42. El Perdón

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No sé cuánto tiempo pasó ni cuándo me moví, solo sé que sentí una mano acariciando mi cabello con suavidad cuando empezaba a parpadear para ajustarme a la luz que entraba por la ventana.

Suspiré al darme cuenta de que aún estaba ahí, sobre su pecho... Él seguía aquí...

-Buenos días, mi ramé. -murmuró tras depositar un suave beso en mi frente que hizo que una sonrisa se asomara en mis labios.

Solo asentí. No quería moverme. Quería estar con él más tiempo, cosa que pareció divertirle porque una risa salió de su boca haciendo que su pecho vibrara debajo de mi.

-Es hora de despertar... -dejó de acariciar mi cabello, por lo que yo gruñí.

-No. -negué con la cabeza.

-Vamos, tenemos que sacar a ese patán del Olimpo.

-Que lo haga alguien más. -susurré cerrando los ojos de nuevo. Él rió.

-Desgraciadamente todos están cegados por sus encantos. -dijo con sorna.

-Déjalos con sus castillos... quedémonos aquí.

-Me agrada la idea, créeme. -sonrió- Pero creo que mereces más que esta vieja casa. Quiero darte un castillo. -abrí los ojos de golpe.

¿Darme un castillo? ¿por qué?

-¿Un castillo? -levanté la cabeza para mirarlo a los ojos.

-Sí. -asintió- Necesitaremos un salón adecuado para la boda. -su voz sonaba tan despreocupada... y yo temblaba de los nervios tan solo escuchar sus palabras.

-¿Para la boca?

-Claro. Planeo casarme contigo. -dijo ladeando la cabeza con una preciosa sonrisa.

-Pero ni siquiera me lo has pedido. -apenas fui capaz de articular mis palabras debido a la sorpresa que había en ellas.

-¿Acaso planeas ir al altar con alguien más? -cuestionó enarcando una ceja.

No planeaba casarme en absoluto, la verdad... Pero de hacerlo, creo que él sería el único con el que iría.

-¿Tienes un amante? ¿Es eso?

Hiperión vino a mi mente. Ya se lo había dicho estando en el campo de batalla pero... ¿cómo lo tomaría si hablábamos de esto?

Pareció saber lo que pensaba porque sacó el tema.

-¿Es por Hiperión? -asentí lentamente con miedo de su reacción. No quería que me dejara por un error que había cometido. Sin embargo, él solo se encogió de hombros.

-¿Qué? -pregunté.

-Sé que no lo amas. -dijo posando una mano en mi mejilla con ternura.

-¿Lo sabes?

-Lo sé. -afirmó, plantando un beso en mis labios.

Estaba consternada. ¿Cómo es que se tomaba tan bien el tema? Yo me volvería loca si él hubiera estado con alguien más.

-Pero...

-Vanessa, -me cortó- no eras tú misma. -sonrió de lado- No te voy a mentir, al principio me sentí traicionado... reemplazado incluso. Pero comprendí que de ser tú misma, nada de eso hubiera pasado.

-¿Y... estás bien con eso? Con que haya pasado, digo...

-Estoy bien. -asintió- Sé que solo fue sexo. Un puro placer carnal.

Al ver que se lo tomaba tan tranquilo, sentí la necesidad de causar alguna reacción en él. Por más caótica que fuera.

-¿Y si sintiera algo por él? -sus ojos se abrieron por completo al instante.

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