XLIII

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- ¿Qué haces vestido así? - le preguntó Dante a Scott en cuanto salió de la habitación.

Siempre que Dante había visto a aquel chico le había visto vestido como un pincel. Con su jersey de cuello alto y abrigo largo. Sin embargo, esta vez iba vestido completamente como un militar. Pantalones de camuflaje, chaqueta militar e incluso gorra de camuflaje - Vamos a una misión, ¿no? - respondió el chico mientras dejaba la llave de la habitación en la recepción del motel - ¿Cómo querías que me vistiese? -

Dante miró su reflejo y el de Helena en un espejo que había en la recepción. Ellos iban con ropa de deporte cómoda y ya - ¿Sabes qué...? Da igual - respondió este mientras se encaminaba hacia la salida del motel.

- ¿Qué le pasa? - preguntó Scott al notar el claro mal humor del hijo de Marte.

Helena se quedó mirando la espalda de Dante - Está estresado... Tiene muchas cosas en la cabeza - respondió - No le metas mucha caña porfa -

- Él es el que me mete caña a mi... - respondió Scott entre dientes mientras salían del motel.

- ¿A dónde vamos? - preguntó Dante cuando salieron - ¿Volvemos a la entrada de Brooklyn? -

El humano observó el suelo con detenimiento - Sí... He pedido un taxi hace un rato - respondió, alzando la mirada - Debería de llegar enseguida -

Y en cuanto dijo aquello un taxi se detuvo frente a él. Dante quiso subir al asiento del copiloto pero cuando vio quien estaba sentado allí dio un salto hacia atrás - ¿Habéis pedido un taxi, chicos? - preguntó la anciana Tempestad.

- Otra vez vosotras no... - suspiró mientras se metía en los asientos traseros junto a Helena y Scott.

- ¿Qué demonios son ellas? - preguntó Scott mientras observaba las tres ancianas que había sentadas en la parte delantera del coche.

- Tú ponte el cinturón - le recomendó Helena mientras se sentaba en el asiento de en medio.

Scott bajó la vista y encontró una larga cadena negra en lugar del cinturón de seguridad. Quiso decirle a Helena que aquello era de todo menos seguro pero antes de que pudiese hablar salieron disparados hacia atrás. El taxi aceleró mientras recorría las calles de la ciudad del fuego, y la dama gris que se sentaba en medio chilló - ¡Mira por dónde vas! ¡Dobla a la izquierda! -

- ¡Si me dieras el ojo, Tempestad, yo también podría verlo! - protestó la tercera de las ancianas.

- ¡Semáforo rojo! - gritó la que iba en medio, Tempestad.

- ¡Frena! - aulló Ira.

Dante suspiró mientras pasaba un brazo por delante de Helena y Scott a modo de seguridad extra. En cuanto supo que el viaje lo iba a hacer con aquellas tres locas mantuvo la calma y se aseguró de que ninguno de sus compañeros muriese en aquel viaje. Y eso consiguió. Cuando llegaron a Brooklyn los tres seguían de una pieza. Scott estaba blanco como el papel y probablemente había visto su vida pasar por delante de sus ojos pero eso sí, estaba vivo - ¿Qué demonios ha...? - balbuceó el chico mientras se arrastraba fuera del coche -

- Odio viajar con ellas - respondió Helena mientras sentía como sus entrañas volvían a su posición inicial.

- Son rápidas - contestó Dante mientras le tendía una bolsita a Scott para que soltase todo lo que llevaba dentro. Después, se acercó a la ventana de la conductora - Gracias por el viaje... ¿Cuánto os debo? -

- Nada querido - respondió Ira con una sonrisa que en aquellas viejas quedaba muy raro.

Avispa se asomó con el ojo para observar al chico - Hola Monarca, no quieres saber nada de tu futuro -

ARES #4 // DIOSES DEL OLIMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora