II

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Estalló a carcajadas, si no fuese porque había dejado los alucinógenos hacía años, juraría que estaba imaginándolo.

-Pero es cierto .-el extraño se quejó-. Mírame. ¿Te parece que soy humano?

Efel lo pensó, se veía como un friki aficionado al cosplay, pero era demasiado elaborado como para serlo y estaba desnudo. Completamente, lo cual comenzaba a hacerlo sentir incómodo.

- Dame un segundo, te traeré algo de ropa antes de llamar a la policía.

- ¿Qué es la policía?

El chico sólo suspiró, no podía creer que una persona de aproximadamente su edad no lo supiera. Era imposible. Regresó con los shorts más holgados que tenía y se los entregó. No le preocupó que la prenda no fuese adecuada para el clima, sólo quería evitar el contacto visual indeseado. El extraño los miró como si fueran de otro planeta, metió un brazo por donde entran las piernas y miró a Efel en busca de aprobación.

- ¡Oh, vamos! Esperas que crea que eres un ser espacial. Un cometa proveniente de las lejanías de la... ¡Cómo sea!

-La Nube de Oort. -repitió.

- Eso. ¿Es una maldita broma, no? .-se llevó una mano a la frente y se desacomodó el cabello-. Mira... si sales por donde entraste, prometo no llamar a la policía. -suspiró, secándose las lágrimas incitadas por la risa.

El sujeto lo miró con pena en sus ojos.

-No puedo irme, aún no ha llegado el tiempo de mi siguiente órbita.

"Por favor, que esa órbita sea en cinco minutos." pensó. Ugh, Efel se sintió estúpido e inmaduro por comenzar a creerle.

-Está bien, si es así. -sentenció-. Pruébalo, hazme creer que eres un cometa.

Los ojos del de hebras claras se encendieron. Se aproximó al muchacho y lo miró directamente a los ojos. Sin pensarlo y fugazmente, Efel sintió una energía exuberante recorriendo su cuerpo, un increíble poder entró por sus retinas, y le mostró el universo y la Tierra desde el espacio, vio a Júpiter de cerca, como una de las obras de Van Gogh. Frente a él las estrellas comenzaron a desvanecerse, todo al unísono en que una soledad, que no se comparaba con ninguna otra, ni siquiera la suya, engullía los escenarios más hermosos que jamás había presenciado.

-Me nombraron Tempel 1, puedes llamarme sólo Tempel. Soy un cometa, de los que apenas brillan, pero tú me viste anoche y no querías estar solo.

Efel fue extenuado por lágrimas, tibias como los rayos de una de las estrellas que vio morir, se deslizaron por su rostro, no obstante, esta vez alguien estuvo ahí para abrazarlo.

-¿Qué haces? . -tartamudeó aferrándose a la espalda del más alto.

-Lo que hacen los humanos en momentos así. .- contestó sin culpa.

-¿Cómo sabes eso y por qué estás tan frío?

-Porque intercambiamos recuerdos, unos pocos .-el peligris se inclinó y tomó el rostro de Efel entre sus grandes manos-. Y, me voy a quedar por unos cuantos años.

Esa es la historia de cómo llegó Tempel a la vida de Efel, parecía una bendición del cielo e irónicamente, resultó ser un castigo divino.

-¡Tempel! Aprende de una buena vez cómo apuntar cuando vas al baño. -gritó Efel.

Desde el otro lado del departamento una melodiosa voz le respondió burlándose:

-¡Lo siento! Es demasiado grande para las manos de cualquiera.

Un bochornoso sonrojo apareció en la cara de Efel. "Pero que imbécil" pensó.

La verdad es que la actitud de Tempel había dado un giro estrepitoso en el mundo humano, aprendía con avidez y siempre traía algo nuevo con lo que fastidiar a su compañero, en mayor parte se debía a lo que veía en televisión, de dónde provenía el 80% de su vocabulario.

-Es hora de que aprendas a hacer algo útil. -lo reprendió.

-Sí, sí, ven aquí. -respondió palmeando sus piernas.

Efel le mostró su dedo del medio, porque ya saben, le tenía un gran aprecio en ese momento, y como era de costumbre, frunció el ceño.

-No eres nada tierno, por cierto, necesito teñir mi cabello, estoy pensando en castaño...algo que sea menos llamativo. Ya no me gusta estar encerrado.

La sorpresa no cabía en Efel, jamás, en los siete meses que habían pretendido cohabitar juntos a Tempel se le había ocurrido salir; al contrario, parecía que no cabía en su consciencia que había un mundo ahí afuera. Efel había llegado a pensar que el cometa tenía miedo de ser descubierto por las personas incorrectas, pero no era fanático de las conspiraciones.

-¿Eres tú? O ¿Acaso fuiste reemplazado por algún cometa benigno? .-preguntó.

-¿De qué hablas? El bien y el mal son inventos de tu especie para no autodestruirse.

Su amigo quedó en blanco, incluso le hizo un poco de gracia, porque compartían el mismo sentido del humor.

- ¡Mi pequeño engendro ha desarrollado un cerebro! .-celebró Efel abrazando al otro por detrás del sofá en el que se hallaba.

Y Tempel sintió pequeñas nebulosas formándose en su estómago.

TempelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora