Él era así, cómo lo fue su padre, su abuelo y todos los que vinieron antes de él. Él era así, si había nacido siéndolo o si aprendió a serlo era una cuestión que no tenía sentido responder. Había algo, sin duda, que lo hacía diferente a sus predecesores, además de su nombre, Volodymir tenía sueños.Los demás siempre habían hecho apología a su inteligencia, pues era excepcionalmente bueno en todo lo que estudiaba. En sus venas corría un talento familiar hacia la medicina, la cual acabaría siendo su profesión.
Sin embargo, en lo que a Volodymir corresponde, no fue su inteligencia lo que marcó la vida de otras personas, fue más bien su falta de madurez emocional. Las personas le dan demasiada importancia a cosas intrascendentes, algo tan superfluo como una calificación o una medalla de oro pueden hacernos sentir dueños de un momento importante en la historia por algunos segundos, pero qué sentido tiene encontrar la solución a problemas geométricos que alguien ya respondió hace cientos de años. Las cosas que más importan están dentro de nosotros y las ignoramos exhaustivamente.
Y así fue con Volodymir, creció tanto en su cabeza que olvidó alimentar su corazón.
El día en que la conoció a ella, lo perdió todo. Cuando intercambiaron sus primeras palabras, olvidó quién era él y todos sus sueños mutaron hasta convertirse en un futuro a su lado. Renunció a su sed de poder y fama, no quería ser reconocido como su abuelo ni un genio como su padre. Volodymir quería entregarle su vida a la mujer que amaba.
Amor es una palabra muy compleja, a veces, no es amor aquello que está roto. Tal vez es fácil confundirlo con necesidad, obsesión o soledad. Sí, porque cuando uno está solo es fácil confundir el amor con la momentánea satisfacción de sentir que el mundo es un lugar menos vacío. Porque como humanos anhelamos poseer, para poseer algo debemos nombrarlo, todos deseamos ser amados y qué suena mejor que amor.
Dos felices años pasaron antes de que se casaran, y tuvieron a su primer hija el tercer año, Ofelia, una niña hermosa con los ojos oscuros de su padre y el cabello castaño y lacio de su madre. Una pequeña alegre que creció en un hogar lleno de amor donde nunca le faltó nada.
Ofelia era la mezcla perfecta de ambos, era inteligente y amable, tenaz y cálida. Seguramente crecería para ser médico como su padres.
Cuando la niña cumplió doce años, nació Efel, su hermanito menor. Todos comentaban cuánto se parecía a Volodymir al verlo, grandes ojos oscuros y labios rosáceos, rizos negros cayendo sobre su frente y el ceño fruncido de su padre.
Cuando Efel cumplió cuatro años, Volodymir comenzó a notar a su esposa más distante, seguían llevándose bien, se besaban y tenían su intimidad pero algo no era como antes, la sentía alejándose. Entró en pánico por la sola idea de perder el paraíso en el que vivía y las dudas envenenaron su mente.
Comenzó a desconfiar de ella y a vigilar sus movimientos de cerca, aunque lo hizo bien y ella no se dió cuenta, sólo acabó lastimándose a sí mismo.
A mediados de ese año, su suegra enfermó y naturalmente ella debía ir a cuidar de su madre. Volodymir no pudo acompañarla, tenía un horario ocupado en el hospital y estaba a punto de obtener un ascenso. Además, sería estresante para los niños ver a su madre preocupada.
La acompañó hasta el aeropuerto, le dio un beso y le dijo cuanto la amaba, ella sonrió y respondió que también lo amaba. "Yo también", dijo. Él sintió que algo faltaba. Pasó una semana y recibió una llamada de su parte avisándole que se quedaría un par de días más para ayudar a su madre.

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Tempel
Teen FictionSobre seres fantásticos que iluminan la vida de las personas, siempre y cuando, estén dispuestas a creer que el amor existe. Efel es un joven pianista que sólo conoce la soledad y el tedio. Tempel es un cometa que apenas tiene brillo, el universo p...