XI

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El primer trago le pasó como fuego por la garganta, sacudió la cabeza y su piel se erizó levemente.

– Te extrañé .—sonrió mirando seductoramente la botella de tequila que sostenía en su mano izquierda, con la derecha, levantaba un pequeño vaso de shot nuevamente rebosante del líquido cristalino.

A su alrededor la gente ignoraba su existencia, le gustaba aquella sensación de ser invisible y, a la vez, sentirse tan importante. La música era decente, a pesar de ser pianista y disfrutar la música clásica, Efel tenía gustos muy variados, no tenía problema alguno con escuchar a Bad Bunny sonando a todo volumen en una fiesta.

Tempel se hallaba junto a Sophie, de pie frente al bar de la cocina ojeando las botellas de todos los colores y tamaños posibles, intentando elegir cuál sería la primera que tendría el gusto de probar.

– Malibu .—explicó la pelirroja—. Es ron con sabor a coco, dulce.

El castaño asintió, con los ojos atentos.

– ¿Y el vodka? —inquirió.

Sophie levantó las cejas y rió, negando con la cabeza.

– Será mejor que empieces con un Smirnoff Ice, tiene 5% de alcohol, está bien para que empieces la noche.

– ¿Segura? Creo que puedo manejarlo.

– Hazme caso, iremos poco a poco.

Volviendo al joven de ojos oscuros al otro lado de la sala, su ambiente había comenzado a templarse, sudaba y agitaba su suéter intentando que el aire le refrescara la piel.

– Ajá, mala idea traer esta mierda puesta. —habló para sí mismo y soltó una carcajada incómoda.

Un joven pasó a su lado y chocó contra él, Efel se volteó, listo para comenzar a soltar obscenidades de la A a la Z, porque bueno, ese era uno de los efectos que tenía el tequila en él.

– Hijo de... —se detuvo cuando vio el rostro del mulato.

– ¡Hobbit! —gritó Max, haciendo que Efel apretase un puño.

– Te vas a la mierda.

– Adorable como siempre. ¿Qué haces aquí? Ah, viniste con Tempel. Bien, bien. ¿La estás pasando bien? —habló rápidamente, como siempre lo había hecho.

– Lo estaba .—se mandó de un sólo trago el fondo de la botella.

– Wow, bájale los huevos a tu pastel, enano. Sólo estás aquí porque tu roomie me agrada.

– Sí, sí, como sea. ¿Dónde está el baño?

– Por ahí —señaló el más alto.

Se alejó de él sin decir nada, la única cosa que le pareció reconfortante fue ser capaz de mirarlo a los ojos y mandarlo a la mierda, como debió hacerlo años atrás.

El alcohol ya había colonizado su sistema para ese momento, así que después de haber orinado, salió tambaleándose del baño. Tenía mucho más calor que antes, le sudaba la espalda y le daba la impresión de que el aire acondicionado no abastecía el espacio del lugar.

– A la verga —dijo, y se desprendió de su suéter arrojándolo a un sillón—. Uuf, por fin.

Dió dos vueltitas de alegría y cayó en los brazos de un ser conocido hecho de polvo de estrellas.

– Uuh. ¿Qué haces aquí?

– ¿Qué haces semi-desnudo?

– ¿Te gusta?

TempelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora