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Soledad esperaba con más impaciencia que nunca la llegada del tan ansiado viernes a las siete de la tarde. Durante el inicio de la semana en el IPNB (Instituto Para Niñas Bien) no sucedió nada anormal a no ser que esta vez la maestra Cristal había tenido que ser hospitalizada por una rara enfermedad que estaba sufriendo desde hacía tiempo. ¿No sabes quien es la maestra Cristal? Está bien, no te preocupes, más adelante te contaré con más exactitud a cerca de este otro personaje, pues es el personaje más importante de esta triste historia. Por lo pronto basta saber que la enfermedad le había impedido asistir a la fiesta de Fanny y todavía peor; se ausentaría durante toda la semana al IPNB, pero según la madre superiora del Instituto, el siguiente lunes ya estaría de regreso con ellas. Ah, si, había olvidado decir que el Instituto era dirigido por religiosas. Unas religiosas muy buenas personas, pero muy estrictas. Continuemos:

Lo que cambió la rutina en la vida del IPNB sucedió justamente el viernes muy temprano. Ocurrió una pelea entre el grupo de amigas de Fanny y el grupo de amigas de Soledad. Todo comenzó porque Fanny tachó de resbalosa a Soledad porque se había enterado que ella había comenzado la conversación con aquel hermoso joven. Según las reglas que les enseñaban en el Instituto, no era correcto para una jovencita iniciar una conversación con un hombre. Ellos debían tomar la iniciativa.

Todo parecía indicar que el conflicto no pasaría a mayores y terminaría como siempre, con ambos grupitos alejándose, pero esta vez fue Cecilia quien sin pensarlo dijo:

—Por que no dejas de molestar y aceptas que te da envidia que nosotras, en tu propia fiesta, hayamos bailado con el joven más guapo.

—Ustedes son unas ofrecidas —dijo Fanny a quien le encantaba usar esa palabra.

Cecilia no soportó escuchar el comentario y deseó con todas sus fuerzas dar un golpe a Fanny, pero tan sólo lo pensó cuando Fanny comenzó a sangrar por la nariz. Y a sentir un dolor en todo el rostro. Las compañeras corrieron para avisar a la madre superiora. Nadie se explicaba lo que había sucedido. Fanny lloraba más de coraje que de dolor.

La madre, encargada de la prefectura, llegó hasta el lugar del conflicto y pronto llevó hasta el privado de la madre superiora a Fanny, quien, sin dudarlo, culpó a Soledad. Pero nadie había visto a Soledad moverse de su lugar. Sin embargo, Soledad fue castigada a pasar el fin de semana recluida en el Instituto. En el famoso y temido cuarto de reflexión. ¿Y Ernesto? ¡Ya no lo iba a poder ver!

Cuando Soledad regresó hasta el salón de clases se lo informó a sus amigas, muy triste.

—Hoy Ernesto iba a venir por mí, y pensábamos salir a pasear el fin de semana. Ahora ya no será posible.

Cecilia se sentía un poco culpable; Alicia se sentía muy triste por lo que le pasaba a su amiga. Tenían que hacer algo. Soledad no paraba de llorar. Estaba siendo castigada injustamente. Ella no había hecho nada. Y tú y yo somos testigos.

Cecilia, como buena amiga, no podía dejar que el problema quedara así. Acudió hasta la dirección; pidió hablar con la madre superiora.

—Fui yo —le dijo a la máxima dirigente del plantel cuando hubo entrado al despacho.

—¿De qué me habla señorita? —contestó la gruesa directora. La madre superiora estaba un poco pasadita de kilos.

—Sobre lo que ocurrió con Fanny. Soledad es inocente. Yo deseé golpear a Fanny y al parecer lo logré.

—Explíquese, señorita.

—Al parecer consigo aquello en lo que pienso con intensidad. Soledad no golpeó a Fanny. De hecho nadie la golpeo. O bueno, si fui yo, pero lo hice sólo con el pensamiento.

La directora parecía incrédula. Conocía de los poderes curativos que se le atribuían al padre de Cecilia, pero ella no creía que los seres humanos pudieran realizar ningún prodigio mágico. Así que pidió una prueba.

Cecilia estaba dispuesta a salvar a su amiga, aunque eso significara que el castigo recayera sobre ella. Se concentró en uno de los floreros que adornaban el despacho de la directora y pensó intensamente en romperlo. Pasaron unos minutos, y por fin lo consiguió: el florero se rompió.

La directora asombrada y un poco temerosa sentenció:

—El castigo será para ti. Voy a tener que hablar con tu padre.

—Oh, no. Eso no. Mi padre esta muy ocupado y odia que lo distraigan de sus trabajos. No me lo va a perdonar.

—Lo siento. Es tu padre, tú eres su obligación, también mereces parte de su tiempo.

El castigo le fue retirado a Soledad. Al principio se puso muy feliz pero después se sintió triste por Cecilia. Pero Cecilia aseguró que iba a estar bien. En el cuarto de reflexión tendría mucho tiempo para no hacer nada. El cuarto estaba muy retirado del resto de los salones, ahí no había nada a excepción de una silla, un escritorio, cuadernos y una cama para las alumnas que a veces eran castigadas a quedarse a pasar la noche ahí. Era un auténtico calabozo disfrazado como "cuarto de reflexión".

Canddy, solamente te podría decir: "Cuida mucho lo que deseas porque se te puede conceder". 

El príncipe de soledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora