ARES #4 // DIOSES DEL OLIMPO

V

Dante agachó lentamente la mirada mientras un intenso dolor atravesaba su estómago. Necesitó unos segundos para comprender lo que estaba pasando... La empuñadura de una daga asomaba de su barriga mientras las primeras gotas de sangre empezaban a caer al suelo. Confundido y adolorido dio un par de pasos hacia atrás mientras levantaba la cabeza. Mia seguía delante suyo, mirándole directamente a los ojos - Huye... - dijo en un susurro mientras las primeras lágrimas caían por su rostro.

Aquellas palabras hicieron que Dante reaccionase justo cuando todas las ventanas de la habitación estallaban en una lluvia de cristal. Por estas entró un torrente de Niebla que creó una cortina de humo que le cegó - Huye... - repitió la voz de Mia quien había desaparecido en aquella pantalla de niebla.

Con un fuerte tirón se arrancó el puñal del estómago e ignorando el dolor, echó a correr hacia la habitación de Blair mientras oía los pasos de varias personas sobre los fragmentos de cristal. Dante corrió como alma que llevaba al diablo directo a la habitación de la niña cuando el primero de sus enemigos se cruzó en su camino.

Un joven que debía tener su edad le atacó con una espada. La hoja describió un amplio arco, directo al cuello de Dante. Este se agachó con agilidad y de un simple golpe, destrozó el arma y golpeó al chico en la mandíbula sin apenas medir su fuerzas. Pudo escuchar como los huesos del chico se quebraban y un poco de sangre salpicó en su rostro. Sin nadie en su camino, siguió corriendo mientras escuchaba pasos a su espalda.

Cuando pasó por la puerta de su propia habitación abrió la palma de la mano y sus dagas volaron hasta estas mientras que del mueble que había al lado de la puerta cogía las llaves de su moto - ¡Dante! ¡¿Qué está pasando?! - chilló Blair en cuanto le vio entrar en la habitación. Él no respondió, simplemente cerró la puerta de golpe y la atrancó con una silla. Aquello no serviría de mucho, pero con que le diesen un par de segundos sería más que suficiente. Con la mano libre cogió a la niña y la levantó en peso mientras corría hacia la ventana que daba a la escalera de incendios.

Ni siquiera paró para abrir la ventana. De una patada destrozó el cristal y se lanzó desde el cuarto piso, directo al callejón de detrás de su edificio. En mitad de la caída activó sus poderes y aterrizó con facilidad sobre el asfalto, haciendo que el suelo estallase bajo sus pies - ¡Sube a la moto! - le ordenó a la niña mientras señalaba el vehículo que estaba aparcado a un par de metros.

- ¡¿Pero qué está pasando?! - volvió a preguntar ella mientras Dante le colocaba el casco de la moto en la cabeza.

- Tenemos que irnos - respondió él a la vez que arrancaba la moto - Mi casa ya no es segura -

- ¿Por qué no? ¿Quién ha...?

Sin embargo, Blair no pudo acabar la frase cuando una furgoneta negra con los cristales tintados entró en aquel callejón, quemando rueda. En cuanto lo vio, Dante salió disparado y se incorporó al tráfico nocturno de San Francisco. Era de noche y todavía faltaban un par de horas para que saliese el sol. Aun así San Francisco era una de las ciudades más concurridas del país y daba igual la hora.

En un primer momento pensó que con la densidad de coches que había a esa hora y las mejoras que Beckendorf le había hecho a la moto, en su momento, sería más que suficiente para escapar de sus perseguidores. Sin embargo, cuando volteó la cabeza vio que el resto de coches se apartaban para cederle el paso a aquella furgoneta como si fuese un vehículo policial y ellos un par de fugitivos.

Dante recorrió las calles de San Francisco como una bala hasta que consiguió incorporarse a la autovía. Aunque en ese momento la adrenalina se encargaba de que pudiese ignorar el dolor del estómago, sabía que tenían que refugiarse en algún lado y tratarse la herida. Sin embargo, había un par de problemas. El primero era que no tenía ni idea de dónde podían esconderse y el segundo, el vehículo que les perseguía a 180 Km/h por la autovía.