Simbad el marino

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Parte II

Capítulo 7-Simbad el marino

Andrea Brightmoon era una chica llena de energía y vitalidad. Desde pequeña ella andaba corriendo y saltando por todo el palacio ayudando a quien lo necesitaba. A los 7 años su mamá Adora le enseño la técnica de la espada. A los 9 su madre Glimmer la introdujo en las artes de la política. La joven princesa fue educada para lo que nació, tomar el trono de Etheria cuando su madre se retire, como lo hizo la reina madre Angella hace unos años.

Aun así, su alma rebelde la hacía recorrer los pueblos y ciudades de todo el reino o de otros reinos, en busca de nuevas aventuras y desafíos. Siempre y en cada locura que se le ocurría a la princesa, se le unía el príncipe del reino vecino. John era el hijo heredero de las Salinas. Él era un joven intrépido y aguerrido como su padre, pero pragmático y astuto como su madre. El príncipe y la princesa se hicieron amigos por la estrecha relación que tenían ambos reinos, lo que dejaba a Andrea pasar veranos completos en las Salinas, o a John y su hermana Agatha pasar el invierno en Etheria cuando eran niños.

Para esta ocasión el joven de 18 y la chica de 17 decidieron ir de incógnitos a un país en el sur. Se pusieron disfraces y se hicieron pasar por un par de pesqueros de la región. Se quedaron en una pequeña posada y salían de noche a fiestas o cantinas.

El día de hoy fueron a un bar de fama cuestionable, entraron como si nada y se instalaron en una de las mesas. Un mesero tomó su orden, un par de tragos de su bebida más fuerte. Pasaron un rato riendo y tomando. Luego un hombre y una mujer se les acercaron. - Mira lo que tenemos aquí Rogelio, un par de bebes de agua dulce.- Esto molestó a la chica que envalentonada por el alcohol respondió.- Por que no te acercas para que esta bebé te parta la cara. - Esto llamó la atención de todo el lugar e irritó a su adversaria. - Eres muy valiente niña, lástima que acabes con una cicatriz en tu bonito rostro.- Y sin más advertencia sacó su sable dispuesta a acabar con la mujer. Andrea entonces se levantó y arrojó la mesa antes de que tuvieran tiempo de atacarla. Buscó su arma pero no encontró nada. Volteó a ver a John en señal de ayuda pero este estaba igual que su amiga. Las espadas que habían traído consigo habían desaparecido. – ¿Qué pasó primor? ¿Perdiste algo? - La mujer morena tenía una sonrisa de suficiencia en su rostro.

Los jóvenes desarmados y en desventaja corrieron en un intento de salvarse. Pero esto fue imposible cuando el hombre grande y corpulento les bloqueo la salida. Rápidamente quedaron acorralados.- Se quiénes son.- Les susurró la mujer armada.- Valen más vivos que muertos, así que vendrán conmigo.- Con un golpe en la cara noqueó a la chica y su compañero hizo lo mismo con el príncipe. Después los llevaron cargando. Atrás los iba siguiendo un tercer integrante, el que se encargó de robar las espadas de aquellos niños.

Cuando despertaron estaban en una celda oscura. Sus manos atadas con grilletes y un dolor sordo golpeaban sus cabezas. De repente oyeron una voz.- ¿Ya están despiertos sus majestades?- Dijo la chica que los había acorralado. Ella era morena, no tan alta pero fuerte y con rastras. Se inclinó en la reja y les dijo. - ¿Qué sus padres no les advirtieron los peligros de ir solos? - Esto molestó a ambos chicos que solo fruncieron el ceño.- ¿Qué? Soy muy vulgar para que me dirijan la palabra. - Dijo con falsa indignación su captora. -Sin embargo, quienes están atrapados en una celda son ustedes. - Estaba a punto de responder el príncipe cuando se oyó un alboroto afuera.

En ese instante entró un hombre moreno, cabello corto y castaño. Traía un traje elegante y una cara de pocos amigos. - Loinne. Libéralos. - Anunció el caballero.- Conde. ¿Qué hace aquí?- Dijo sorprendida la criminal.- Esos chicos están bajo mi cuidado y son más de lo que puedes manejar.- Dijo aún serio el hombre.- No me diga que puedo o no manejar Conde. Mejor retírese y déjeme hacer un buen negocio. - Esto pareció irritar al caballero que sacó su espada y la puso en el cuello de la mujer.- Libéralos ya. - Esto sorprendió a todos. Aun así la mujer dijo.- Oblígame.- Ambos se miraron el uno al otro y después de analizarse el conde dijo.- ¿Cuánto dinero quieres por ellos?- La mujer sonrió ante la propuesta.- No importa lo que me ofrezca Conde, la corona me puede dar más.- Esto solo hizo que el hombre acercará más la espada al cuello de la mujer y contestó.- Es más probable que te maten antes de que veas una moneda de oro.- Gruñó prácticamente el caballero que se estaba quedando ya sin paciencia.- Informé la desaparición de estos dos. La policía no tarda en aparecer en este lugar. Así que una vez más libéralos y huye de aquí. - Esto pareció funcionar por qué la sangre drenó el rostro de la mujer. - Mie...mientes- Tartamudeo la morena. Ahora fue turno de reír del Conde.- Yo nunca miento. Vine aquí a hacerte un favor, pues tengo una deuda que saldar. Pero si fuera por mí, hubiera dejado que te arresten. - Esto pareció convencer a la captora y asintió. El conde bajo su arma, Loinne abrió la celda y libreró a los príncipes.

Luego el lord le arrojo una bolsa llena de oro y dijo. - Gastarlo bien, pues lo necesitarás. - Ella solo asintió y llamó a sus compañeros que huyeron del lugar rápidamente.

El caballero los vio irse y cuando ya estuvo seguro de que se fueron, se dirigió a los chicos. - John, ¿qué imprudencia es esta? - Regañó el hombre. - Si no llego a tiempo tal vez nunca hubieran salido de aquí. - Siguió diciendo. – Conde es un gusto verlo. – Respondió el chico un poco avergonzado. Andrea, aun aturdida por lo que pasó, solo frunció el ceño. – Por favor, no le diga esto a mis padres. – Suplicó el príncipe. El caballero le lanzó una mirada fulminante, lo que hizo que el chico se estremeciera. – Si me preguntan sus majestades, no puedo mentir. – Fue lo único que dijo el Conde. - ¿Se conocen? – Al fin logró responder la chica que sentía que se estaba perdiendo de algo. Entonces de repente tenía la atención de ambos caballeros que parecieron apenas haber notado su presencia. – Conde de Dryll, a sus órdenes majestad. - Se presentó el hombre. – Él ha estado trabajando con mis padres sobre la reforma náutica por años. Es gracias a este caballero que los buques y barcos salinos son los mejores del mundo. – Andrea asintió en reconocimiento, había oído hablar de un hombre que lo apodaban Simbad el marino, que se había establecido en la corte de las Salinas y que eso le había traído muchos beneficios al reino. – Es un placer conocerlo Conde. Andrea Brighmoon, princesa de Etheria – Saludó, la chica de cabello rubio.

El hombre asintió y se dirigió a la salida. - Síganme.- Dijo el conde a los chicos. Ellos los siguieron y después de caminar unas cuadras encontraron un carruaje. – DT, llévanos. - Dijo el caballero a su vasallo. - Por lo menos un por favor, ¿no querido? - Esto solo hizo fruncir las cejas del hombre y dijo.- No estoy de humor.- Y entró al carruaje junto con los dos jóvenes.- Que aburrido. Al menos ese trio era carismático. – Murmuró para sí mismo e inicio el viaje.

El recorrido no duró mucho, apenas unos minutos. Cuando descendieron los príncipes vieron una mansión frente a ellos. -Wow, bonito lugar.- Dijo el chico mientras veía la casa. Era cierto que los palacios donde crecieron eran más grandes y majestuosos, pero la residencia que tenían en frente seguía siendo impresionante. - Entren. Serán mis invitados está noche. - Anunció el conde y se dirigió a la entrada, pero antes le dio unas indicaciones a su chofer. Dentro de la mansión una mujer recibió al grupo. - Señor, estaba muy preocupada por usted. - La mujer era alta, con grandes músculos y tenía el cabello corto y blanco. Parecía intimidante. - Zandra, estoy bien. Quiero presentarte a unos amigos. - El Conde calmó a la mujer. – Bien, pero no vuelva a salir sin mí. Al final soy su guardia. - El conde solo asintió e hizo las presentaciones. - Él es John Salinas. Hijo de la reina Mermista Salinas y el rey Sebastián.- Señaló al joven príncipe.- Es un honor Majestad.- Hizo una pequeña reverencia la guardia.- Y ella es Andrea Brightmoon, hija de la reina Glimmer Brightmoon y su consorte Adora.- Al oír el apellido, la mujer alta se estremeció, pero una mirada del conde la tranquilizó. Así que se recuperó e hizo otra reverencia. - Mucho gusto princesa. - La declaración salió un poco cortante pero la chica no lo notó, o si lo notó está no le dio importancia.

Después de las presentaciones el conde los llevo al comedor dónde una cena exquisita los esperaba. Durante la cena el anfitrión entretuvo a sus invitados con diferentes historias y aventuras que tuvo con piratas y bandidos. Contó como conoció a sus captores y el porque les debía un favor. Habló de cómo había recorrido el mundo y las diferentes culturas que visitó.

Solo hablar con él era suficiente para saber que era un hombre honrado y culto. Les habló de arte e historia expresando siempre una opinión acertada y bien informada. Los jóvenes quedaron impresionados por la valentía, temeridad, astucia y perspicacia de su anfitrión. Y él no podía estar más a gusto de compartir sus experiencias con aquellos chicos.

Para el final de la cena la chica ya admiraba y estimaba en gran medida al Conde. Tanto así que lo invitó a volver con ella a su reino. Él dijo que lo pensaría y que agradecía la oferta.

Para la mañana siguiente los jóvenes decidieron irse. Tenían suficiente sobre aventuras por un tiempo y una vez más insistieron a su salvador para que los acompañara. El caballero contestó que tenía asuntos pendientes que lo retenían pero que pronto tendrían noticias de él.

Así fue como se separaron, pero con una promesa de volverse a ver.

Notas: Con este capítulo introducimos al conde que nos acompañara durante el resto de la historia. También este fue el capítulo final de la segunda parte.

El conde de DrylDonde viven las historias. Descúbrelo ahora