Capítulo 27.

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Valeria salía junto con la marabunta de personas, casi dejándose llevar por las conversaciones a su alrededor. Incluso si alguien le hubiera hablado, tal vez no se habría dado cuenta. Estaba demasiado concentrada en la sensación cálida que tenía en el pecho, que se asentaba en su estómago y e daba energía para seguir adelante, pese a que sus manos y brazos dolían mucho. Se detuvo frente a la cueva para dejar que todas las mujeres salieran, así no se atropellarían las unas a las otras al tratar de cruzar el río. Levantó la mirada hacia el cielo, pese a que las hojas le cubrían la vista, podía ver el hermoso manto color azul oscuro salpicado de estrellas. Se sentía satisfecha consigo misma. Sentía por fin que estaba en el camino correcto. Se sentía segura de hacia dónde iba, pese a no saber qué le aguardaba hacia adelante.

Fue entonces que, al bajar la mirada, notó por el rabillo del ojo el movimiento de alguien yendo en dirección opuesta al gentío. No tardó en notar la cabellera negra y rizada. Sus piernas se movieron antes de que ella pudiera tomar una decisión. Sabía que debía disculparse con Ada por haberla molestado en un momento tan íntimo como lo era lamentarse por su marido, pero también quería agradecerle por ayudarla. Incluso si la forma en la que lo había hecho daba miedo.

-¡Ada!-Dijo, y ésta se dio vuelta con un rostro cansado. Con un par de zancadas, Valeria llegó a su encuentro. Estaban un poco más alejadas del resto, entre los árboles, cubiertas por sombras. La muchacha se sintió incómoda, pues había empezado a odiar la oscuridad. Pero si estaba acompañada, podía soportarlo.

-Valeria, ¿Qué necesitas?-Preguntó ella, con un tono neutro, como lo haría cualquier maestro.

-Es que... Yo solo quería disculparme, y agradecerle.-Dijo torpemente, casi apenada. Ada la miró, cruzándose de brazos. Por un momento, Valeria se dijo que no debía hacerlo. Tal vez disculparse por aquello simplemente la haría enojar. Quería tirarse para atrás, borrar sus palabras y comenzar de nuevo. Pero eso no era posible.-Lamento mucho haberla interrumpido en un momento íntimo.-Prosiguió, bajando la mirada hacia sus manos, entrelazadas, mientras hacía a sus meñiques pelear entre sí, nerviosa. Esperó a que la mujer dijera algo pero, al ver que no respondía, alzó la mirada lentamente. Ada tenía la mirada perdida en algún lugar lejos de allí.-¿Ada?-Musitó Valeria. La mujer pareció volver en sí.

-Lo siento.-Dijo, sacudiendo cual fuera el recuerdo que la había llevado tan lejos.-No hace falta que te disculpes. Es un mal lugar para una tumba. Y ya tengo una en el cementerio...-Dijo, abrazándose a sí misma, sin mirar a la joven a los ojos. Era tan diferente a la Ada que había entrado en la cueva como una tormenta. Pero en aquel momento, para Valeria había sido como la tormenta en medio de una sequía.

-Entonces, si no le molesta que le pregunte... ¿Por qué tiene una tumba aquí?-Valeria se dio cuenta de que solía hacer preguntas incómodas, pues la mujer cerró los ojos y suspiró. Esa era la reacción que solían tener las personas cuando lo hacía. O estaban molestos. Tal vez, en esta ocasión serían ambas cosas.-Perdón, no quería molestarla...

-Está bien.-Respondió en una exhalación.-Fue allí donde lo encontraron.-Dijo, como si arrojara las palabras. Tratando de deshacerse de ellas.-Pensé que... No sé, sería mejor tener un lugar propio. Para él y para mí. Porque, como yo, Helmut no aceptaba este horrible lugar. Estaba cansado, igual que muchos otros.-Valeria escuchaba con atención, sin quitarle la mirada de encima. Ada parecía enfrascada en aquellos recuerdos a medida que afloraban con sus palabras.-Pero, a diferencia de ellos, él quería irse. Él quería huir. Y sabía que si el culto se enteraba no podría hacerlo. Él era uno de los pocos guardias del culto. Aquellos entrenados en el combate, pero que sirven directamente a la luz.-Ella rió tristemente.

-Pero, ¿Qué le pasó? ¿De verdad fue...?

-¿Un accidente? No... Sé que lo mataron. Él no era ningún tonto. Era la persona más noble e inteligente que haya conocido. No sería tan torpe como para caer por la montaña.-Decía mientras la rabia crecía en su voz. De repente, respiraba agitada.-Yo no iba a dejar que jugaran conmigo. Y Helmut se aseguró de eso.-Apretó sus brazos fuertemente.

El Despertar de la Sombra I. SueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora