Los días en aquella casa eran sumamente cansados, el estrés estaba en cada rincón del lugar y la tensión era algo tan común que era pasada por alto.
- Parece que los miembros de la Academia Umbrella cada vez tienen un peor desempeño - decía el egocéntrico viejo a espaldas de los jóvenes, quienes ya se encaminaban a las escaleras para descansar, sus palabras caían como ladrillos en sus hombros si eran totalmente sinceros.
- Hacen lo que pueden, padre... - susurró número siete con un nudo en la garganta, si bien los regaños no iban para ella, le era imposible guardar completo silencio.
- Vanya, no te metas - soltó el moreno de forma tan tajante que ni el mayor quiso dar replica a sus palabras.
Caminaban para ir a sus habitaciones después del entrenamiento era de las cosas más incomodas que había, todos se encontraban ansiosos, algunos frustrados, otros enojados o una mezcla de todo, o como número cuatro, sin ninguna emoción reflejada, a este último ya le daba igual lo que dijera aquel hombre que decía ser su padre.
Por parte de número cinco estaba en un torbellino de emociones, enserio pensó que lo hacía bien, creyó ingenuamente que su habilidad estaba mejorando pero al parecer no.
Salió de su pequeño trance al sentir una mano en su espalda como intentando darle confort o lastima, de cualquiera de las dos formas le parecía patético, así que solo apresuró el pasó para poder encerrarse en su habitación.
Era número ocho, o llamándola por su nombre, Iracebeth, de todos los miembros ella era la más cercana a él, era la única persona que podía cuidar de él sin que este se molestara demasiado, no solía ser de su agrado que lo protegieran, se sentía más débil y solía decir que no era una imagen apropiada para alguien que se enfrentaba a criminales con frecuencia.
- Ya sabes como es, se le va a pasar - dijo el número seis de la Academia para la chica mientras le daba una tranquila sonrisa ladina.
- Gracias, Ben...¿quieres que leamos algo juntos?-- siempre mantenía ese tono amigable en su voz, tratando de cuidar a su familia hasta en los más mínimos detalles, su hermano asintió gustoso y juntos subieron a su cuarto.
Los demás miembros se encerraron en sus habitaciones.
La última persona en subir fue la castaña, quien como siempre cargaba su violín. Sus pasos eran temerosos, podía escuchar algunos sollozos pasando detrás de algunas puertas, golpes también, fuera de la puerta de cinco podía escuchar como daba los saltos espaciales por su habitación, acompañado de algunas groserías que decía cuando algo no le salían, en cambio en la de número seis estaba silencioso, cosa que le pareció curiosa, pues usualmente escuchaba llanto salir de esta.
Una pequeña sonrisa se formó en su rostro, la puerta de Iracebeth estaba abierta, seguramente le hacía compañía al chico, cosa que consolaba a Vanya de alguna manera.
-
Unos toques en la puerta llenaban la habitación del menor, su ceño ya estaba fruncido, estaba demasiado cansado como para que alguien llegara así a interrumpirlo.
- ¿Qué quier - se vio interrumpido al ver lo que había detrás de la puerta, su rostro tomó otra expresión y en su pecho pudo sentir un golpe de calidez
La chica extendió la taza de café al contrario, sabía perfectamente que la necesitaba.
- Gracias -
--¿Estás bien? -
- Si, solo cansado...papá fue algo duro en el entrenamiento de hoy - admitió adentrándose en su espacio mientras le daba sorbos al café - ¿Griddy's?
- Oh, si, también te traía una dona pero se la di a Klaus para que la cuidara y se la comió - soltó una pequeña risa, lo cual causó una sonrisa en su compañero.
- Vanya dijo que nos ayudaría a entrenar, ¿quieres acompañarnos? -- Está bien, ¿cuando sería? -
- En una hora - aclaró ella con una sonrisa entrando a su habitación.
- Vamos juntos? - pensó en voz alta, tarde se dio cuenta de sus palabras.
Ella asintió y se sentó en la cama con la mirada perdida tratando de controlar sus nervios.
- Ehm, toma - metió la mano en el bolsillo de su saco y dejó ver un sobre blanco en sus manos, entregándoselo directamente al chico, quien extrañado la veía con el ceño fruncido.
Dejó la taza encima del mueble y tomó la carta con intenciones de abrirla.
- No la leas hasta la semana que viene, ¿si? - su cara denotaba que era importante para ella que la leyera después, así que este solo asintió y la guardó en el cajón.
- ¿Pasa algo? - tomó asiento junto a ella con una ligera expresión preocupada.
- No - jugaba con sus manos causando una distracción para si misma, lo cual confundía más al castaño pero solo decidió ignorarlo
Pasaron la hora hablando, número cinco seguía tomando café para poder tener energía, estaba exhausto pero no podía negarse a la idea de dejarla entrenando 'sola'.
Admitía que había sido algo grosero de su parte lo que hizo en la tarde, pero ella no se lo reprochaba, lo conocía, así que dejaba pasar esas actitudes.
- Cinco, Beth, vámonos - susurró número cuatro desde el marco de la puerta captando inmediatamente la atención de la pareja, para después caminar los tres juntos al punto de encuentro, tratando de que Klaus no hiciera tanto ruido como de costumbre.
Los entrenamientos nocturnos no eran algo raro, cuando la mayoría se sentía insatisfecho los hacían, así podían ir a dormir sin peso en la conciencia y satisfechos por su trabajo, eran más livianos que los que su padre hacía ya que Vanya los preparaba y los dirigía, siempre cuidaba lo que decía, eran más pacíficos con la ausencia de Reginald.
Duraron cuatro horas entrenando en la azotea, no fue el entrenamiento del año por obvias razones, pero era suficiente para los miembros de la academia, los cuales cayeron profundamente dormidos al tocar su almohada.
La única que no durmió del todo fue número ocho, quien últimamente tenía incontables visiones en forma de pesadilla.
A veces odiaba sus poderes pero para bien o para mal, eran parte de ella, gastó sus horas de sueño sentada en el suelo escribiendo en su libreta, esperando a que la campana de su madre sonara para desayunar o hasta caer dormida, lo que viniera primero era bien recibido.
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Cartas - Umbrella Academy
FanfictionNúmero ocho siempre priorizó una cosa, proteger a su familia sin importar el costo. Saber el futuro a veces puede ser una de las cargas más pesadas que hay, más cuando no sabes si es posible cambiarlo. Una historia medianamente corta.