IX

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Por primera vez no supe que responder. Me sorprendió bastante lo que me dijo. Él siempre fue introvertido y muy tímido.

Si estas palabras las hubiese dicho cualquier otra persona, me lo hubiese follado en ese mismo instante, pero con Thomas era diferente.

Quería ir despacio, hacerlo bien, que ambos nos sintiésemos cómodos.

Agradecí enormemente que Damiano decidiese terminar con aquel descanso y mandase a todos de nuevo a ensayar.

Les seguí y me senté donde siempre lo hacía.

Estaban repasando de arriba a abajo las canciones que llevarían a San Remo. Lo hacían cada día. Esa sería su rutina hasta que el festival comenzase.

(...)

Victoria y yo volvimos pronto a casa. Acordamos en no decirle nada a papá de mi expulsión, pues eso solo traería problemas.

Me encerré en mi cuarto, como de costumbre y me tumbé en la cama.

Empecé a pensar en Thomas, en sus facciones, en su forma de andar, en su pelo despeinado recién levantado y en ese beso. Ese beso de está mañana.
La misma sonrisa tonta de ese momento se volvió a formar en mi rostro, la borré instantáneamente.

–¡Agnès!– Gritó mi padre más enfadado que de costumbre.

Bajé las escaleras y todo se jodió. Mi hermana estaba a su lado con la cabeza agachada.

–¿Qué pasa, papá?– Pregunté intentando sonar tranquila.

–¿Que qué pasa?– su voz sonaba distinta. –¿En serio lo preguntas?

La mirada de Victoria me dió a entender que dejase de actuar como si no lo supiese.

No tuve tiempo de hablar cuando mi padre empezó a gritar.

–Te han vuelto a expulsar. Otra vez Agnès.– Se llevó una mano a la cara. –Actúas como si lo supieses todo, como si follarte a todo lo que se mueve te hiciese más guay.– Hizo comillas con los dedos. –He intentado educarte, de verdad que lo he intentado. Y ¿qué he conseguido?– Rió sarcásticamente. –Una niñata drogadicta, una puta

Siguió insultándome pero no fui capaz de escucharle. Contuve mis lágrimas, no lloraría delante de él.

–¿Pensaste que no me enteraría? ¿Qué dando el teléfono de otra persona saldrías de rositas? Tan lista para unas cosas– me miró directamente a los ojos.– y tan tonta para otras. Y tú.– Miró ahora a Victoria. –Ayudándola para que yo no me enterase, confiaba en ti.

–Papá.

–¡Cállate!– Gritó. –Idos a vuestro cuarto, hablaremos de esto más tarde.– dijo esto más calmado.

Ambas caminamos escaleras arriba, conteniendo las lágrimas.

Entré en mi cuarto y me tiré a la cama. Me permití llorar. Desahogarme, quería desahogarme.

Papá siempre nunca cumplió su función de padre. Él siempre estaba fuera, dejándonos a Vic y a mi con una niñera. Casi que nos educó ella.

Unos golpes en la puerta hicieron que me secase las lágrimas.

–Pasa.

Mi hermana abrió la puerta.

–Uno de los profesores es amigo de papá.– dijo mientras sollozaba. –Se dieron cuenta de que diste un número falso y lo llamaron.

–Perdón por meterte Vic. –Me disculpé sinceramente. –Siempre os meto en problemas.

–No te disculpes, eres mi hermana y haré todo para ayudarte y sacarte de este infierno.– Ya había dejado de llorar y hablaba mucho mas calmada.– Después de San Remo nos mudaremos. Aún no sé a dónde, pero nos iremos de aquí.

Asentí lentamente. –Lo odio Vic, lo odio. Me hiere con sus comentarios, porque sé que lo siente, que realmente piensa así de mí.

Me abrazó.

(...)

Una piedra en mi ventana me despertó. Me levanté de la cama un poco asustada y miré por la ventana a ver que pasaba.

Para mi sorpresa el rubio estaba abajo.

–¿Qué haces aquí?– susurré mientras abría la ventana.

–Déjame pasar.

–Te abró la puerta.

Papá había vuelto a salir y estábamos las dos solas. Por suerte no volvimos a hablar de lo ocurrido esa misma tarde.

–¿Qué pasa?– pregunté mientras abrí la puerta. –¿Qué hora es Thomas?

–Las dos.– respondió entrando. –Vic nos contó lo que pasó y quise ver como estabas.

Nunca nadie había hecho eso por mí.

–Gracias rubio, pero no era necesario, ya sabes que estoy bien.– No lo estaba. Lo único que quería era abrazarlo fuerte y no soltarlo en horas.

–No mientas Agnès.– advirtió. –Te conozco bien.

–Vamos arriba.

Me siguió hasta mi cuarto. Una vez dentro y sentados en la cama lo abracé. El correspondió enseguida.

Trás unos minutos nos separamos.

–Fue muy duro con vosotras.– habló finalmente.

–Siempre lo es.– me encogí de hombros. –Aunque lleva toda la vida insultándome y debería estas acostumbrada, sigue hiriéndome. –Bajé mi mirada. –Gracias por haberte preocupado y haber venido.

–No des las gracias enana.– habló dulcemente.

Esté es más cortito pero intensito.
Publiqué ya la historia de Vic, id a leerla si queréis. Pronto subiré la historia de Ethan. Y bueno espero que os haya gustado este capítulo :)

Still loving you [Thomas Raggi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora