CAPÍTULO 27

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Ojos cerrados, las turbulentas mareas del océano que formaban a la mente, estaban en calma. El dueño de aquella mente, tan relajado como su cabeza en estos momentos, decidió abrir con lentitud sus ojos; brillantes en un color avellana.

Eso fue un error, abrir los ojos, fue un error. Las mareas de la mente se tornaron violentas, como si una tormenta eléctrica gobernara sobre ellas. Curiosa esa mención, porque la lluvia constante era un detalle presente.

Dicho detalle, mojaba el cuerpo entero del Fantasma de Esparta, el cual ahora se veía completamente negro; y con su tatuaje brillando en un fuerte rojo.

Contrario al primer detalle, el fuego abrasador bailoteaba a su alrededor; al compás de las ventiscas de la tormenta. Dicho fenómeno natural, no fue convocado por otro que no sea por la deidad frente a él.

Quien sostenía un relampagueante martillo, forjado por los famosos enanos herreros; Los Hermanos Huldra. Thor se alzaba sobre la tierra negra y muerta, con una macabra mueca adornando su horrible cara, marcada por una cicatriz en diagonal; que iba desde su mejilla derecha hasta atravesar su ojo.

Sangre fresca contrastaba con la tierra negra, que además de ser regada por la sangre, era decorada por decenas de cadáveres. Los cuales, eran la fuente de aquellas corrientes de sangre. Y, sin embargo, lo que dejaba perplejo al espartano; no era la sangre.

Si no, a quienes pertenecía...

Tsuki, Ryu, Midoriya, All Might, Ibara, Momo, Mimir...

Todos ellos y más, asesinados de una manera cruel y para nada piadosa. Sus expresiones grabadas en la muerte, no marcaban otra cosa que no fuera horror. Y pese a esto, Kratos buscaba exasperado a una persona faltante, su hijo.

Fue entonces, que apreció completamente la figura del Dios del Trueno. Entonces, los dientes del espartano rechinaron, cuando sus ojos vieron que, el pie derecho de Thor, se posaba sobre el pecho de alguien conocida para él.

Shiori estaba siendo aplastada por el Dios del Trueno. Sin embargo, ella estaba completamente quieta, inerte, muerta... Sin vida... Sus brazos descansaban sobre la tierra negra, contrastando con la misma. Ya que, su derecha estaba cubierta por una ligera capa de hielo que chorreaba sangre, y el izquierdo fue completamente quemado por su propio quirck.

Y por instinto, Kratos rugió en ira, y abrió su mano para llamar a su hacha.

Pero nada pasó...

En cambio, lo único que llegó a él, fue una engreída risa, perteneciente a un hombre. Girando lentamente su cabeza, los furiosos ojos del espartano, chocaron con la figura del "Supremo Padre del Todo"; Odín.

Quien reía a carcajadas con un notable descaro, viendo con superioridad al Dios Griego. Una de sus manos, sostenía una lanza dorada, y la otra; se aferraba como una garra a un cuello. El cuello de una persona que Kratos conocía.

El cabello castaño de la persona, delataba su identidad. Su hijo, Atreus, era quien estaba bajo el agarre de hierro de Odín. Aún con el agobiante dolor, de haber perdido su brazo derecho, Atreus se aferraba a la muñeca que lo sostenía; con su mano izquierda.

Él emitió un agudo quejido, sintiendo como su respiración se acortaba cada vez más, a cada segundo que transcurría. Sus ojos azules poco a poco perdían el brillo, y, sin embargo, nunca se esfumó la ira que había en ellos.

Con la ira acumulada, el Fantasma de Esparta descargó un nuevo grito de furia, y arremetió en carrera contra Odín. Y solo a metros de él, un latido lo detuvo...

Un latido... Un latido de su propio corazón, que lo sintió como un estoque de espada al mismo. Eso fue suficiente para hacerlo caer al suelo. La runa maldita lo inmovilizó con dolor, cada latido que su corazón daba era equivalente a ser atravesado diez veces por una espada.

Un espartano en un mundo de heroesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora