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Mamá maneja el auto sin mirar a los costados para asegurarse de que no me pase nada, tiene la vista fija en la autopista, esta decidida a dejar atrás todo. Yo igual lo estoy, aunque me cueste un poco.

La música de la radio suena sin que ninguna de las dos le preste demasiada atención. Ambas tenemos la mirada fija en la marea de autos que tocan la bocina entre el tráfico.

Yo, no dejo de mirar mi celular, Miguel me escribe diciéndome que no podrá ir a verme ese día, porque tenía una cita con una chica <<Sam>>, ya había oído de ella, cuando Miguel se mudó al Valle hace casi ya un año y medio atrás cada noche hablábamos por videollamada, sabía que la chica lo traía loco y me alegraba saber que mi mejor amigo era feliz.

Aunque me desilusionó un poco no poder abrazarlo, después de tanto tiempo de no hacerlo. Entendí que ahora Miguel tenía una vida diferente en el Valle, según lo que me había contado.

Miguel y yo nos conocíamos desde siempre, su madre Carmen era la mejor amiga de mi mamá Erin, ambas habían trabajado juntas en el mismo hospital por años, mamá y Carmen se conocieron durante un turno, su amistad nació ese mismo día, ambas mujeres eran tan unidas que decidieron comprar departamentos lado al lado, fue así como yo crecí junto a Miguel y ambos nos hicimos mejores amigos desde la infancia. Miguel y yo siempre fuimos muy unidos y más aún cuando nos volvimos vecinos, íbamos a todos lados juntos.

Crecimos juntos en Riverside, Miguel siempre había sido un chico tímido, pero desde que se había mudado a Reseda el chico había cambiado, lo veía más seguro de si mismo, Miguel amaba su nuevo hogar y eso me ponía feliz.

Cuando el se mudó al Valle, pensé que nos distanciaríamos, pero me equivoqué, nuestra  amistad perduró a través de mensajes de texto y videollamadas donde hablábamos durante horas, contándonos todo lo que nos había pasado.

Finalmente, mamá decidió probar suerte en el Valle, Carmen hablaba maravillas del lugar. Mamá y yo habíamos estado solas en Riverside, podría decirse que para mamá fue más difícil estar sin Carmen.

Así que cuando ella anunció nuestra mudanza, ella estaba mucho más feliz que yo.

En cuanto mamá paró el auto puede apreciar por la ventana, lo que sería mi nuevo hogar, mamá no ganaba muy bien en el hospital en el que trabajaba anteriormente y me dijo que en el que trabajaría junto con Carmen no sería una diferencia, desde que papá se había ido las cosas se habían puesto un poco difíciles para nosotras. Así que nos la arreglábamos como podíamos.

—Es lindo— trate de sonreír mirando el desgastado edificio, mamá me miraba riendo mientras se ataba el cabello en una pequeña coleta.

— Es lo mejor que encontré—susurró abriendo el maletero del desgastado coche rojo— Carmen no pudo encontrar un apartamento libre en su edificio—me dijo un poco apenada, estaba segura que le hubiera encantado volver a ser vecina de su mejor amiga, a mi también me hubiera gustado volver a ver a Miguel todos los días.

Agarré algunas cajas del maletero y abrí la puerta del edifico quien por los años hizo un ruido muy fuerte. La pintura era o fue en sus momentos un marrón oscuro, ahora por los años no podía distinguirse muy bien.

— Maddie, agárralas bien— indicó mi madre quien caminaba detrás mío agarrando unas cajas más grandes y por su puesto más pesadas. Ella se retrasó hablando con el encargado de la construcción, así que me indicó con la mano que yo siguiese mi camino.

Asentí mientras subía por las escaleras hasta llegar al tercer piso, donde busque el departamento 3C con la mirada y sonreí victoriosa en cuanto lo encontré.

Nuestra planta contaba con cuatro pequeños departamentos repartidos uno en frente de otro, el pasillo era un tanto angosto con una luz que titilaba cada cinco minutos (lo cronometré)

—Ten— mamá dejó las cajas en el suelo y me tendió una llave un poco oxidada— mete todas estas, yo iré por las que quedan.

Volví a asentir sin decir nada mientras tomaba la llave entre mis dedos.

En cuanto logré abrir la puerta metí con un poco de dificultad las cajas más pequeñas. Suspiré cansada tratando de arrastrar con cuidado la más grande, que contenía por sobre todo la poca vajilla que poseiamos.

Me repetí a mi misma que podría meterla por la puerta sin causar ningún daño a los platos, mamá los atesoraba mucho ya que habían sido un regalo de bodas cuando ella y mi padre se casaron.

Aunque ella no quisiera admitirlo yo sabía que ella no quería deshacerse de la vajilla, eran recuerdos de papá. Y ella no estaba lista para dejar todo esos recuerdos ir, no aún.

De repente escuché como la puerta del departamento del frente se abría.

— ¿Necesitas ayuda?— me preguntó una voz gruesa, sorprendida gire para encontrar al dueño de aquella voz, y pude divisar a un chico apoyado en la pared del pasillo mirándome con una sonrisa.

No podía dejar de mirar sus ojos, creo que nunca había visto unos como los que poseía el, un verde profundo, eran únicos.

Sonreí mientras le asentía con la cabeza, el me devolvió la sonrisa ayudándome a meter la caja.

Fix You || Cobra KaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora