XXXVII

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- ¿Una katana? - preguntó Helena mientras veía a Dante blandir el arma. Era completamente negra, desde el mango hasta la hoja. Una espada rara en la antigua Grecia pero nada que no hubiese visto antes - ¿Eso no es una espada japonesa? -

- Correcto - dijo Hefesto mientras llegaba a su lado - Aresu no Ikari. O en nuestro idioma, la Ira de Ares. Una Katana es un tipo particular de sable de filo único, curvado, tradicionalmente utilizado por los samuráis en Japón. Esa, exactamente es de la Era Kamakura y no es una katana sino una katana de doble filo -

- ¿La Ira de Ares? - preguntó Dante mientras veía su propio en el opaco reflejo de la espada - ¿Es de mi padre? -

- Más o menos - contestó el dios. Hefesto tomó la espada de las manos del chico y empezó a blandirla - Un arma excepcional, regalo de Hachiman, dios japonés de la guerra -

- ¿Dios japonés de la guerra? - preguntó Scott quien se había sentado en uno de los extremos del taller, intentando pasar lo más desapercibido posible - ¿También, existen los dioses japoneses? -

Hefesto les miró con suficiencia como si aquella pregunta no tuviese ningún sentido - Bueno... Eso es complicado - le dedicó a Dante una mirada que el hijo de Marte captó al instante: No hables - El caso es que hace años. Cuando los dioses aun no nos habíamos mudado a Estados Unidos. Tuvimos un pequeño roce con los dioses de oriente - Hefesto dejó la espada sobre su banco de trabajo y sacó una pequeña piedra. Usando esta, comenzó a afilar la hoja de la espada con cuidado - Ares llevó la guerra a Japón. Arrasó ciudades y pueblos. Hasta que Hachiman se cruzó en su camino. Tu padre y el dios de la guerra japonesa tuvieron una intensa batalla que duró un año -

- ¿Quién ganó? - preguntó Helena, curiosa.

- Al final, ninguno de los dos se proclamó como ganador - siguió el dios herrero - Pero al parecer, se hicieron amigos en el campo de batalla - alzó el arma, ya perfectamente afilada - Y este fue el regalo de Hachiman a tu padre -

El dios le tendió el arma a Dante con una reverencia. El hijo de Marte empuñó el arma con seguridad y automáticamente la cadena se enrolló alrededor de su brazo - La katana es un arma delicada. Era utilizada principalmente para cortar y, debido a su capacidad de producir heridas muy severas, era considerada una especie de guillotina de mano. Se la desenvaina con un movimiento axial de rotación, llevando el filo hacia arriba y se la puede blandir con una o dos manos -

Dante siguió las indicaciones del dios y realizó varios cortes en el aire - Tu padre jamás fue capaz de usar como es debido esa arma... Sin ánimo de ofender, pero le faltaba delicadeza y precisión. Los samuráis practicaban durante décadas y solo los más expertos conseguían empuñarlas de manera correcta -

- ¿Puedo probarla? - preguntó el chico mientras volvía a guardar la espada.

Hefesto asintió y sacó un mando a distancia de su bolsillo. Pulsó un par de botones y una trampilla del suelo se abrió. De esta salieron tres androides bastante realistas. Eran guerreros griegos completamente equipados para la batalla. El dios se sentó en una silla y observó con detenimiento al chico - Muéstrame qué puedes hacer, Monarca -

Dante se colocó frente a los robots con la espada aún envainada. Colocó su mano alrededor de la empuñadura y cerró los ojos. Ser hijo del dios de la guerra tenía sus ventajas. Y una de ellas era poseer los conocimientos necesarios para empuñar cualquier arma - Adelante -

Hefesto asintió y pulsó un botón. Los tres robots se movieron a la vez y cargaron contra Dante. El chico dejó que se acercasen. Cuatro metros, tres metros, dos metros... Un metro. El dios herrero parpadeó un segundo y cuando volvió a abrir los ojos Dante estaba tras los robots con la espada desenfundada - Una velocidad sobresaliente - asintió Hefesto - Pero la precisión... - los robots seguían casi intactos. La hoja de Dante los había alcanzado en distintos puntos pero no había conseguido ningún golpe fatal. Dante se dio la vuelta y contempló los robots - Seguro que puedes hacerlo mejor... Concéntrate -

ARES #4 // DIOSES DEL OLIMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora