XVI

122 25 6
                                    


Solía verla a lo lejos, sabía que estaba llena de vida. Inescrutables criaturas enigmáticas. Quería ir allí con toda su alma.

Siempre creyó que fue una cruel broma del universo haberle dado tanto en que pensar sin poder hacer nada. No podía proclamar que estaba vivo si todo lo que hacía era observar a su alrededor. Inconmensurable oscuridad y luz intermitente.
Recordaba la primera estrella que vió morir, y como la escuchó llorar para no ser olvidada, fue la primera vez que sintió terror.

No quería ser el simple rastro de un trozo gigantesco de hielo en el horizonte. No quería ser invisible e insignificante.

Cuando lo golpeó aquella sonda espacial, algo se despertó en él. Alguien más sabía de su existencia, alguien en aquel planeta se sintió atraído hacia él.
Aunque pasarían años antes de que entendiera lo que significaba.

Sería extremadamente difícil explicar cómo llegó a la Tierra. Como su alma se separó de su corteza, y cambió de mil formas hasta adaptar la morfología humana, como sintió frío por primera vez, y dolor, mucho dolor.
Si bien todas sus moléculas partieron del hielo, y cada átomo de su cuerpo provino de aquella roca, había algo en su pecho que vino de otro lugar.

Él no lo sabía, pero detrás de una gruesa capa de hielo, había un corazón igual al de un humano.
No cumplía ninguna función, no bombeaba sangre a ningún lado, era más bien una copia idéntica a la de un muchacho que lo esperaba a tan sólo unos kilómetros.

Secretamente había recibido una misión. Debía hacerlo latir a toda costa, si conseguía devolverle la vida a ese corazón, haría feliz a esa persona. De igual manera, podía lastimarla.

El cuerpo de Tempel no era humano, mientras en él habitase, obedecería a las leyes que el universo había dictado. Hielo, polvo y gas. No son sinónimos de vida, al menos no como la conocemos. Sin embargo, él vivió.

Si bien podía llenarlo de alegría una palabra dulce, otra menos agradable podía hacerlo miserable. Se hallaba constantemente en busca de hacer estallar aquel cristal que cubría su corazón. Aquello que lo separaba de Efel.

La primera vez que se fracturó creyó que no significaba nada, cuando terminó de romperse ambos creyeron que sería el final.

Porque romper él corazón de un cometa le da fiebre, dolor de cabeza y a veces, termina perdiendo la consciencia.

Aún así, el corazón debe romperse. Si no se rompe él seguirá siendo una figura de cristal en un mundo lleno de hogueras y Tempel quería vivir plenamente y exponerse al mundo que tanto había anhelado.

Por lo que, sin darse cuenta, su corazón y el de Efel se volvieron uno. No literalmente, pero sus latidos marcaron los mismos compases. Tal vez, en un sentido metafórico, Efel también tenía el corazón de hielo antes de conocer a Tempel.

– ¿Ya sabes qué le regalarás a Sophie? —preguntó Efel.

– Creí que tú comprarías un regalo de parte de los dos —rió.

– ¿Por qué haría eso? Te está yendo bien con el libro de cuentos que publicaste, y es más amiga tuya que mía.

– Es tan amiga mía como tuya —repuso, Tempel.

Se acercó por atrás de él y le enseñó una pequeña caja azul de regalo.

– Así que al final le compraste algo. —acomodó el cuello de su camisa.

– No, esto es para ti.

– ¿Para mí? ¿Es una especie de broma? –enarcó una ceja.

Tempel sólo sonrió sin moverse. El chico de cabello oscuro tomó la cajita entre sus manos y la abrió, en su interior había una roca, pero no era sólo una roca, tenía algo pintado sobre ella. Era la silueta de un joven asomado a una ventana y en el cielo nocturno podía asomarse la cola de un cometa. Efel sintió un lúcido recuerdo inundándolo al sostener la piedra entre sus manos.

– Oh... Uhm...

– Pinto muy bien, ¿cierto?

– No sé qué decir... Es hermosa. Gracias...

Tempel asintió y esperó en su sitio.

– ¿Qué pasa? —preguntó El al rato.

– Nada, estoy esperando el mío.

– Pero... No tengo nada para ti, hoy no es Navidad o algo parecido.

– ¿Y?

Efel miró hacia los lados y encontró que sólo tenía ambos brazos lánguidos a sus costados. Se acercó un poco a Tempel y lo abrazó. Enterró su cabeza en el pecho del cometa y suspiró.

– Espero que sea suficiente.

– Es mejor de lo que esperaba —contestó el más alto y lo rodeó con sus brazos.

– ¿Ahora vas a decirme por qué nos damos regalos?

– Porque podemos, El. ¿Por qué otra razón haríamos las cosas?

– Nunca voy a terminar de entenderte. —concluyó.

Más tarde fueron al departamento de Sophie, le desearon un feliz cumpleaños. Efel le regaló una correa para su cámara de fotos, Tempel le regaló un cupón para pintarle lo que ella le pidiese. Max y Efel hablaron sobre el clima en una conversación muy incómoda. Tempel intentó bailar break dance en la cocina y rompió un florero. Efel bebió un cuarto de botella de vodka.

– Vamos, enano. Dinos la verdad —molestó Max— ¿Están saliendo? ¿El grandote y tú son pareja?

– Déjalo tranquilo, Max —regañó Sophie.

– No tiene nada de malo —rió el mulato— Sólo me da curiosidad.

– No-hip...Esta...mos...Salien-hip...do —se esforzó por decir, Efel, quien abrazaba la botella cariñosamente.

– ¿No? —Max se cruzó de brazos— Qué decepción.

– ¿Qué cosa es una decepción? —apareció un castaño bastante confundido.

– Max cree que Efel y tú son pareja. Y El acaba de decirle que no lo son.

Tempel rió nerviosamente.

– ¿Y lo son? —lo codeó Max— Vamos, Tempel, tus ojos brillan cuando lo miras.

Si tuviera sangre en su cuerpo, se habría sonrojado, estaba seguro. Sólo rió.

– No debería hablar por él —dijo el cometa, observando al pianista quedarse dormido en el sofá junto a su amada botella— Pero...

Tanto la pelirroja como el mulato lo miraron expectantes.

– Soy irresistible, no me sorprendería que se enamorara de mí.

Sophie y Max entornaron los ojos y continuaron besándose. Él aprovechó el momento para sentarse junto a Efel y prestarle su hombro como almohada.

– Tú y yo...somos almas gemelas —le susurró.

Y Efel jamás supo que le habían dicho esas palabras.














.
.
.

"Dicen que las personas vienen de a dos
Y nadie se parece a ti, es verdad..."

I Could Fight On A Wall. Aquilo









Holaaaa.
Estoy muy emocionada porque vienen grandes cambios en mi vida. Y tengo mucho que compartir con ustedes a través de esta historia.

Con todo el amor,

N.

TempelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora