*Capitulo 4*

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A la mañana siguiente una de las monjas nos vino a despertar.

- bien ya que vosotros habéis decidido empezar con mal pie quiero que me acompañéis a hacer algunas tareas antes de que empiecen las clases, en primer lugar Hugo y Dianne iréis al comedor a preparar el desayuno, ya que la cocinera se ha dado un tiempo de vacaciones tras coger una gran indigestión-todos reímos por lo bajo- luego Raquel y Lucas vais a ir a ordenar el cuarto de deportes y Jackson tú pondrás las mesas en el comedor, espero que esto salga excelente o tendremos que buscar medidas-  se agarro la falda que le llegaba por los pies y ando para revisar la habitación detalle por detalle.

Yo me encontraba en un estado poco recurrente, comparado con los demás, estaba todavía tirada en la cama, tenía la cabeza debajo de la almohada para tapar la luz que llegaba de la lámpara colgada en el techo. Mi pelo enredado entre sí parecía una leonera y mi pijama con manchas de tinte y pasta de dientes destacaban de las sábanas blancas de la litera. No me había dado cuenta de que ciertas personas estaban mirándome fijamente. Hasta que la monja logró tirarme de la litera haciendo que cayera desde bastante altura y sintiendo mi cuerpo pesado en el suelo de piedra helado que hizo que me despertara en un momento.

-buenos días señorita Jefferson- la monja colocó las sábanas encima de la cama y dio media vuelta directa a las escaleras para esperar a que nos cambiáramos.

Todos rebuscaban sus uniformes en mochilas. Y hasta algunos se dirigieron a sus respectivas tareas. Mientras yo me recuperaba de la caída del suelo, ahí me di cuenta.

-¡mierda!- si, se lo que estás pensando, se me había olvidado el uniforme arriba, así que tendría que ir a buscarlo en pijama  deambulando por los pasillos y escaleras del internado.

-Rubita, ¿pasa algo?- dijo el peli negro con una mirada pícara y una sonrisa perfecta.

-¿Rubita?, serás daltónico, soy castaña oscura- sabia que con los chicos había que ser sociable y segura, por todos lo libros que he leído pero sobre todo porque los hombres son idiotas, entonces lo mucho que puede hacer una mujer es no dejarse caer como una boba en sus brazos.

-¿tienes carácter o la caída te ha roto el cerebro?- me dijo mientras se colocaba la corbata.

-Nada mal eso de intentar intimidarme, no sabía que fueras tan listo- me Cruze de brazos y  el puso los ojos en blanco.

-me gustas rubita, y que sepas- agarro su mochila- que lo de rubia va por que todas las rubias que he conocido tienen bastante poco intelecto, como tú- me sonrío pícaramente como diariamente hacía y con dos narices se esfumo.

¡¿Como que poco intelecto?!, ¡será idiota!- pegué una patada al suelo y salí hechando humos de la habitación, para ver si con mis pequeños pasos alcanzaba al idiota de Bailey.

Estaba tan enfadada que ni me percaté de que me había recorrido todo el internado en pijama. Hasta llegar a mi habitación, bueno, la mía y la de mi compañera de cuarto, Tamara.

Al entrar, la ví durmiendo, así que cogí mi ropa y entre al cuarto de baño para cambiarme. Tamara parecía una persona bastante genuina, creo que sabe lo que hace, y apenas la conozco, de hecho, he estado más con Raquel que con Tamara. Una vez cambiada revisé el mapa que tenía colgado en su escritorio Tamara, y no como el mío, que al contrario, todo estaba sin desempacar, bastante normal para ser yo.

Arrugue mi nariz y me dispuse a hacer el peinado simple de ayer.

Baje la escaleras al comedor, ahora que no había nadie, había eco y me resultaba divertido escuchar mi voz.

-¿hola?- grite, y retumbo por las paredes del comedor.
-AAAhhgg- eso fue tan rápido que mi instinto femenino me hizo soltar una patada directa a la parte inferior de...

Si tú supieras [en proceso ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora