-sal y enséñame a ver cómo te queda- gritó Tamara desde detrás de la puerta
Me abroché el último botón de la camisa y estiré mi falda de cuadros azul marina y granate, básicamente horrorosa. Además la falda era tan larga que me llegaba un poco más de por debajo de las rodillas, así que con las tijeras que había en el pupitre de estudios la corte. Sinceramente me importa lo mismo que yo a mis padres las reglas de este internado. Tamara me había leído las normas, cada cual más ridícula. Proseguí a agarrarme dos mechones y hacerme una coleta con ellos para engancharlos en un lazo del mismo color que la falda y por último me puse una chaqueta con unas hombreras que claramente quite con las tijeras y cosí como pude con un mini kit que había en aquel botiquín de emergencia que estaba prohibido tocar. Todo muy "ilegalmente" pero la verdad es que me daba igual, no necesitaba que nadie me dijera que hacer, para eso estuvieron mis padres, o tal vez no, porque todo lo resolvían a la fuerza.
Una vez lista abrí la puerta para ver la reacción de mi supuesta amiga.
Como era de esperar ella se sorprendió y me dijo que me mataran. Aunque ella levaba la falda también corta, parecía estar más que sorprendida.-bueno, ahora que estás lista te reunirás en una sala para presentaros en el comedor y comerás con los nuevos, suelen ser 6, 3 chicas y 3 chicos. ¿Alguna pregunta?- dijo con firmeza Tamara.
¿Que si tenía alguna pregunta? Tenía millones, quería saber el nombre del chico, porque el estaba ahí, y porque se llevaban tan mal, que había pasado con la antigua compañera de Tamara, o el pasado de ella. Pero no abrí la boca solo negué con la cabeza.
- bien- afirmó, se despidió de mí y salió de la habitación.
Yo seguidamente hice lo mismo pero bajé a donde Tamara me había dicho hace un momento.
En la sala de paredes blancas y llenas de pupitres había una monja dormida con un libro en el pecho y 5 niños con el uniforme, me senté en una mesa al lado de un chico rubio, parecía muy simpático también leía un libro, libro de misterio, que curioso. Giré mi cabeza a el otro lado y ví a una chica era exactamente igual que aquel chico pero estaba sentada con los pies encima y mascando chicle mientras miraba a los lápices que había tirado al techo, los dos eran bastante guapos, sinceramente eran guapísimos, tenían los ojos verdes azulados, y cuando los inspeccionaba me di cuenta de que tenían los mismos rasgos y expresiones en la cara, muy curioso la verdad.
El chico cerró el libro y se inclinó para hablar con la chica- ya vale, Raquel, nos han traído aquí por tu culpa- rechistó.
-cállate, ya sabes que si le pasa algo a uno al otro también, así que no es técnicamente mi culpa- fulminó con la mirada a aquel chico.
Comenzaron a discutir y a marearme así que di un suspiro y tosí falsamente para ver si captaba su atención. En efecto lo hice, ahora tenía toda su atención, la de los dos, y no sabía lo que decir, era bastante incómodo, no me salían las palabras.
-Bonita conversación- dije inclinándome en la silla.
-perdona, mi hermana gemela que es una pesada- el chico se llevó la mano a la cabeza y continuó- soy Tony Arnold y esa de allí es Raquel mi hermana, estábamos discutiendo por- se sonrojó.
-muy bonito, pero creo que a la chica no le interesan nuestras vidas- interrumpió Raquel.
-b-bu-bueno, no se a lo mejor quería saberlo ya que si no, no entendería porque estábamos discutiendo- concluyó.
Me coloqué en la silla y comenzamos a hablar, y hablar, y hablar. Hasta que la monja se despertó y alteró a todos con el sonido de un timbre que indicó que íbamos a cenar.
La monja, mejor llamada Rosario, nos puso de dos en dos, así que en un momento iba a entrar por el comedor con Raquel.
-Bonita ropa- susurró- mas te vale hacerme eso-
Yo reí por lo bajo, Raquel me había caído bien, parecía simpática, al igual que su hermano, pero eran todo lo contrario. Ella llevaba la ropa a su manera, con cadenas en su falda y la camiseta un poco abierta, además tenía unos tatuajes y varios piercings, sobretodo por las orejas.
La monja abrió la puerta y todos nos colocamos excepto ella y yo que estábamos suficientemente entretenidas hablando de nuestras cosas, aguantándonos la risa, pasamos la puerta.
Vimos cómo todos se giraron a mirarnos, no se si criticaban o que decían pero todos susurraban cosas, que a saber.Vi una mesa vacía con seis sillas al final del pasillo en la izquierda de donde estaban todas las mesas de monjas y profesores. No nos sentamos, la monja que nos había llevado hasta ahí se sentó en su sitio, y luego una monja grande, padecía de sobrepeso y debía tener 70 años por lo menos se nos acerca.
-¡mirad a nuestros nuevos prodigios!- grito la monja. Y antes de que nada dijera o hiciera, mientras todos nos miraban, Raquel y yo nos hechamos a reír, tanto que nos caimos al suelo, en ese momento, no pude ver ni oír nada, solo me imaginaba mi situación y, la , cara, de, ¡la monja!
Por una vez me sentía bien, y libre de hacer lo que me plazca sin llevarme un puñetazo de por medio, se sentía genial, era un placer estar ahí y poder alejarme de mis padres, hacer lo que yo quiera, aunque siguiendo las normas de aquel lugar, pero me daba igual, me gustaba ese sentimiento de no tener a alguien detrás mía con la mano levantada a punto de pegarme y haciéndome sentir miserable con cada palabra que decía. Nunca me había gustado como me habían tratado, para mi estar en casa era como una cárcel, pero seguía sin comprender a estos adultos que se piensan que somos juguetes y todo lo que nos dicen no nos va a afectar, o que si no hacemos lo que ellos quieren somos un fraude, pero a la mierda, quiero vivir, o al menos tengo derecho de sentirme bien y cómoda en este lugar.
Al darme cuenta y volver a la realidad actual, dejando a mis pensamientos de por medio me levante del suelo y pude ver a todos y la mirada fulminante de la monja hacia mi y Raquel.
- bueno, como decía, prodigios, al parecer no todos- junto sus manos en forma de rezo- vosotras dos, hablamos luego, no está permitido ridiculizar nada, aunque lo que hayáis hecho halla sido ridiculizaros a vosotras mismas, que tengáis una buena velada todos, ahora bendecid la cruz De Dios , dijo- mientras la fila de seis avanzaba vimos cómo cada niño antes de ir a la mesa besaba el rosario que ella colgaba de su cuello.
Como era de esperar a Raquel y a mi nos entró la risa y nos quejamos de que el rosario estaba intoxicado, nos dimos cuenta bastante tarde, porque al parecer lo habíamos estado diciendo en voz alta en frente de la monja. Pero a parte de saber que la monja tiene más paciencia que todo el mundo, no se como no nos castigo.
Solo nos susurró- dar gracias de que ahora no se puede pegar con reglazos niñas- y con una sonrisa forzada se sentó.
¿Como que reglazos?, ¿que tienen planeado? ¿aquí también me quieren matar?
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Si tú supieras [en proceso ]
Novela Juvenil-[en proceso] -Esta historia es 100% mía y no se admite ninguna forma de plagio -Los dibujos de la portada no son míos, los autores tienen todo el derecho en ellos. "INESPERADO PROHIBIDO NO CORRESPONDIDO ETERNO EL AMOR TIENE MUCHAS CARAS ...