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Eva

Eran las 10:30 y aún seguía durmiendo. ¿Sinceramente? Ignoré la alarma.

No me apetecía ir a clase, y sé que es irresponsable, pero por un día no va a pasar nada tampoco.

Abrí mis ojos lentamente. Me sentía un poco vacía, obviamente Hugo ya no estaba, y no era algo que debía extrañarme.

Imaginé que se había ido al instituto, así que me incorporé y froté mis ojos dejando escapar un pequeño suspiro.

— Buenos días. — Una voz interrumpió mis pensamientos y una bandeja se me puso enfrente en lo que me quise dar cuenta.

No se había ido.

— Coge de ahí algo si quieres. — Me ofreció. Asentí en silencio y mordí una de las tostadas.

La mirada del rubio me fulminaba, y yo intenté esquivarlo lo más posible, me intimidaba demasiado.

Seguí mordiendo despacio mi tostada. Aún me sentía decaída por todo lo que pasó anoche.

A pesar de todo, yo siempre he querido a Flavio y es el chico que me ha dado mis primeras veces en muchas cosas, y eso no puedo olvidarlo tan fácil.

Puede que esa relación no mereciera ya la pena, me duele admitirlo, pero estaba aburrida, estaba muerta.

— ¿Estás... Mejor? — Me preguntó mientras alzaba sus cejas.

Giré mi cabeza y asentí.

— Supongo.

— Entiendo... Bueno, pero ya ha pasado.

— ¿Tú se lo vas a contar a Anaju...? — Entrecerré mis ojos de forma curiosa mientras mordisqueaba mi tostada.

— ¿Por qué?

— Porque es tu novia, Hugo.

Soltó una carcajada mientras seguía mordiendo la tostada.

Alcé la ceja y luego fruncí el ceño al percatarme de que se estaba riendo de mí, o eso parecía.

— No es mi novia. Es... Algo raro. Pero oficialmente no somos nada ni tenemos nada firmado. Solo que... Supongo que ella está pillada.

— ¿Y tú no lo estás? — Ladeé mi cabeza.

— ¿Y este interrogatorio? — Asomó una sonrisa de medio lado en tono divertido y soltó otra pequeña risa. — No, no lo estoy. ¿Algo más, agente Barreiro?

Sonreí levemente y negué.

— Genial. — Mantuvo su sonrisa y acabó su tostada casi a la par que yo. Bebí de mi zumo de naranja y me lamí los labios para rescatar todo lo que pudiera.

Instintivamente mi mirada se fue a los suyos. Los tenía resecos — como de costumbre —, pero el café los había hinchado levemente a causa del calor.

Tragué saliva por los miles de pensamientos que se me habían venido de golpe a la cabeza, me levanté y recogí la bandeja.

Él se levantó a la vez y me retuvo las manos.

— Descuida, la llevo yo.

No puse resistencia y le vi irse hacia la cocina.

Dónde te has ido a meter, Eva.

El rubio volvió y estiró sus brazos haciendo que estos emitieran un pequeño crujido intencionado.

— No vuelvas a hacer eso. — Arrugué mi nariz molesta por el desagrado que me provocó aquel ruido.

Etéreo | Eva & Hugo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora