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— ¡...!
— Ha pasado mucho tiempo desde la boda de una Stern, los votos deben ser sagrados.
Pensándolo bien, esto coincidió con la descripción de la historia original. Lesche Berg era frío y estrictamente conservador sobre el carácter sagrado de los votos matrimoniales. Ahora solo quedaba silencio en el dormitorio, excepto por el sonido de los gemidos de Lina.
Selia ni siquiera vio qué tipo de expresión estaba haciendo Lina. Lesche miró a Kalis, que no podía decir nada, y habló.
— Entonces, por favor, cuida de la Santa.
Los sacerdotes estaban bastante contentos de que la atmósfera de hielo se rompiera.
— Sí, Su Alteza.
Ahora, después de que Lesche se vaya, ¿cómo debería mirar a Kalis? Selia honestamente no lo sabía. Sin embargo, sabía exactamente lo que Kalis le iba a decir. Y su excusa sería porque Lina estaba enferma.
Ella estaba pensando en qué responderle.
— Lady Selia.
Entonces, de repente escuchó una voz. Lesche la miró y extendió su brazo.
— Sal conmigo. La Santa necesita descansar.
— ¡Seli...!
Kalis llamó su nombre y miró hacia atrás. Cuando sus ojos se encontraron, los ojos de Kalis se llenaron de extraña ira. Pero eso fue todo. No cambió la situación.
Si pensara en la dignidad de Kalis y decidiera quedarse, no podría quedarse mucho tiempo de todos modos porque Lina estaba enferma y necesitaba descansar. Y Kalis todavía tenía que estar con ella. Sin embargo, como Kalis la había llamado, tendría que quedarse con él, su prometido. Pero luego, Lina dio un gemido bajo y Kalis se volvió para comprobar su condición, murmurando su nombre. Fue entonces cuando Selia apartó su mirada y miró hacia Lesche. Luego, ella le agarró del brazo.
— Gracias, Su Alteza.
Ella salió sin mirar hacia atrás de nuevo. Después de mostrar su corticencia a Lesche, Selia fue a su habitación y se desplomó en la cama.
Tan pronto como pidió a las criadas, que dudaban que le habían ofrecido una taza de té, que se fueran, enterró su rostro en su almohada y se mordió fuerte su labio. En su brazo, la pulsera de cristal mágico que olvidó quitar antes, hizo un ruido.
De alguna manera, tenía ganas de llorar, pero su máscara se mantuvo fuerte. Ella solo podía sentirse aliviada por ese hecho. «Qué afortunada.» pensó.
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