XXII

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A pesar de que Thomas y yo insistimos en que yo volviese a su casa, mi hermana seguía diciendo que durmiese una última noche con Damiano.

Estaba muy tranquila, habíamos ganado un juicio ya, y estaba segura de que ganaríamos este.

Que equivocada estaba.

(...)

— Mi hija, Victoria de Angelis, se llevó a su hermana, mi hija menor, de casa sin mi consentimiento. – Pronunció mi padre con tranquilidad.

— Pero yo estaba de acuerdo en irme de casa con mi hermana. – contraataqué yo.

Victoria me miraba asustada.

— ¿Victoria de Angelis, usted se fue de casa con su hermana a pesar de que su padre no lo consentía? – Cuestionó el juez.

— Sí.

— Pero yo quería irme. – Volví a decir.

— Victoria, ¿usted sabía que su padre se negaba?

— Sí.

— Repito, que yo sí quería irme.

— Cállese. – Ordenó el juez mirándome.

Todo estaba yendo mal. Mi hermana no me había secuestrado, yo quería irme de esa casa.

— Eso es un secuestro. – dijo el juez.

— ¡No es un puto secuestro! – Grité levantándome de la silla. Me daba igual lo que pasase, mi hermana no me había secuestrado y no iba a dejar que nadie dijese lo contrario.

— Señorita de Angelis, siéntese y mantenga la calma.

— Estate tranquilo tú. – dije fuera de mi misma. — Mi hermana no me ha secuestrado. Ese hijo de puta se lo está inventando todo. ¡Yo quería irme de esa casa! – Grité.

— Agnès tranquilízate. – dijo mi hermama intentando contener su rabia.

— Quien tenía tu custodia es tu padre, señorita de Angelis, da igual que tú quisieras irte con tu hermana, quien decide es tu padre. – Habló el juez. — Doy finalizado el juicio, lo siento chicas.

Mierda. Habíamos perdido. Habíamos perdido me cago en la puta.

— Mi padre abusó de mí. – confesé. Era mentira, evidentemente, pero ya puestos a inventar. — Era una niña, y él estaba borracho.

— Continúe, por favor.

— Fue unos meses antes de ir a España. Mi hermana esa noche no estaba en casa. Yo estaba terminando de cenar y él estaba en la cocina, bebiendo. Cuando fui a dejar mi plato para lavarlo, me empujó e intentó meterme mano. Yo estaba muy asustada y por miedo nunca lo había confesado. – era todo una farsa. No sabía si esto funcionaría pero lo tenía que intentar. — Por eso quiero escapar de casa, entre otras cosas.

— ¿Eso es cierto, señor de Angelis? – Cuestionó el juez mirando a mi padre, quien había palidecido al oír mi testimonio.

— Eso no es cierto. – dijo con cierto nerviosismo. — Yo nunca he abusado de ninguna de mis hijas.

— ¿Hay pruebas que verifiquen que fuiste abusada?

Negué.

— Si no hay pruebas tengo que dar por finalizado el juicio, tú padre tiene tu custodia y tienes que volver con él. – concluyó.

Mierda. Mierda. Mierda.

No pude contener las lágrimas al ver como Thomas me miraba. Mi padre no me dejaría verlos, a ninguno de ellos. Ni si quiera a mi hermana.

— Jaque mate. – susurró mi padre con una sonrisa victoriosa.

— Eres un cabrón. – dijo mi hermana con rabia. — Deberías haberte muerto tú, hijo de puta.

Mi padre me agarró del brazo y de un empujón me llevó con él. Sin dejar que me despidiese de Damiano, ni de Ethan, ni de mi hermana, ni de Thomas.

Thomas.

(...)

Por suerte, mi padre volvió a mandarme a España, a un centro de menores.

Justo el día después del juicio me dejó en el aeropuerto y desapareció de mi vista.

Era distinto al que estuve la otra vez, aquí las normas eran más estrictas, quizá porque todos los que estabamos aquí éramos mas mayores.

Por la mañana teníamos clase, por la tarde había algunas actividades deportivas, y teníamos una hora de móvil al día.

Hora que aprovechaba para hablar con mi hermana, porque no me atrevía a hacerlo con Thomas.

— ¿Crees qué podréis sacarme de aquí? – Pregunté en un susurro.

— Sí. Pero no todavía. El juicio esta muy reciente y no nos dejarán traerte de vuelta. – respondió mi hermana a través de la otra línea. — Creemos que después de San Remo.

— Victoria estamos en noviembre. San Remo es en marzo.

— Lo sé Agnès, lo sé. Es lo que hay, lo siento.

— ¿Cómo estáis vosotros?

— Bien. Hemos vuelto a ensayar, y la semana que viene empezamos a grabar el nuevo disco.

En ese disco iba a grabar yo algunas cosas. Era una auténtica putada lo que nos había hecho nuestro padre. Nunca nos ha querido y nunca lo hará.

— Me tengo que ir. – dije. — Mañana hablamos. Te quiero Vic.

— Yo también Agnès.

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AAAAAA.
He de reconocer que esto fue demasiado improvisado y no lo he pensado demasiado, pero me ha gustado bastante como ha quedado, espero que a vosotrxs también. Podéis decirme vuestra opinión si queréis, os leo.

Still loving you [Thomas Raggi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora