Oye, oye, no es lo que crees dattebayo... O sea tal vez, Pero lo que decía era qué me gusta mucho, la forma en que hablas y me cortas el pelo y eso ttebayo —su yo interno se golpeaba la frente una y otra vez, ¿Por qué no habló claro, por qué dijo tantas tonterías?

Ella sólo omitió esa información por unos segundos, no fue fácil pero a diferencia de él salieron palabras más retóricas, cualquier cosa tenía sentido ante esa caterva de afirmaciones de él realmente. Sabía que esas palabras no se le olvidarían por largo rato y las atesoraría después.

El Amor y sus EncaucesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora