Capítulo 26.

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Antes, ese mismo día...

Arlen ya no recordaba cuándo fue la última vez que había visto una casa. Estaban en algún punto medio de la montaña, pero no sabía si seguían dentro de las delimitaciones del reino. Ya no tenía aire, después de tanto caminar. Aziz, por su lado, parecía impasible. Caminaba levantando las piernas como si conociera completamente el terreno. El crepúsculo empezaba a abandonarlos, dando paso a la oscuridad de la noche. El cielo, ahora de un color azul profundo, era un bello contraste con las hojas de los árboles.

-Llegamos.-Anunció Aziz, deteniéndose a unos metros ante un gran árbol que parecía haber visto años y años de historia. El tronco era ancho y grisáceo, y casi parecía estar hecho de montones de otros troncos, pues las ramas se entrelazaban hacia arriba hasta perderse de vista. Arlen se posó debajo de éste, dándole la espalda a su guía.

-Muy lindo, en verdad...-Dijo. Repentinamente, escuchó un ruido que le recordó a las veces en que sus madres preparaban las ballestas antes de guardarlas al irse de viaje. Un escalofrío lo recorrió, y se volteó. Sintió que estaba pasando en cámara lenta. Por un momento, pensó que Aziz era cualquier persona menos él. Nunca lo habría imaginado sosteniendo un arco y flechas. Sin aire, estuvo a punto de hacer una pregunta, pero el muchacho apuntó hacia arriba, entre las hojas del gran árbol, y soltó la flecha. Arlen se preguntó qué estaría pensando. Una soga cayó de entre las ramas a unos metros. Sostenía una lámpara de cristal y metal, conteniendo una vela sin usar. Aterrado, volvió a ver al muchacho con el arco, que repitió el mismo procedimiento, y otra lámpara apareció a unos metros. Aziz sonrió, bajando el arco.

-Siéntate.-Dijo dulcemente. Algo en el pecho de Arlen hizo cosquillas. Se sentía cálido, incluso estando en el medio de la montaña, en la noche. Aziz se tomó unos minutos encendiendo una rama con un pedernal, para luego introducir la rama en las lámparas, encendiéndolas. La luz que emanaban era etérea, pues los cristales tenían diferentes colores. Azul, rojo, amarillo. Encandilado por su belleza, él se paseó entre éstas. Aziz observaba su trabajo con orgullo.

Entonces Arlen agitó la cabeza para salir de su ensueño. No entendía por qué el chico estaba haciendo aquello. Curioso, se volteó para verlo. En la oscuridad de la noche, iluminado únicamente por aquellas luces casi mágicas, se sintió pequeño. Se sintió vulnerable ante Aziz.

-¿Qué haces, Aziz? ¿Por qué haces esto?-Preguntó, en un tono casi molesto. El muchacho ante él tenía los brazos cruzados, pero en cuanto escuchó la pregunta, se destensó ligeramente. Bajó la mirada. De repente, parecía tímido.

-No quise ofenderte...-Comenzó.

-No me ofende, es que no entiendo de dónde viene esto...

-No me refiero a esto. Me refiero hace unos días.-Dijo. Arlen estuvo a punto de responder que no había problema, pero Aziz fue más rápido.-Cada vez que dices que no es problema simplemente me siento mal. En verdad se nota que te molesta. La forma en la que hablas, tus expresiones. ¿Sabes? Mis padres me enseñaron a no quejarme nunca. Así aprendí a ver a los demás. A leerlos. Cuando no puedes decir nada solo escuchas y ves.-No había escuchado tanta firmeza venir de Aziz en el poco tiempo en el que se habían conocido. El muchacho dio un paso adelante, dejando que la luz iluminase su cabello. Casi parecía un sol pintado de colores. Un sol en el medio de la oscuridad. Arlen volvió a quedarse sin aliento. Se sintió menos tenso.-Me caes bien. No pareces una mala persona. Es solo que... Siempre me dijeron que esas cosas... Estaban mal. Que estaban en contra de todo lo que el culto predica. Que pertenecían a la oscuridad.-Con el entrecejo fruncido, Arlen se hizo para atrás.

-No es la primera vez que algo como esto me pasa, puedes estar seguro. Es gracioso, porque la mayoría de las veces no me importaba. ¿Sabes cuál es el problema ahora?-Dijo, casi con desesperación. Hacía mucho no dejaba sus sentimientos salir. Y era algo que necesitaba hacer. Ahora más que nunca.-Que no sé dónde están. No sé si están vivas o no. Ellas me dieron todo. Sin ellas yo no estaría aquí. Sin ellas yo no estaría vivo.-Sintió las lágrimas rodar por sus mejillas. Empezaba a respirar entrecortadamente. El aire frío le lastimaba los pulmones. Aziz no se movió ni un ápice.-Amo a mi familia. Y después de terminar aquí, iré por ellas. Iré a buscarlas hasta el fin del mundo si es necesario.-Aziz no parecía saber qué decir. Arlen no esperaba que dijera nada. Secándose las lágrimas, fue hacia el gran tronco del árbol. La curvatura de éste casi se sentía como un abrazo. Se secó la cara con la manga de su abrigo. La ligera risa triste de Aziz le hizo levantar la mirada, listo para decirle furioso que no era algo gracioso. La visión de un entristecido muchacho alto como medio farol lo detuvo.

El Despertar de la Sombra I. SueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora