La partida

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Parte IV

Capítulo 4- La partida

Notas: Esta idea surgió mientras reacomodaba algunos de mis libros y encontré el del conde de Montecristo. Y pues mi mente de repente empezó a hilar la historia de qué pasaría si nuestras lesbianas favoritas estuvieran en este mundo. Así que este es el resultado. Sin más, los dejo con el último episodio.

Adora regresó al palacio y se dispuso a hablar con su hija. La encontró en los establos cepillando a Cringer. Esto le hizo saber a la rubia que la niña estaba nerviosa. – Andrea, hija. Tengo que hablar contigo. – La hija volteo a ver a la madre y con el ceño fruncido y la voz áspera contestó. – Ya te he dicho que no desistiré del desafío. Aquel hombre, a quien le abrí las puertas de mi casa, ha venido a deshonrar a la familia. Y seré yo quien le ponga fin. – Adora, vio con tristeza a su hija. Aun así asintió y respondió. – Hija, escúchame. Es necesario que te cuente una historia primero. Si aun después de oírla, sigues con la intención de llevar a cabo el duelo, no te detendré. Pero primero escucha lo que tengo que decir. Hay mucho que aún no sabes. – La hija pareció desconcertaba por la solicitud de su madre, más, accedió a la petición.

La mañana siguiente llegó. Catra no pudo dormir en toda la noche y poco le importaba sabiendo el destino que le espera. Se colocó uno de sus trajes ajustados. Esta vez dejó que la tela se pegara a su cuerpo y mostrara su figura. No se puso el lente de contacto y mostró con orgullo sus ojos bicolores. Si iba a morir, que sea mostrando quien realmente es. Tomó las pistolas que iba a llevar, no se molestó en cargarlas y se dispuso a salir.

Llegó a la fiscalía donde una multitud ya se había formado. Muchos quedaron un poco sorprendidos por la apariencia del conde, pero a Catra no podía importarle menos lo que la gente pensara de ella en este momento. DT la acompañó hasta el centro de la multitud donde esperarían a que la princesa apareciera.

Resultó que no tuvieron que esperar mucho, pues enseguida arribó la muchacha, junto con el conde Archer. Ambos descendieron de sus caballos. Catra entonces se dirigió a DT, le pidió que hablara con el otro padrino para los últimos detalles, pero antes siquiera de terminar de decir las instrucciones, la princesa empezó a hablar. – Espera, tengo unas palabras que decir al Conde, delante de todos. – Esto desconcertó a todos, y más a la morena quien ya no quería más palabras. Ya todo se había dicho y ella había perdido. - ¿Qué quieres de mí? – Dijo cautelosa la de ojos desiguales. – Deseo que oigas las palabras de honor que tengo que decirte, aquí, frente a todos, para que no haya malentendidos.-

Luego, la niña se acercó despacio, paso a paso hacia la mujer y cuando estuvo a un par de pies de ella, se arrodilló. – Perdón. – Esto pareció sorprender más a la mujer. Catra lentamente la levantó y respondió. - ¿Por qué te disculpas mi niña? Tú no has obrado mal. – Entonces la hija contestó. – Mi madre me lo contó todo. – Catra contuvo el aliento anticipando lo que iba a decir. – Yo te reté porque divulgaste una falta de mi familia que no te correspondía. Porque yo creí que no tenías el derecho de castigarlas. Mas, hoy sé que si te pertenece. Esta no es una venganza cínica del Conde de Dryll ante las reinas Brigthmoon. Esto simplemente es el pago de una deuda que tuvo la princesa Glimmer y la soldado Adora contigo. Por lo que lo digo aquí, frente a todos. Tienes razón al vengarte. - Aquello dejó anonadada a la morena. Ayer Adora vino buscando piedad para su hija, aun si esta fuera a costa de su vida. Sin embargo, debió haberla conocido mejor, sabía que aquella mujer no podía ser tan egoísta como para dejarla morir, aun si fuera para salvar a su hija. Levantó la vista al cielo, simplemente no pudo creer el milagro que estaba viviendo. – No habrá enfrentamiento que realizar, pues no hay honor que defender. – La morena entonces sonrió por la comprensión de la chica. – Andrea. Veo que has podido comprender esta situación con la mayor sabiduría y nobleza. Espero que siempre seas así.- Tomó delicadamente la mejilla de la niña, la acaricio con el pulgar y continuó. – Vas a ser una gran reina. – Esto conmovió a la niña, quien sonrió y abrazó a la mujer. – Gracias – Se quedaron así un momento más, disfrutando del calor del abrazo, mientras una serie de virotes se extendían a su alrededor.

El conde de DrylDonde viven las historias. Descúbrelo ahora