48. Atrapados

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Atrapados

Cuando el cuerpo del titán colosal comenzó a aparecer frente a sus ojos Giselle sintió el miedo, no porque podría terminar calcinada o aplastada por sus grandes extremidades, sino que, su querida Hange Zoe y el bondadoso Moblit habían caído y no habían vuelto a aparecer.

Sintió como la respiración poco a poco era más dificultosa debido al vapor del cuerpo de Bertolt pero, a medida que el titán colosal se alejaba hacia la muralla maría, ella se acercaba desesperadamente por señales de sus amigos.

Balbuceaba sus nombres con angustia con los ojos inyectados en lagrimas y el corazón latiendo con desenfrenó, sin embargo, en medio de toda la ciudad destruida, no encontró ni rastro de Hange o Moblit.

-Maldita sea -dijo con impotencia. -¡Hange! ¡Moblit! -gritó con todas sus fuerzas.

Tal ves ese gritó de desespero no ayudó en nada, o en realidad fue lo que se necesitaba para que un histérico Jean Kirschtein finalmente diera con el paradero de su amada amiga. El cuerpo titánico de Eren se acercó con rapidez hacia la chica, tras petición de Jean, y la tomó en sus manos hasta llevarla a la misma altura que sus otros compañeros.

Giselle estaba a salvo, por el momento.

Los observó a todos intentando fingir fortaleza, pero en realidad estaba devastada, por que había visto como los cuerpos de Hange y Moblit desaparecían entre los escombros.

No debía decir nada, eso ya lo había decidido, no por ser una maldita masoquista, sino para no alterar al resto.

-Jean, dile -dijo Mikasa con la mirada más seria que nunca.

-¿Qué ocurre? -preguntó Giselle recuperando finalmente su aliento.

-Si dejamos que el colosal se acerque al comandante los dejará sin escapatoria -explicó Jean con la mirada fija en su amiga.

De un momento a otro la sonrisa de Levi atravesó su mirada y, aunque sabía que lo que estaba a punto de decir su amigo involucraría arriesgar sus propias vidas, estaba de acuerdo porque solo eso salvaría a Levi de un horrible final.

Suspiró.

-Dilo -le pidió en un murmuro.

-Nosotros, como últimos soldados dentro del muro, somos los únicos que pueden matar al colosal.

Ahí estaba, su sentencia de muerte, la cual la llevaba persiguiéndola desde hace tiempo en forma de dolor de estómago, en forma de fantasma y en forma de Camille.

Su hermana del alma se lo estaba advirtiendo, se le estaba presentando como un pequeño ángel recordándole lo que debía hacer. El enemigo la había atrapado, solo quedaba una opción, tal cual como pidió Giselle, había que pelear.

-Hagámoslo -ordenó Giselle a los pocos soldados que se encontraban a su alrededor.

Por otro lado, Levi descansa agotado sobre un tejado, con la mano sobre sus cuchillas y la respiración agitada.

Suspiró con desgano y, casi por instinto, giró su cuerpo completo en busca de señales de su escuadrón élite y Giselle, en cambio, se encontró con la enorme figura del titán colosal acechándolos desde la distancia, con su fea mirada y el humo brotando de su deforme cuerpo.

Levi masculló molesto, eso solo significaba una cosa, su Giselle estaba completamente en peligro.

Se impulsó con el gas del equipo tridimensional hacia los cielos, decidido con las acciones que haría a continuación y, antes de que pudiera enganchar su equipo al muro maría, un rugido a la distancia lo desconcentró. Era el titán bestia. Se giró por completo para enfrentar al maldito, sin embargo, no estaba preparado para lo que vería a continuación.

Sueños de libertad - Levi Ackerman.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora