Cap. 2 Terapia.

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Sentía mi cuerpo completamente pesado, tenía una pesadez enorme en el pecho como si me hubieran puesto un bloque de concreto, reconocí un ruido a lo lejos y abrí los ojos lentamente dándome cuenta de donde estaba, que de nuevo me encontraba en un hospital, "mierda, que hiciste Andrea". Moví mi cabeza ligeramente hacia un lado donde alcancé a ver a mi padre dormitando en el sofá a un lado mío. Estaba algo incomoda y un ligero, pero audible ruido salió de mi boca haciendo que mi padre se levantara de golpe y se acercara a mi lado, su rostro se veía demasiado demacrado, como si hubiera envejecido de un día a otro o quizá no fue así y llevo más días aquí de lo que yo creería. Puso su mano en una de mis mejillas, me sonrió y soltó en llanto, me abrazó y empezó a agradecer a Dios por despertar, yo no entendía nada, no recordaba que había pasado pero estaba segura que algo malo había hecho, un momento después un hombre con bata entró, supuse que era el doctor cuando empezó a revisarme y hacerme preguntas que no prestaba ninguna atención, estaba en un estado inconsciente y consciente bastante desconectado, así que, lo que pasara a mi alrededor no era de mi interés en ese momento.

Cuando me sentí un poco más despierta me di cuenta que mis manos estaban amarradas suavemente, una enfermera me dijo que era para evitar hacerme daño, pero no fue hasta que mi padre terminó de hablar con el doctor que me explicó mi intento de suicidio, lo cual no entendí porque me había atrevido a tal locura, pero mis palabras no existían, me sentía muda pero solo porque me encontraba en un estado de desconexión bastante grave.

Después de un par de días en el hospital me encontré en constantes revisiones con diferentes médicos, haciéndome preguntas, revisando mis razones, un inmenso mar de confusión, pero algo que más me llamó la atención fue una doctora bastante amable que se tomó su tiempo a hablar conmigo a pesar de que nunca le contesté nada, que solo la veía desconectada.

En día que salí del hospital todo parecía normal, mi padre me llevaba en una silla de ruedas mientras bajábamos el elevador, pero no fue hasta que presté un poco más de atención que seguíamos en el hospital, pero en un diferente piso y cuando levanté la vista sobre la recepción de la sala fue que entendí que decía "piso de psiquiatría". Quise levantarme de la silla y echarme a correr, pero lo notó un hombre alto y fornido me detuvo "Pero... yo no estoy loca" decía hiperventilada y alterada lo que me hacía parecer bastante loca, al final él y otros dos enfermeros me sostuvieron con fuerza a la silla de ruedas y me dirigieron hasta lo que parecía una sala, dentro se encontraba la doctora que me había visitado con anterioridad y fue cuando entendí porque con ella me había sentido diferente, era una psiquiatra.

- Está bien David ya puedes soltarla. - Dijo con su tono amable y suave que recordaba, los enfermeros salieron y solo uno se quedó pegado a la puerta, mi padre se sentó en un sofá al lado de mí.

- ¿Padre? ¿Acaso me crees loca? - Dije asustada y preocupada por estar en ese lugar.

- Andrea, nadie te quiere hacer daño y este no es un centro psiquiátrico como tú lo crees. - Dijo la señora rubia y esbelta con un fino traje azul sentándose en un sillón que estaba justo al lado de mí, no quitaba su mirada de mí, voltee a verla con una mirada llena de furia, pero ella lucía tan tranquila y relajada, que mi enojo disminuyó notoriamente. - Permíteme presentarme formalmente, soy la Dra. Abigail y sí, soy psiquiatra pero mi profesión va más allá de eso, tengo doctorado y diplomados con respecto a depresión, estrés post traumático y terapias alternativas para el manejo de conflictos emocionales. - Acercó su mano tan sigilosamente a la mía que no noté cuando tomó la mía. - Por favor no temas, nadie va a hacer nada que no quieras ¿está bien? - Recuperé el aliento y asentí con la cabeza. volteé a ver lentamente a mi papá y con una voz entre cortada empecé a hablar.

- ¿Esto fue por lo que hice?

- No importa lo que hiciste hija, si no lo que yo no pude ver. - Contestó sin levantar la mirada del piso. - No supe darme cuenta que estabas pasando por una depresión y tampoco vi que necesitabas ayuda con todo lo que habías pasado, si lo hubiera notado no hubiera pasado todo esto.

En algún lugar de LondresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora