PRÓLOGO

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Ha llegado el momento. Hoy es el día que te contaré la historia que hace tiempo prometí. Solamente necesito saber si en verdad deseas escucharme.

—Sí. Claro que sí —contestó Canddy, una joven alumna.

—Indudablemente alguna vez has escuchado un cuento de princesas. Estoy seguro que inmediatamente identificas a Blanca Nieves, a Cenicienta, a la Bella Durmiente y a muchos personajes más nacidos de la fantasía. ¿Pero, sabes cómo nacen esos cuentos que te hicieron soñar en tu infancia? —preguntó el anciano, que por fin después de casi toda una vida de callada soledad, estaba dispuesto a revelar un gran misterio. Ya no había manera de posponer lo que sería su más grande dicha. Iba a compartir un gran secreto. El secreto guardado durante más de sesenta años y con el que no deseaba partir. Por que su fin estaba cerca. Desde el amanecer de ese día, él lo presentía, lo sabía. Pronto, muy pronto abandonaría este mundo para marcharse a un lugar mejor.

Se trataba de Don Chema, el conserje del Colegio educativo de nivel medio con más prestigio en toda la ciudad, y de la única alumna que se había atrevido a platicar con él por más de cinco minutos después de clases. Y es que Don Chema siempre había sido una persona muy reservada. Vivía muy en su mundo. No en pocas ocasiones, varios alumnos lo habían visto hablar a solas. Sus temas favoritos de conversación siempre eran de cosas muy extrañas: de duendes, princesas, monstruos, reyes, y de un montón de sucesos llenos de fantasía. Incluso, los mismos maestros del Colegio, aseguraban que Don Chema no era de este mundo. Por no decir que lo consideraban un loco. Eso sí, un loco muy ocurrente e inofensivo.

Era frecuente que los alumnos del Colegio le jugaran todo tipo de bromas. Desde esconder sus utensilios de trabajo hasta hacerle todo tipo de comentarios ofensivos y despectivos hacia su persona: le llamaban viejillo cascarrabias, locadio, Don Chemo, solamente por mencionar algunos.

Pero ese día era diferente. La joven alumna, la única que lo trataba con gran respeto. La única que se había dignado en escucharlo, la única que se había interesado en todas sus "locuras" sería la gran afortunada en conocer una de las más grandes historias jamás contadas sobre la tierra. Don Chema necesitaba hablar, necesitaba contar la gran historia que recordaba muy claramente en su mente pero que le retumbaba en el alma. Al amanecer de ese día, él supo que ya no lo podía posponer más. Su final estaba cerca.

—Para empezar, déjame decirte que todos los cuentos nacen en un lugar llamado Fantasía. La Fantasía se encuentra ubicada en cada uno de nosotros, sí, en todos. Es un lugar extenso, grandísimo, inmenso. Sólo tiene un límite, colinda al norte, al sur, al este y al oeste con la Realidad. La Realidad es el gran mundo en el cual vivimos tú y yo —decía Don Chema lleno de emoción mientras la jovencita escuchaba muy atenta.

—¿Me he explicado o lo hice muy confuso? ¿Te he dicho que en el mundo de la Fantasía existe una Academia para príncipes?

—¿Una qué...? —Preguntó la joven alumna, quien como todas las tardes, dentro del plantel educativo esperaba a sus padres para ser llevada a casa.

—Sí, una Academia para Príncipes —contestó Don Chema mientras se sostenía apoyado en una escoba.

—¿Y para qué sirve la Academia?

—Bueno, pues la Real Academia es una escuela a donde asisten muchos de los jóvenes que aspiran a convertirse en príncipes de cuento.

—¡Príncipes de cuento! —Exclamó la joven estudiante, quien vestía el uniforme tradicional: falda gris a cuadros, blusa blanca, chaleco azul marino y zapatos negros.

—¡Ah, si! Pues para que exista un cuento de princesas forzosamente deberá existir un príncipe. ¿Y quién crees que se encarga de prepararlos?

—La Real Academia —afirmó llena de satisfacción al comprender que su respuesta era correcta.

—Por supuesto. Pues no cualquiera puede ser príncipe de cuento. Tienen que preparase, estudiar, estudiar mucho. ¿Pensabas que los príncipes simplemente aparecían de repente y de la nada para salvar a una princesa en apuros?

—Pues, en los cuentos siempre sucede así.

—¡No! —Se entusiasmó Don Chema —. Hay mucha preparación y esfuerzo previo que en el cuento nunca vemos.

—¿Y las princesas también viven en la Fantasía?

—Te voy a contradecir nuevamente. No. Las princesas viven en la Realidad. Es decir, todas las niñas, como tú, pueden y tienen derecho a convertirse en una princesa de cuento. Solamente hay ciertos requisitos que deben cumplir. Pero eso más adelante te los puedo explicar. Lo importante es que entiendas que los cuentos de princesas nacen en la Realidad y no en la Fantasía. Bueno, para ser más exacto diré que nacen de la mezcla de ambos mundos. Para explicarlo mejor: nacen de la unión de una señorita de la Realidad con un joven alumno de la Real Academia Para Príncipes. ¿Todavía no me he explicado bien?

—Pues, sí, más o menos, pero tengo muchas preguntas.

—Bueno, el día de hoy quisiera contarte como surgió un nuevo cuento de princesas. Será el último cuento que te contaré.

—Oh, ¿Por qué? ¿Se marchará? —Preguntó muy consternada la joven alumna.

—Digamos que sí. Estoy ya muy cansado, ¿te imaginas? Ya tengo 80 años de edad.

—Yo lo veo muy joven y fuerte todavía.

—Gracias. Pero mira, no perdamos más tiempo porque la historia es un poco larga.

—Precisamente hoy mis padres tardaran un poco más en pasar por mí.

—Bueno, deberás poner mucha atención. Te voy a narrar la historia de uno de los alumnos de la famosa Real Academia Para Príncipes. No conoces la historia, nadie la conoce, pues es un nuevo cuento. Un cuento que te heredaré solamente a ti. ¿Otra vez ya lo hice todo confuso, ¿verdad?

—Un poco.

—Bueno, si me sigues escuchando con atención, estoy seguro entenderás lo que trato de decir. Ya para no aburrirte más vayamos de una vez hasta el mundo de la Fantasía y comencemos a conocer a Ernesto, a Ismael y a todos los personajes que originaron el cuento nuevo todavía nada famoso.

Don Chema tomó asiento en la banca frente a la dirección del Colegio, donde ya se encontraba sentada la joven alumna. Era una institución ya muy antigua, pero con costumbres muy modernas. Anteriormente sólo atendían mujeres, pero ahora sus grupos escolares eran mixtos. Por el pasillo principal pasaban alumnos que ya se marchaban. Don Chema se concentró en hacer una excelente narración para no aburrir a su oyente. Además, tendría poco tiempo, pues seguramente pronto pasarían a recoger a la señorita. Añadiendo también que pronto él tendría que acudir a terminar con sus obligaciones laborales. 

El príncipe de soledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora