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YeoSang jamás soportó las miradas de la gente sobre él.
Normalmente recibía aquel tipo de atención por su ropa tan desarreglada en los lugares menos indicados. Como en el hotel; un conjunto de pijamada sin duda no lograba mezclarse correctamente con la elegancia de las personas que se encontraban hospedadas en él.

El verdadero problema era que las miradas que recibía en aquel preciso momento eran sumamente extrañas he incómodas de afrontar para él.
Todo el mundo parecía querer acercársele y coquetear descaradamente. Incluso había tenido que rechazar a cuatro personas-hombres y mujeres– en un lapso de tiempo exageradamente corto.
Claramente estaba fuera de su zona de confort.
Anhelaba con toda su alma que Sicheng no se atreviese a sobre pasarse con él.
Su consuelo era el que Jjong se encontrase escondido entre las sombras de aquel bar, cuidándolo desde la lejanía.

Era estúpido como él trato de las personas cambiaba solo por su apariencia.

Acomodó su postura en la silla correctamente y colocó un mechón rebelde de su cabello castaño tras de su oreja, fingiendo una pequeña sonrisa amable cuando un bien vestido Sicheng tomó asiento frente a él, sus dos guardaespaldas quedando a una distancia prudente de donde se encontraban.

—Estás encantadoramente más precioso que la última vez que nos vimos —su sonrisa fue coqueta. El cumplido no se sintió para nada bien.

Tragó saliva y asintió.

—Quise arreglarme para la ocasión.

—Mm, ya veo —su sonrisa se hizo más grande, casi como si amase escuchar como alguien se esforzaba por impresionarlo—. No puedo imaginar cómo lucirías sin todo eso puesto.

Aquello sin duda le desagradó en demasía. ¿Ese hombre si quiera sabía que eran los modales?
Ah, ¿cómo se supone debía responder? Le gustaría poder simplemente lanzar un puñetazo y huir. Era claro que no podría hacer algo como ello.

—Bueno, quizás podrías ver cómo luzco sin ella más tarde.

Por el amor a Dios, ¿que bazofia estaba diciendo?

Es por la misión. Se recordó.
Solo debía llevarlo hasta la cama, dejar a los guardias fuera de la habitación, y Jjong se encargaría del resto.
Él no tendría realmente que llegar al acto sexual. No dejaba de ser desagradable, de igual forma.

La noche pasó de una forma tortuosamente más lenta que de costumbre, la música se encontraba a todo volumen y el olor a alcohol, cigarro y sudor era agobiante. Sin duda no era su ambiente. Odió la forma en la que las manos de Sicheng tomaron sus caderas al bailar, acercándolo con fuerza hacia su cuerpo y restregando su entrepierna en su trasero. Se abstuvo con todas sus fuerzas de voltearse y clavar una patada entre sus piernas.
En cambio, siguió intentando moverse de la forma más sensual que su mente podría ejecutar. Y por el gruñido que había dejado salir el chino cerca de su oreja, parecía que lo estaba haciendo bien.

—¿Quieres ir a tomar un trago y luego ir a mi habitación? —susurró demasiado cerca, un escalofrío desagradable surco por él cuando el aliento contrario dió directamente contra su nuca.

—Me encantaría —en aquel punto haría cualquier cosa por alejarse de aquel tipo y terminar con todo aquello de una vez.

Lo único que realmente le preocupaba era el hecho de que mantenía oculta en su bota de cuero una pequeña jeringuilla que contenía una peligrosa cantidad de calmante en ella.

"—Solo debes hacer que duerma, y esconderte en la habitación. Yo me haré cargo del resto"

Aquellas habían sido sus palabras.
Pero él no estaba tan seguro de poder hacer algo como ello.
Es decir, ni siquiera sabía cómo es que había llegado hasta aquel punto de su misión encubierto sin arruinarlo, no podía parar de imaginarse una situación en donde él terminase inyectándose a si mismo la sustancia en vez de a su objetivo.

Rata informática »JongSang«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora