XXII

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Si bien la vida podía parecer eterna, cuando se tienen los años contados uno está obligado a vivirla más deprisa. Vivir para algunos es un trabajo, para otros una experiencia maravillosa y existen para quiénes es simplemente un aplazamiento de la muerte. Tempel no podía definirla como ninguna de las anteriores, sólo sabía que si existía una cuarta forma de describirla, entonces él estaba estableciendo una quinta.

Para Efel la vida comenzaba a ser otra. Nuevas etapas traen consigo nuevas experiencias, Efel quería entregarle a Tempel todas las que pudiese, no quería que se fuera de este mundo sin haberlo conocido. Por lo que durante los últimos meses había estado ahorrando gran parte de su salario para darle un regalo que sabría que amaría.

Planeó todo a escondidas, pero le quedaba algo por hacer que no recordaba haber llevado a cabo hace mucho. Debía pedir un favor.

Cuando Tempel salió aparentemente a visitar a Allan, Efel corrió a tocar la puerta de Sophie apresuradamente. Antes de que se diera cuenta, estaba agitado de emoción y una sonrisa comenzaba a formarse en su rostro. Ella abrió la puerta para encontrarse con un chico desarreglado, todavía en su pijama gris con algunas manchas de café y una sonrisa algo psicótica en su rostro.

– Hola E...— antes de que pudiera completar su saludo, Efel (tal vez poseído por la cafeína) la interrumpió apresuradamente.

– Hola Sophie. ¿Estás ocupada? ¿Podemos hablar?

– Claro —sonó confundida— Pa...-

Esta vez la interrumpió Efel caminando al interior de su departamento.

–...sa. —completó Sophie cerrando la puerta.

El pelinegro no podía sentarse, caminó en círculos esperando a la chica, quien le ofreció un vaso de agua. Ella le insistió para que tomara asiento ya que comenzaba a preocuparla.

– ¿Y bien? —preguntó— ¿Qué te cuentas?

– Necesito pedirte un favor...—toda la energía pareció escapar de su cuerpo cuando tímidamente pronunció esas palabras.

– Hm...—hizo un gesto indicándole que continuara.

Sophie nunca había estado a solas con Efel por iniciativa de alguno de los dos, siempre los había conectado Tempel, de cierta forma, conociendo lo reservado que este podía llegar a ser, se sintió cercana a él cuando le expresó que necesitaba algo.

– No sé si has hablado con él sobre esto, pero Tempel no ha viajado a otros lugares. Siempre se la pasa diciendo cosas melancólicas sobre eso, es un fastidio...—frunció el ceño— Pronto van a ser las vacaciones de tu semestre así que si quieres y tienes tiempo sería —hizo una pausa para pensar en la palabra correcta— sería lindo que vinieras con nosotros.

No tenía planes, ahora que Max estaba en Canadá tampoco es que tuviera muchas personas con las que juntarse. Además, cómo podía negarse a ir de viaje con su mejor amigo y el "mejor amigo" de su mejor amigo.

– Ay El —intencionalmente lo llamó por su apodo, haciendo que el corazón de Efel se acelerara un poco, sólo un singular personaje lo llamaba así— Me encantaría, pero no entiendo...

– ¿Qué cosa?

– ¿Qué parte de eso es un favor?

Ahí estaba la parte que tanto había practicado frente al espejo. Como si las cinco tazas de café volvieran a su cuerpo por arte de magia, miró a Sophie directamente a los ojos y dijo en un tono fuerte y claro.

– No sé conducir —finalizó con una gran sonrisa.

Hubo unos cuántos segundos de silencio seguidos por una sonora carcajada por parte de la pelirroja.

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