Prefacio

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Prefacio.

La muerte viene por nosotros, todo el palacio es un caos, probablemente lo es toda la ciudad. Los guardias corren con sus armas infundadas, otros atacan sin temor a sus enemigos.

Espadachines y guerreros arremeten contra ellos, impidiendo a los enemigos llegar a nosotros. Quiero atacar, pero debo escapar si deseo vivir.

Una espada pasa por mi lado y por puro instinto la esquivo, deja un pequeño corte en mi mejilla, pero al menos no acabó con mi vida. Así de rápido como mi atacante vuelve a arremeter con otro golpe, yo uso mi espada para clavarla en su abdomen, dejándolo caer; muriendo por la pérdida de sangre.

Otro golpe viene hacia mí, pero es bloqueado por alguien más, quién toma mi lugar para protegerme.

—¡Corre!—Me ordena Edan, quién ha tomado mi brazo y ahora me jala a una de las salidas.

Sigo su orden, corriendo tan rápido como él.

Más hombres vienen por nosotros, y cuando paramos para confrontarlos, otros nos lo impiden y arremeten contra ellos; protegiéndonos.

Veo a todos a nuestro alrededor, peleando unos contra otros, a pesar de todos querer un futuro mejor.

Seguimos corriendo, y cuando veo a mi hermano atacar a tres guardias como si no hubiera mañana, me doy cuenta de todo lo que he causado. Él puede morir.

Yo empecé esta guerra por el poder, y ahora, cuando todo se ha vuelto un caos; no hay como solucionarlo.

Me suelto de la mano de quien lucha por rescatarme y voy al rescate de quién me vio crecer.

Él ya ha acabado con uno de ellos, pero los otros dos siguen con todas sus fuerzas. Me cuesta un poco llegar a su lado debido al remolino de gente, pero lo hago.

Mi espada da contra el brazo de uno de sus atacantes y con un ligero corte, le doy en su hombro, luego la muevo hasta su pecho y este cae. Cuatro hombres más van sobre nosotros y con todas nuestras fuerzas embestimos.

Ataco y esquivo, esquivo y ataco. No hay nada más en mi mente.

El sudor corre por mi espalda, giro y pateo el estómago de uno, logrando que suelte su propia arma. Otro corre hacia mí, dispuesto a cortarme por la mitad, pero termina matando a su propio aliado. Otra persona lanza su espada y corta mi manga—también un poco de piel—, vuelve a arremeter, pero lo esquivo, giro y rápidamente se encuentra sin vida.

Cada vez que acabamos con alguno, otros se unen a pesar de apenas lograr llegar hasta nosotros.

—¡Salven a la princesa!—Grita un hombre desde lo lejos, y muchos otros le responden.

Doy fuertes estocadas con mi arma; no sé con cuántas vidas he acabado ya. Un corte llega a mi otro brazo y este duele de forma inmediata, inclusive me hace soltar mi arma.

Un quejido se escucha y al voltear, veo a mi hermano en el suelo, con sangre saliendo de diversas heridas. Me agacho para abrazarlo sin importarme que estoy rodeada por quienes quieren mi vida.

—¡Levántate!—Me grita una de mis compañeras.

Noto que aquellos quienes nos habían rodeado, se encuentran inertes en el suelo mientras otros nos protegen. Ella toma mi mano y sin darle una segunda mirada a mi hermano, me insta a correr mientras otros atacan a quienes van en nuestra contra.

Observo todo lo que dejo atrás. Lloro por aquellos quienes se fueron y se irán por esta lucha; prometiendo que en el futuro las cosas mejorarán. 

Sarka. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora