Capítulo 4
Mi espada cae al suelo, pero en vez de rendirme sigo presionando contra él, esta vez atacando con mis manos y pies. Su frustración es notable, intenta no lastimarme con su arma, sin embargo no puede darme ventaja soltándola.
Seguimos luchando, pero una vez termino en el suelo, con una espada amenazando con hundirse en mi pecho, Edan da por terminada la práctica.
—Si no fuera porque soy su entrenador, estaría muerta—comenta burlón.
—¿Me quieres muerta?—Bromeo y él me ve de mala manera.
»Era solo una broma—advierto sonriendo para aliviar el ambiente.
—Princesa, con esas cosas no se juega—murmura.
Rio ante su molestia y camino hacia mi espada que se encuentra en el suelo a poco menos de dos metros, la tomo y lentamente me acerco a él, para ponerla al lado de su cuello. No se muestra asustado, sabe que no lo podría herir con intención, por eso tira la suya al suelo,
—Igual no podrías matarme, si yo muero, tú lo haces.
Sin retirar el arma de su posición, observo sus labios que están apretados uno contra el otro... que fácil sería hacer que se separen, sin embargo, me contengo.
Toma la empuñadura de la espada, me la quita suavemente de las manos para así guardarla en su vaina y luego hacer lo mismo con la suya. Se aleja y tranquilamente las deja en el suelo a pocos centímetros de nosotros, me observa y se acerca decidido para tomar mis brazos, apretarlos—sin llegar a causar dolor— y darme toda su atención.
Observo sus oscuros ojos y por un momento solo siento la calma que me transmiten.
—Si usted muriera, inmediatamente me quitaría la vida para ir a su lado.
Lo miro y sonrío, obviando por un momento sus palabras y quedando anonadada ante su cabello negro, el cual se encuentra mojado y con gotas de sudor bajando por su frente a pesar de la fría mañana. Se ve tan sexy que solo logro soltar un suspiro.
Está agotado, diría que casi tanto como yo, pero no lo muestra.
—Sería el final.
—Uno bueno—aclara y por un momento, creo ver como él también observa mis labios.
—¿No lamentarías dejar todo lo que tienes?—inquiero.
Miro su pecho atentamente, esperando una respuesta de su parte, y noto que la flor se encuentra ligeramente rasgada debido a un corte que había hecho anteriormente. La toco, para ver si hay una herida detrás de ella; pero se aleja.
—No.
Carraspea, subo la mirada para verlo fijamente. Está incómodo, por lo que lo tomo del brazo y nos encamino hasta la sombra de un árbol en el cual descansa nuestro refrigerio. Le indico que se siente y hago lo mismo a su lado.
Tomo una manzana y se la ofrezco junto a la cantimplora de agua, de la cual empieza a beber al instante.
No le señalo que aún está herido, sé que no es muy profunda y que apenas llegue a su habitación la vendará. Él no querría una infección.
—Si muriera, ¿Crees que padre me extrañaría?
Es una pregunta que no me atrevo a hacerle a ninguno de mis hermanos, mucho menos a mi padre. Es el rey, y tiene cosas más importantes que pensar en las boberías que suelen atormentar la mente de su hija.
—Por supuesto que lo haría, el rey la ama.
Lo dice sinceramente.
—A veces me da a pensar que no es así.
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Sarka. ©
Historical FictionDesde su nacimiento, Sarka se ha visto envuelta en la vida del palacio, fue envenenada, le quitaron su puesto de heredera, perdió a su madre, fue dejada a un lado por su padre y secuestrada. Ahora, a una edad más madura, quiere recuperar su puesto y...