Capítulo 4

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Strange suspiró y cerró su empolvado libro, dejándolo de lado antes de levantaré de su sillón, al armando a su capa a la que vio.

—Quédate aquí, voy a ir a dar una vuelta para ver si así ya puedo dormir un poco—anunció a lo que la reliquia acató de mala gana, dejando ir a su amo que rápidamente y gracias a sus grandes pisadas llegó a la salida del recinto, saliendo de la biblioteca con sigilo, llevando sus manos a la zona lumbar de su espalda, acariciándola sobre la tela ante la eminentemente molestia que tenía en aquella zona por dormir tanto tiempo en una incómodo y desgastado sillón que apenas y resistía su peso, pero no sé quejaba, nunca lo haría, o al menos no frente a Tony, él era feliz teniéndolo a su lado aunque debiera cargar con su atormentada espalda de por vida. Si tenía al genio con él unos días más o por toda la eternidad a él no le importaría un mísero dolor de espalda o el temblor de sus ya inestables manos que siempre se esforzaron para poder darle lo mejor al hombre que amaba, para poder darle todos los lujos y comodidades a los que estaba acostumbrado y que sin duda alguna, sabía que merecía.

No había ruido por ningún lado, y eso le trajo algo de soledad aunque tranquilidad al hechicero, que siempre sintió cierta adoración por aquel ambiente, pero a la vez sentía el peso que tenía la vida sobre de él, abrumado ante la eminente noticia de saber que debiera dejarlo ir, que de nuevo debería ver como él hombre al que amaba profundamente se marchaba lejos de él, con alguien más, obligándolo a despedirse con una mueca dolorosa aunque sincera a la que debía nombrar como sonrisa, aunque realmente no lo fuera.
No quería dejarlo ir, jamás había deseado eso, siempre había querido tener ahí para él, poder compartir más que en un abrazo que se suponía que debía de ser fraterno, pero que no lo era ni podría serlo jamás por su parte, porque aunque se alejó y conoció a más personas en su miserable vida, ninguna de ellas los golpeó con tanto impacto como él genio, ninguna de ellos lo sacudió con tanta fuerza, ni se aferró de la misma manera a su corazón haciéndolo descubrir que podía ser más de lo que todo el mundo le dijo que podía ser, y que al ser más, quizás, podía luchar por él, tener más que su amistad, pero no lo logró, sólo tuvo eso y eso sería lo único que tendría para siempre le gustara o no.

Sus ojos se posaron sobre los cristales viejos aunque lúcidos de la ventana, observando como algunos de los carros aún se paseaban por las vacías y solitarias calles que daban con el santuario, llevándolo a algunos recuerdos de su juventud cuando dejándose llevar por la peligrosa rebeldía, mala influencia y los encantos de un hombre que hacía suspirar a todos, hacía cualquier locura, desde cosas leves como escaparse del universidad e ir a fiestas a darse un polvo rápido, hasta acabar en una celda por romperle la cara un idiota que molestaba a Edward.

Rió suavemente ante sus propios recuerdos, sintiendo como su oscura alma se iluminaba al ver ese hermoso cortometraje reproducirse delante de él de una forma tan irreal que le fascinaba.

—Así que no sé te olvidó como reír—murmuró Anthony con burla antes de observar cómo él británico se sobre y volteaba a verlo—, y al parecer, el mal hábito de dar una vuelta antes de dormir tampoco lo has perdido.

—Debo decir lo mismo de tu insomnio—comentó acercándose a él—, para ser relativamente nuevo, ahora es más persistente e influyente en tu vida, ¿o me equivoco?

—Bien sabes que jamás lo haces—replicó él castaño con calma antes de sonreírle—. Te extrañé mucho idiota, extrañaba tener a mi lector y doctor personal, a mi estúpido e irritante nutriólogo británico para ver como cambiaba toda mi alacena antes de que yo me diera cuenta—bromeó de forma infantil, girando su cabeza para observar un poco a través del cristal de forma rara, que debido a la opacidad del sitio y de la calle, no pudo evitar recordar su vida cuando su amigo estuvo lejos, lo inestable y difícil que fue sobrellevarla sin sentirse un estorbo para los pocos que realmente lo querían—...Realmente te mucho extrañé, me hiciste mucha falta.

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