La batalla de Crimson Black

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Parte IV

Capítulo 2- La batalla de Crimson Black

Weaver es una persona sencilla. No se movía a ningún lado sin saber cómo y qué buscar. Ella sabía que no podía salir de aquí. Nunca creyó que la fiscalía tuviera un caso tan sólido en tan poco tiempo, y eso la había condenado. Más, no se iba a ir sola a ese infierno, si tenía que pasar el resto de sus días en prisión, bien podría llevarse a alguien con ella.

Cuando el jurado la declaró culpable y Glimmer anunció la sentencia, es cuando empezó a reír. Todos en la sala se quedaron paralizados por la risa tan siniestra y tétrica que soltó. Glimmer frunció el ceño y preguntó directamente. – ¿Que le hace tanta gracia, Lady Weaver? – Entonces la risa paró y con una mirada helada se dispuso a hablar. - ¿Por qué me haces esto Glimmer?- Todos contuvieron la respiración ante las palabras de la mujer. – Soy tu reina. Muéstrame respeto.- Saltó indignada la monarca. Weaver sonrió por la reacción que provocó.- Su majestad, nos conocemos desde hace tiempo. – Empezó lentamente la mujer. – Hemos vivido mucho juntas. ¿O es acaso que ya no recuerda todos los favores que le he hecho? - Toda la sala de repente se empezó a llenar de bullicio de parte de la gente. Glimmer volteo a ver a su alrededor. Esto no estaba bien. – Llévensela, ella no tiene nada que ver con la corona. – Unos guardias empezaron a acercarse pero Weaver volvió a hablar. - ¿A caso olvidó Crimson Black? - Esto paralizó no solo a los soldados, sino también a la sala completa. Todos recordaban aquel doloroso conflicto. Era casi tan traumático y desgarrador como la revolución de Prime.

La reina vio fijamente a la baronesa. El miedo lentamente dominaba su cuerpo por lo que podía decir. – Usted quería la mina de los Garnet y para eso empezó una guerra. – Todos en la sala saltaron indignados por lo que acababan de oír. Muchos de los presentes habían perdido familiares, amigos y seres amados combatiendo o como víctimas del conflicto. Lo único que los consolaba era que fue por una razón justa, para salvar al reino del caos. No para llenar las ambiciones de una niña caprichosa y cínica.

-Mientes- Exclamó lo mejor que pudo la reina. – No es así su excelencia. Yo fui quien le dio ese veneno con la que vendió la idea de traición.- La sala volvió a ser silenciosa, ahora todos oían a la mujer. – Pobre Conde Garnet, tan ingenuo. El desdichado cayó en tu cínico plan sin una oportunidad.- Glimmer enfureció ante eso. – ¡Cállate! ¿Por qué debemos creerte? Eres una asesina y una traidora. – Esto pareció calmar al tribunal hasta que. – ¡Todo lo que dice es verdad!- Una mujer al fondo de la sala elevó su voz entre el público. Se acercó al centro y luego lentamente se quitó el casco. Todos contuvieron la respiración por lo que vieron. Su pelo era cortó ahora, sin embargo, la cara de la mujer era una que nunca podría olvidar Glimmer. – Mi nombre es Scorpia Garnet. – El bullicio empezó a crecer de nuevo en la sala. – Única heredera del ducado de Black Garnet. ¡El ducado que tú te robaste! – La ira iba subiendo lentamente en su voz, hasta que la dominó por completo. – No, mientes. No hay ningún Garnet vivo. – Esto hizo estremecer a Adora quien aún estaba en shock por todo lo que estaba pasando. Recordó sus pecados una vez más, como queriendo evitar más derramamiento de sangre, condenó a dos mujeres y dejó a aquella chica huérfana. Recordó como ella quería hablar con las duquesas a solas, para resolver el conflicto. Pero en un error, dejó que la siguieran y aquello solo facilito la muerte de las mujeres. Presa de la culpa ya no buscó a la hija, no podía matarla, así que mintió diciendo que había acabado con ella en el mismo conflicto donde murieron las madres.

-¿Acaso no recuerda la cara de la joven? – El conde, que hasta ahora solo se había limitado a ver, empezó a hablar. – ¿No recuerda como le arrebataste a su familia? – Glimmer temblaba, por supuesto que recuerda la cara de todos los Garnet, no obstante, ella podía asegurar que la mujer estaba muerta, enterrada en algún lugar de Black Garnet. Volteo a ver a Adora. Ella le había asegurado que acabó con la familia.

La rubia, incapaz de ver a su esposa y a la invitada, agacho la mirada. No tenía el valor ni el derecho de verlos. – Esta mujer. – Continúo el conde. – Vio de primera mano la crueldad de la corona. Vio como la reina enveneno a uno de sus vasallos solo para acusar al Duque de traición. – Dijo dirigiéndose al pueblo. – No satisfecha con eso, sacrificó a muchos de los suyos en un conflicto armado que dejó innumerables bajas. Dejando a niños huérfanos, madres y padres llorando; y amantes con el corazón y el alma rota. Los usó como peones en su cínico juego. ¿Todo para qué? – Se volteo a ver a la mujer encadenada que ahora tenía una sonrisa de satisfacción. – Ella lo acaba de decir. Para tener control de una mina que no le corresponde. Todo para poder obtener dinero para despilfarrar en fiestas, vestidos caros y darse una vida de lujo. Todo acosta de miles y miles de muertos. – Entonces la asamblea explotó. Todos empezaron a gritar y decir "Asesina", "Bastarda", "Fuera la reina" pero el que más se oía, y el que luego todos cantaron fue "¡Justicia!".

La reina abrumada por todo empezó a moverse y tratar de salir de allí. Pero la general de la guardia civil la detuvo. - ¿Adónde va su majestad? Creo que debe un juicio. – Respondió el conde quien se dirigió una vez más a las masas. – ¡Por el poder que me confiere la ley de los primeros y por aclamación del pueblo! ¡Yo, Caín el Conde de Dryll, denuncio a la Reina Glimmer Brigthmoon de manipular, de engañar y traicionar al pueblo de Etheria! ¡El pueblo que juró proteger! – Los virotes estallaron en la sala, muchos de ellos decían "Justicia" otros decían "Condena" y muchos más gritaban "Caín el justiciero". Después el conde dio la orden a la guardia real de que se la llevaran. Unos se negaron, pero no fue problema cuando la guardia civil tomó a la reina y se la llevó.

Al otro extremo de la sala la hija y la esposa estaban viendo con horror como se desarrollaba la escena. El conde entonces se acercó a ellas y dijo con voz clara. - ¿Qué se siente ser el caballo de batalla de una masacre? – Adora levantó la mirada. Lo único que la dejaba dormir por la noche era saber que su intervención fue para traer la paz, para evitar más bajas, para salvar a su hija. Saber que todo eso fue falso, que fue manipulada, la hizo sentir la peor escoria del mundo. Un arma cuyo único fin era arrebatar la vida a cientos de civiles que eran inocentes, que no merecían ese destino. Recordó a las madres y la mirada de horror que tuvieron antes de que les dispararan.

El lord iba a volver a hablar cuando una bofetada lo interrumpió. La joven princesa, incapaz de quedarse solo viendo, tomó cartas en el asunto. – ¡Hija! – Exclamó la rubia, quien creyó que ahora podía perderlo todo. – No permitiré más este circo. Yo Andrea Brightmoon te reto a un duelo. – El silencio se estableció en la sala, el público expectante de cómo se desarrollaría la escena. – Y yo Cain Dryll acepto el desafío. – La joven, con la ira aun hablando por ella, respondió. –Mañana al amanecer, afuera de la fiscalía. Acabare con usted y limpiare el nombre de mi familia. Porque todo esto es una calumnia – El conde le lanzó una mirada fría y luego se dio la vuelta para retirarse. Pero antes de salir dijo. – No sabes nada, niña. – Y después se fue del gran salón.

El miedo que sintió Adora invadió cada parte desu cuerpo, no podía hacer nada para salvar a Glimmer ni a ella misma, pero aunpodía intentar hacer algo por su hija.

El conde de DrylDonde viven las historias. Descúbrelo ahora