《2》

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Una semana y media pasó, desde el primer día de clases. Y el profesor de Luque se estaba preocupando porque uno de sus alumnos no estaba saliendo a receso con sus otros compañeros.

ㅡDoblas...ㅡ se sentó frente al pupitre del pequeño y los ojos esmeralda le miraron con atención. Samy no era tonto, sabía que el profesor en cualquier momento iría hasta él. Pues eran los únicos que quedaban siempre en el salón a la hora del recreo.

ㅡ¿Ci...? ¿Profesor?ㅡ El pelinegro sonrió y negó levemente con cabeza.

ㅡEstamos en receso, puedes decirme Samuel.ㅡ al pequeño castaño aún le parecía extraño llamarle igual que él, pero su papá siempre le decía que debería respetar a los adultos. Así que sólo asintió.

ㅡ¿Por qué no sales a jugar con tus otros compañeritos?ㅡ cuestionó de manera suave y mordió una manzana roja de manera casual. Cabe destacar que sus piernas largas apenas y cabían en el asiento de enfrente. Pero estaba aguantando la incomodidad.

ㅡY-yo... ㅡ las puntas de sus dedos índices se juntaron nerviosamente unos de otros. ㅡno soy muy bueno con los juegos de pelota.ㅡ respondió y la carita pequeña se volvió cabizbaja y comenzó a comer su emparedado de crema de avellana. Samuel sintió una opresión en el pecho porque de alguna manera le recordaba sus malos tiempos en la escuela, también. Además que Samy le recordaba extrañamente a alguien. Pero no sabía a quién. Quiso decirle que había otras formas de salir y socializar, hablar con los compañeros. Pero recordó sus enseñanzas de docente y experiencia propia. Forzar a los niños a algo que no les gusta, no les ayudaba en absoluto. Los volvía inseguros y a decir que si a todo, por miedo al rechazo.

ㅡ¿Y en que eres bueno?ㅡ el menor alzó la vista, está vez más interesado en responder. Puesto que esperaba que le obligara o regañara por no ser como los otros niños.

ㅡBueno... uhm... Papá y yo jugamos videojuegos y juegos de mesa. Somos muy buenos en caras y gestos, aunque sé que papá me deja ganar siempre. Porque le hace mucha ilusión.ㅡ soltó una pequeña risita traviesa y se sorbió de su jugo de arándano. Luego Samy se dio cuenta de algo que lo avergonzó un poco y se pegó espontáneamente en la frente.

ㅡNo le ofrecí de mi emparedado. Papá siempre dice que debo ser atento. ¿Quiere? Porfi, porfi. Diga que si.ㅡ aunque le ofreció del que previamente había mordido. Sacó otro completamente limpio.

ㅡNo tiene orillas, y papá lo prepara siempre antes de traerme a la escuela.ㅡ le entregó el panecillo y Samuel lo tomó para no hacerle la grosería, aunque él prefería la crema de cacahuate. Se lo comió gustoso. Aunque no aprobaba mucho que los niños comieran eso. La fruta era mejor alimento.

ㅡGracias, ¿Tu padre siempre te prepara esto?ㅡ No pudo evitar preguntar. Mientras arrancaba un pedazo del pan y lo llevaba a su boca. Samy asintió feliz con los cachetitos inflados porque tenía la boca llena.

ㅡ¡Es mi favorito! ¿También es el suyo?ㅡ los ojitos se le iluminaron y aunque el profesor no quería romperle el corazón. Tampoco era bueno mintiendo. Sobre todo porque si quería entablar una amistad no debería haber mentiras. Aún si son niños de seis años.

ㅡLa verdad, es que prefiero la crema de cacahuate.ㅡ un pequeño "oh" se formó en los labios del castaño y asintió memorizándolo. No olvidaría ese detalle. El timbre sonó y el azabache se levantó para reanudar las clases. Desde ese día, Samy no se sintió solo, nunca más; en el recreo.

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《Algo pequeño en común》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora