La gala

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Parte III

Capítulo 3- La gala

Al día siguiente se hizo una fiesta de celebración por el regreso del Rey. Adora se preparó vistiendo un traje blanco. En esta clase de eventos era usual usar uno de sus uniformes militares y para esta ocasión uso el más elegante de ellos. Se vio al espejo y abrocho su saco. Por alguna razón el caballero que había traído su hija no abandonaba su mente. Sentía que algo estaba mal con él. Sus rasgos finos y su tez morena le recordaban a Catra. Inconscientemente pensó que tal vez era un hermano perdido, pero ella sabía que eso era imposible. Federick solo vivió para una mujer y esa mujer murió dando luz a su única hija; y esa niña murió hace mucho tiempo. Se sacudió esos pensamientos, no tenía tiempo para pensar en el pasado, ahora solo tenía que enfocarse en la gala.

Cuando entró al salón, junto con Glimmer, vio que la mayoría de invitados ya estaba ahí. Ella por lo regular odiaba esta clase de eventos, pues muchos nobles solo se acercaban a la pareja con el fin de obtener favores de la corona y Adora no soportaba esa clase de gente. Para su suerte, en esta ocasión ella y su esposa se quedaron hablando con el duque Archer. A Adora le agradaba Bow, era un hombre carismático, sensible y sensato; una de las pocas voces que la reina escuchaba aparte de la de Lady Weaver.

Poco después apareció el conde de Dryll, junto a él venía no solo el duque que siempre lo acompañaba, sino también una especie de guardia. Era una mujer alta y fuerte, más, un casco cubría su rostro. La mujer se estableció en una esquina al fondo de la habitación, mientras el lord y su acompañante se mezclaban con los demás invitados. Su hija alcanzó al duque y juntos entablaron una plática muy rápido. Por otro lado, el conde se quedó hablando con un grupo de nobles.

Adora no pudo evitar seguir a este último caballero con la mirada toda la velada. Su carisma y perspicacia lo hacía un compañero ideal. Rápidamente se volvió popular entre las masas y muchos de los invitados se acercaban al lord para saber su opinión sobre un tema en específico. La rubia intrigada por todo, se excusó con Glimmer y se acercó a donde estaba el conde. Este consciente de que había llamado la atención de la reina consorte, se separó del grupo apropósito y se dirigió hasta un balcón. Adora inevitablemente lo siguió hasta ese lugar. - ¿En qué puedo servirle majestad? – La rubia se sobresaltó porque de repente le hayan dirigido la palabra. – Eh...nada. Solo estaba aburrida y vine a tomar aire. – Era raro que la reina trastabillara. Después de casi 20 años en la corte, había logrado ocultar sus inseguridades al hablar. El caballero la vio fijamente pues no le creía una sola palabra, pero decidió dejarlo pasar.- Siendo usted la reina eso debe ser imposible, ¿por qué no baila con su esposa? – Sugirió el caballero. Adora volteo a ver a Glimmer que seguía hablando con Bow y recordó lo incomodo que es para ella bailar con la mujer.

Con el tiempo algunas cosas se volvieron monótonas, tomar su mano, acariciar su mejilla y darle palabras de amor. Pero realmente eran actos vacíos que solo la hacían sentir miserable, pues ella no podía corresponder al gran amor que la reina tenia por ella. Por suerte dormían en habitaciones distintas, porque cree que no podría soportar despertar todos los días en brazos de una mujer que no amaba. -No creo que sea posible ahora. Está charlando con uno de sus mejores amigos, además no soy gran fan del baile.- Confesó de repente la mujer, no sabía porque había dicho eso último, por lo regular estaba mejor capacitada para hablar.- Una lástima, pensaba invitarla para la siguiente pieza.- Entonces Adora se sonrojó por la declaración, pero eso no le impidió responder de forma divertida, casi coqueta.- Audaz de su parte Conde. Sacar a bailar a la reina y más después de lo que le acabo de decir.- Esto no hizo retroceder al lord quien había extendido la mano para que la mujer aceptara la oferta. – La audacia es algo que corre por mis venas. No le temo a nada ni a nadie. - Aquello sorprendió a la rubia quien se quedó viendo con curiosidad al hombre.- Que suerte tiene entonces. Yo en cambio sí vivo con miedo.- Mencionó la rubia quien no sabía porque la presencia del lord la hacía hablar demás.- Se puede saber que es.- Devolvió el lord un poco más serio.- A que me alcance el pasado.- Soltó la reina.- Que aquellos errores, un día lleguen a mí y me destruyan.- La declaración tan cruda hizo sentir mal al hombre, pero aquello no duró mucho porque enseguida volvió a su actitud seria y altanera.- A todos nos llega la hora, los errores cometido siempre cobran una factura. – Un escalofrió recorrió la columna de Adora, aquellas palabras le volvieron a recordar su ingenuidad y debilidad. La traición que cometió a muchas personas y a su amada.

La música empezó a sonar y el conde levantó una ceja a la rubia en lo que era una pregunta aun no contestada. Adora sonrió. –Bien. Bailare con usted, pero yo dirijo. - Esto pareció divertir al conde quien dejó escapar una pequeña risa.- No dejo que nadie me controle.- Y sin más se dirigió adentro donde preguntó a otra mujer y la sacó a bailar.

De repente Adora se sintió molesta por ello. Se supone que ella era la que estaría en ese baile en los brazos del conde. Observó atentamente como la chica, que ahora reconocía como Esmeralda, hija de Hope, se divertía. Resopló frustrada y salió a los jardines a despejar su mente que ahora la hacía sentir cosas incoherentes.

Deambuló por las grandes rosaledas hasta que su subconsciente la llevo a un lugar donde una vez fue feliz. En esa parte del jardín, Catra se había arrodillado y le había pedido que se volviera su esposa. Inconscientemente la rubia llevó su mano a su pecho y tocó algo que colgaba ahí. El anillo que le dio aun lo conservaba y lo traía siempre consigo. Lo ocultaba debajo de sus ropas para evitar preguntas incomodas de su esposa e hija. Ese objeto circular, junto con su niña, son lo único que la mantenían con vida.

Maldijo el día en que había decidido engañar a Catra. Su mente rebobinaba y rebobinaba ese día y no podía dar explicación a lo que pasó. Lo peor fue que lo aceptó después. No lucho o peleo por evitar eso. Nunca visitó a Federick y muchos años después se enteró de su muerte.

Aún recuerda como ese día regresó de una batalla. Acabar con una revuelta debía de hacerla sentir satisfecha, en cambio la hizo sentir culpa y dolor. Necesitaba consuelo y fue a ver a escondidas a Federick, el hombre era sabio y comprensivo, por lo que tal vez la podría ayudar. Cuando preguntó por el hombre le dijeron que él había fallecido hace 7 años. Ella entonces sin dudarlo se dirigió a hurtadillas a Fright Zone. Necesitaba ver a Catra y contarle lo ocurrido. Pero cuando fue a buscarla le dijeron que había muerto. Que una torre de vigilancia alcanzó a ver como ella caía del acantilado; que una guardia y otra prisionera murieron en el intento de escape. Entonces ella se desplomó y lloró. Llegó tarde, no solo a Federick, sino también a la persona que más amaba.

Después de ese día, ya hace 10 años, ha sido una cascara viviente. No siente felicidad ni tristeza; ni dolor o placer. El mundo a su alrededor le es indiferente y solo vive porque dentro de su corazón aún existe una pequeña luz. Su hija.

No sabe por cuánto tiempo estuvo llorando, tal vez fueron segundos, quizás minutos o incluso horas, pero cuando terminó, algo del dolor de la vieja herida había vuelto.

Después de que Adora se tranquilizara un poco, regresó a la fiesta para acompañar a Glimmer. Quedó perpleja al ver que su esposa estaba bailando con el invitado de honor. El conde no le mintió cuando le dijo que era audaz, pues llevó a la reina en un baile fluido y elegante. Ambos parecían divertirse y vio como el caballero en un par de ocasiones le susurraba algo al oído y la reina se rio de los comentarios de su pareja.

Cuando terminó el baile, el lord le volvió a murmurar algo, y Glimmer con una gran sonrisa asintió. Ambos se alejaron del salón y Adora solo frunció el ceño. Un sentimiento de molestia parecía crecer en su pecho, sin embargo, no podía estar segura de que fuera por Glimmer.

Discretamente siguió a la pareja hasta una de las fuentes del jardín y se ocultó en los arbustos para ver la interacción. Vio como el conde le entregó a la reina una rosa que había recogido anteriormente y esto la hizo sonrojar. Luego lentamente puso la rosa en su cabello y acaricio delicadamente su mejilla. Adora entonces salió de su escondite y gritó. - ¿Qué está pasando aquí?- La repentina aparición tomó por sorpresa a la pareja. No esperaban tal interrupción.- Nada su majestad. Solo acompañaba a la reina en su recorrido.- Fue el caballero el que respondió. Adora no le creyó ni una palabra pero no quería hacer un escándalo.- Cariño, solo salí a tomar un poco de aire y el conde se ofreció a acompañarme. Después de todo, desapareciste y no te encontraba por ningún lado. - Adora vio a su esposa y de repente se sintió culpable por abandonarla gran parte de la noche. – Fue un honor hacerle compañía su majestad. Pero debo retirarme.- Esto pareció sorprender y decepcionar a ambas mujeres. – Supongo que no podemos hacer nada para persuadirlo.- La rubia fue la que respondió. El caballero sonrió y dijo – Si bien la noche es joven, mi energía ya se está agotando y algo me dice que mañana será un día muy ocupado.- Entonces el lord hizo una reverencia y se retiró del lugar.

Después de su partida un silencio desagradable se estableció en el ambiente. Ninguna de las dos mujeres quería hablar del tema, porque sabían que eso traería problemas más profundos que no estaban dispuestas a discutir. Así que, en una caminata incomoda, regresaron al palacio para terminar el resto de la velada.

El conde de DrylDonde viven las historias. Descúbrelo ahora