Capítulo 15.

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Hacía ya un rato que había anochecido, y la única luz que tenían era una antorcha improvisada por Arlen que Bacu llevaba. Ahora los tres junto con Alana se encontraban subiendo una colina particularmente empinada. Arlen estaba en silencio, pensativo. Valeria seguía escuchando anécdotas de la familia de Bacu mientras acompañaba al animal en su caminata rezagada.

-¿De verdad tu padre peleó contra un oso?-Preguntó con escepticismo. Bacu rió.

-No lo sé, según él fue así. Mi madre piensa que solo se lastimó en el granero con algo, y por eso tiene una cicatriz enorme en la pierna derecha.-Explicó, a lo que ambos rieron.

-Tu familia suena genial...-Dijo, mientras respiraba de forma agitada. Se sentía agotada, y parecía que ya empezaba a notarse.

-¿Quieres que nos detengamos? El puerto no irá a ninguna parte.-Se detuvo por un momento para esperar a la muchacha, y ella negó con la cabeza.

-Ya tenemos que estar cerca.-Respondió. La chica se apresuró a llegar a la cima de la colina, y allí se quedó estática, observando el horizonte. Bacu la siguió, y también se paró a contemplar el lugar. Arlen, que venía por detrás, se encontró con ambos. Sorprendido, se acercó a Valeria para ver por sobre su cabeza.

Las luces de la ciudad (para nada un pequeño pueblo), se extendían como una franja a lo largo de un valle que más adelante se convertía en costa. En la oscuridad de la noche, la luz era bienvenida. Pero había tanta que parecía miles de insectos posados en los edificios.

-Es... Hermoso...-Musitó Valeria.

-Bienvenidos a Daslus.-Dijo Bacu, para luego de unos segundos seguir su camino. Valeria lo siguió de cerca, junto con Alana, quien le dio un coletazo a Arlen. Éste, aún sumido en sus pensamientos, se lo comió de lleno. Suspiró en señal de cansancio, y pensó que por fin llegaría a dormir en un lugar cómodo y caliente de una vez por todas.

Tal vez lograsen encontrar un lugar cómodo y caliente, pero de seguro no sería silencioso. La ciudad parecía rebosar de gente, yendo y viniendo, música, risas, gritos. Valeria se enconntraba fascinada mientras caminaba entre el bullicio. Bacu había apagado la antorcha antes de entrar a la ciudad, y ahora solo debía guiar a Alana entre la muchedumbre. Arlen, aún pensando en sus cosas, no se daba cuenta de la cantidad de personas que se llevaba por delante.

-¡Eh, Arlen!-Escuchó decir a Bacu. Al ver a Alana a unos metros, supo que un poco más adelante debía estar el granjero.-¡Trata de tener tu bolso delante de tí!-Dijo. Entonces Arlen recordó lo peligroso que era andar por las calles de Tradi muy tarde por la noche. Si bien allí era solitario, aquí estaba lleno de gente, y tal vez no se daría cuenta si alguien le robaba algo... Asintió, y se abrazó al bolso como si fuera su más grande tesoro.

La gente comenzaba a dispersarse para el momento en el que llegaron a un callejón. Al fondo podían ver un letrero algo desgastado, pero que les dio una ligera esperanza. "Posada de Gretilio".

-Qué habrá hecho para que le pusieran ese nombre al pobre Gretilio...-Murmuró Arlen a Valeria, a lo que ella rió por lo bajo. Bacu le dio el dinero a Arlen, y éste junto a la chica entraron a la posada, mientras su amigo cuidaba de Alana fuera del callejón. Valeria comenzó a sentir un aroma no muy agradable, como si algo se pudriera. Miró al suelo y, de una alcantarilla, emanaba un tenue vapor verdoso.

-¿Eso es normal?-Preguntó ella a Arlen, quien echó un vistazo y, sorprendido, negó con la cabeza.

-Vamos. Mientras antes consigamos dormir, antes podremos largarnos de aquí.-Dijo él, y ambos tocaron la puerta del local. Valeria trató de contener la respiración para no sentir ese aroma. No lo logró.

El Despertar de la Sombra I. SueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora