El dolor

34 6 1
                                    


Parte I

Capítulo 6- El dolor

Huntara fue a palacio al día siguiente de que diagnosticaran a Federick, Adora no había vuelto la noche anterior de su plática con la princesa y ya se estaba preocupando.

Cuando entró a la cocina y pregunto por la soldado. Todos quedaron callados como tumbas. Huntara no sabía el porqué de ese comportamiento. ¿Acaso le había pasado algo a la rubia? No fue hasta que un cocinero sintió culpa y solo le susurró que no volviera aquí a buscar a la chica. Que ella no volvería nunca más. Esto no hizo nada por tranquilizar a la mujer fuerte. Elevó la voz exigiendo saber dónde estaba la chica. Nadie respondió, por lo que intentó adentrarse en el palacio, pero fue retenida por varios guardias. Al final llegó una señora alta, de pelo negro y aura tétrica. Lady Weaver fue a ver qué era ese alboroto.- Huntara, será mejor que ya no busques a la srta. Grayskull, ella ya no está para atender a bufones de tu clase.- Esto hizo enfurecer a la mujer y gritó.- No me iré hasta hablar con ella. Su padre está muriendo y solo le quedan unos días.- La mujer alta y delgada solo se cruzó de brazos y con una sonrisa cínica contestó.- Ella no tiene familia. Pero pronto si tendrá una, por qué en unos días será esposa de la princesa Glimmer.- Esto dejó anonadada a la mercader quien dejó de luchar contra los hombres que la retenían. Lady Weaber aprovechó el desconcierto y pidió a los guardias que la sacarán de su vista y que nunca más la dejarán entrar.

Huntara, fue echada de palacio con la advertencia de que nunca más se acercará a palacio. Que si lo hacía, no serían tan gentiles con ella.

La mujer divagó por las calles de la ciudad. Como le iba a explicar a Federick que a Adora ya no le importaba. Que tan pronto como Catra Zaragoza fue arrestada acusada de traición, la rubia había huido como una cobarde y se refugió en los brazos de la princesa. Que ella tal vez nunca los había querido y todo fue una gran farsa. Que la niña que crio como su hija no perdió oportunidad para desligarse de aquella familia que solo le traía vergüenza.

No podía contarle eso al anciano. Así que caminó por las calles pensando en una manera de decirle al padre que no podría despedirse de sus dos hijas.

La vida de la marinera no era mejor, desde que la encerraron hace dos noches no le habían dado más que una hogaza de pan y un vaso de agua turbia. No le habían quitado los grilletes y su tobillo ahora estaba magullado a tal punto que estaba sangrando. Los guardias simplemente ignoraron sus quejidos. Bastaba con salir del calabozo y cerrar la puerta que llevaba a ese horrible lugar. La morena no le quedó otra que aguantar el pulsante dolor, pues era lo único que podía hacer. Solo esperaba que Adora no fuera tan miserable como ella. Que equivocada estaba.

Tan rápido como se enteró la reina de lo sucedido, mandó a realizar una ceremonia exprés; no podía dejar que la gente hablara mal de la futura soberana. Así que pidió discreción de todo el personal. La reina ascendió a la soldado a coronel de la guardia e hizo todo lo que estaba en su mano para cortar los lazos de la rubia con esa criminal que ahora descansaba en prisión. Inventaron que Adora era hija perdida de Lady Weaver, con el fin de tratar de ocultar su origen pobre. Cayó a todos los que supieran de la vida pasada de su futura nuera, y mandó a la rubia a diferentes cursos de etiqueta, historia y entrenamiento; todo para cubrir la farsa. Ella tenía que aparentar que pertenecía a la más alta nobleza y así poder salvar la reputación de su amada hija.

Por supuesto Adora hizo todo lo que le pidió la reina, era lo mínimo que podía hacer ante tal ofensa. Aprendió todas sus lecciones lo más rápido que pudo. Entreno hasta altas horas de la noche con la general Juliet. Y tuvo que ser amable y amorosa con su futura esposa, apresar de sentir un puñal en su corazón cada vez que la besaba.

Su corazón aún seguía matándola pensando en que había abandonado a Catra a su suerte. Y se sintió aún peor cuando entendió que ni siquiera podía despedirse de Federick y tratar de contarle la verdad. No podía soportar ver la expresión en su rostro cuando se entere que se casó con la princesa.

Una semana después de aquel fatídico día. Adora y Glimmer estaban dando sus votos frente al altar. Dónde, frente a la diosa She-ra, se prometieron amarse, cuidarse y respetarse hasta que la muerte los separe.

La rubia lloró cuando pronunció aquella promesa, pero no de felicidad como los invitados creyeron, sino por qué aquellas palabras estaban reservadas a otra persona. Y hoy no podían están más vacías.

Ese mismo día, Federick tomó su último aliento y murió de una profunda tristeza. Huntara le había ocultado todo, y no fue hasta el día de la celebración que se enteró que su hija lo había dejado a él, y a Catra, a su suerte. El padre simplemente no pudo soportarlo y su corazón se paró no pudiendo soportar el pesar de la noticia. Su expresión era una de dolor y pesar. Así fue como lo veló y enterró Huntara. No entendía por qué la desgracia persiguió a esa familia tan amorosa y honrada.

El conde de DrylDonde viven las historias. Descúbrelo ahora