Extra IV • Kim Jongin

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La primera vez que conoció a Kyungsoo fue a principios de otoño. Aunque el viento era fuerte, la temperatura en Seúl no bajó en absoluto. El joven Kim Jongin no quería salir de casa.

Esa vez, hubo fuertes lluvias durante todo el día y finalmente el ambiente se sentía más fresco por la noche. Iba a celebrarse el cumpleaños de Jongin pronto, y entonces un grupo de personas llegó hasta su puerta para buscarlo. Kim tuvo que darles buena cara, aunque era muy perezoso. Primero fueron a un club deportivo a jugar, Jongin disparó algunas flechas en el campo de tiro, pero debido a que no quería hacer nada más, se sentó y observó a sus amigos ir a los bolos después. Cuando dieron más de las diez en punto, alguien sugirió ir al karaoke para hacer un gran barullo alrededor suyo. Jongin apagó su cigarrillo.

—Yo me iré a casa.

Tao lo detuvo.

—Hoy en día, los amigos no son tan fáciles de reunir. ¿Quieres ser un viejo amargado tan pronto?

Jongin se rio perezosamente.

—¿Intentas hacerme sentir culpable para que me quede aquí toda la madrugada?

Aunque Jongin es joven, siempre ha sido muy reservado y sus pasatiempos son similares a los de los ancianos. Cosas más refinadas como el paracaidismo, golf o los clubes ecuestres. Kim ha tenido varios amigos a lo largo de su vida. Personas ordinarias, hijos de personas más ordinarias todavía. Está un poco cansado de la manera en la que ha sido criado y de convivir con la sociedad de manera voluntariamente obligada. Estaba harto de su casa, de su padre, y de la gente que no dejaba de molestarlo. Harto desde lo más profundo de su corazón. Pero hoy, este grupo de jóvenes había dejado en claro que no querían dejar ir a Jongin, así qué mientras reían, le tomaron de los hombros y le preguntaron:

—Hoy, iremos al lugar favorito del joven maestro. ¿Qué te parece eso, hombre?

Jongin esperaba que dejaran de seguirlo como si fueran un conjunto de polillas. Su expresión hastiada no hace ninguna diferencia así que decide afrontar su horrible destino y llevarlos a todos a un pub. El gerente ya les ha dejado la mejor habitación privada, y Jongin se esfuerza por encontrar un buen lugar —próximo a un enchufe— para sentarse primero. Jugó con su teléfono móvil y se entretuvo en redes sociales también. Ignoró a sus amigos que ya habían pedido al gerente que les consiguiera la compañía de algunos niños y niñas atractivos. El dedo de Jongin rozó una plataforma de películas y escuchó de tanto en tanto a los otros riéndose mientras se compartían una botella de cerveza. Uno de los chicos, un nuevo rico, estaba muy orgulloso mientras decía que ya había registrado todas sus cuentas a su nombre. Otra persona que tenía buena apariencia, le guiñó un ojo a un recién llegado, le sonrió y dijo:

—Entonces, ¿nos cantas una canción? Escuché que te vas a ir de Seúl pronto y quiero que te lleves un lindo recuerdo.

Tao le arrebató el micrófono a una chica bonita y luego se lo entregó al niño nuevo para dejarlo cantar. Esta es la regla que siempre siguen los amigos de Jongin cuando salen a pasarla bien, la primera canción tiene que ser cantada por el último en ingresar al cuarto. El niño no sabía lo que estaba pasando porque no escuchó con atención lo que el grupo estaba diciendo. No podía cantar, él simplemente había sido arrastrado allí por su hiperactivo acompañante. El micrófono estaba metido en su mano y solo pudo pensar en las canciones que cantaba cuando era un chiquillo.

La atmósfera en la habitación privada se estaba animando con las canciones infantiles para cuando Jongin dejó su teléfono móvil, levantó la vista hacía el niño y se echó a reír. Sonrió y saludó al niño.

—Déjame ver si entiendo. Fuiste obligado a venir, ¿verdad? —La posición de Jongin es la más alta —social y económicamente—, y Tao no alcanza más que a empujar al niño.

Los diez años en que más te amé | SeHoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora