La hora de la gran fiesta había llegado. Aunque a estas alturas cuando ya todos los invitados estaban presentes; cuando la fiesta se realizaba de la manera más solemne, nuestros jóvenes caballeros aún se encontraban buscando la dirección del evento. Se habían perdido. ¡Valientes buscadores! Ismael había sugerido el camino, pero Ernesto se había negado completamente; se había encaprichado hasta el extremo de decirle: "Son mis decisiones las que cuentan, ¿no?". Así que Ismael se limitó a seguirle porque en cierta medida él tenía razón. Sin embargo, después de varias horas de andar vagando sin sentido, Ernesto se resignó:
—Está bien, ¡ayúdame!
—Pedir ayuda también es una decisión —le dijo Ismael. No le reprochó nada, sino al contrario, se apresuró a corregir el rumbo: en minutos llegaron hasta un gran salón de eventos donde se celebraba la fiesta. No tuvieron dificultad para ingresar, había una aglomeración de personas originando un gran caos. Al entrar, lo primero que vieron fue una gran cantidad de jóvenes bailando en el centro de la pista.
A pesar de la multitud, su presencia fue notoria de inmediato. Los rasgos finos y hermosos de Ernesto e Ismael, de inmediato los resaltaron de entre la muchedumbre. Muchas de las miradas femeninas de inmediato se dirigieron a ese par de especimenes que muy raramente tenían ocasión de contemplar.
—¿Ya viste? —Soledad, una de las invitadas, salió corriendo hasta donde se encontraba Cecilia, sólo para constatar que su amiga ya los había notado. Soledad regresó para seguir bailando con un niño pequeño.
Mientras Ismael y Ernesto se sentían un tanto extraños al saberse observados constantemente, decidieron buscar un lugar en una de las mesas para sentarse. Descubrieron varias sillas vacías, sin saberlo, justo en la mesa que compartían Soledad y sus amigas. Era una de las mesas para los invitados principales.
La segunda, de tres tandas de baile, había terminado. Todos los bailadores, incluyendo a Soledad, regresaron hasta sus lugares en las mesas. Soledad, al sentarse, quedó justo enfrente de Ernesto. A un lado de Soledad estaban Cecilia y Alicia. Alicia, al igual que todas, estaba fascinada con la presencia de Ernesto. Entonces Cecilia con una patadita por debajo de la mesa llamó la atención de Alicia para decirle: "¿Pregúntale como se llama? Pero Alicia era muy tímida y dijo "no" con un movimiento del cuello de un lado para el otro.
—¿De qué hablan? —las interrumpió Soledad al ver que cuchicheaban.
—Alicia quiere saber como se llama el bombón de enfrente —susurró Cecilia al oído de Soledad.
Soledad era más atrevida así que se lanzó al ataque. Sin más preámbulos y de manera directa.
—¿Cómo te llamas? —le preguntó.
En ese momento, una risita casi imperceptible y llena de rubor inundó a Cecilia y sobre todo a Alicia quien se tapó la boca para no ser escuchada.
—Ernesto, mi nombre es Ernesto. ¿Y tu cómo te llamas?
—¿Y si mejor lo adivinas? —contestó coquetamente Soledad, quien se entusiasmaba cada vez más al contemplar interés en los ojos de Ernesto.
—¿Dame una pista? ¿Con cual letra empieza?
—Con "S".
—¿Te llamas Sugey? —se adelantó Ismael a contestar y Ernesto lo volteó a ver como recriminándole la intromisión. Como si estuviera pensando decirle: "No te metas con mi conquista".
—No. Mi nombre es —contestó ella y comenzó a dibujar en el aire con el dedo índice y deletreando cada letra de su nombre con la boca sin emitir sonidos —: ese, o, ele, e, de, a, de.
—¡Ah, te llamas Soledad! —Casi gritó Ernesto al sentir que había descubierto el enigma más misterioso de todo el planeta.
—¡Sí! —igualmente se entusiasmó Soledad con la alegría de Ernesto.
Siguieron charlando por varios minutos hasta que la tercer y última tanda de baile comenzó de nuevo.
¿Y qué crees? Con esos pocos minutos, Ernesto estaba convencido de que Soledad era la doncella que estaba buscando. Soledad era tan alegre, tan simpática, tan ocurrente que Ernesto ya sólo tenía la duda de saber si ella era de sangre azul. Pues, una de las pocas señales que se le habían concedido era: tu doncella es de sangre azul. Sin duda, hija de algún gobernante. Más bien, para aclararlo de una vez: le habían dicho que su doncella era hija de Reyes.
Ismael sabía que el primer error a la hora de la conquista era la premura, la precipitación.
—¿No te parece que vas demasiado rápido? Apenas si la conoces. Invítala a bailar y prométele una visita para que puedas conocerla más.
Por primera vez Ernesto no cuestionó las indicaciones de su asesor. Soledad y Ernesto acudieron hasta la pista de baile donde bailaron muy contentos.
—¿Dónde te puedo volver a ver? —preguntó Ernesto mientras bailaban un vals.
—Yo estudio en el Instituto Para Niñas Bien. Si quieres podemos vernos el próximo fin de semana. Es un seminternado, salimos los viernes a las siete de la tarde. Solamente pasamos los fines de semana en nuestra casa. Todo mundo sabe donde se encuentra porque está ubicado en el centro de la ciudad. Al lado hay un restaurante muy famoso.
—Bien, ahí te veré, para platicar y salir a pasear el fin de semana. ¿Te gustaría?
—Sí. Claro que me gustaría.
En esos momentos, Fanny, la señorita quinceañera, los interrumpió bruscamente y pidió bailar con Ernesto. Soledad, un poco a regañadientes, aceptó; y se separó de Ernesto para dejarle el turno a la festejada. Soledad regresó hasta la mesa y veía con un poco de celos como la quinceañera lo abrazaba.
—¿Y tú por qué no bailas? —preguntó Ismael a Alicia, quien también estaba sentado junto a las dos amigas.
—Es que me da pena.
—Anda, Alicia, ve a bailar con Ernesto, yo se que quieres hacerlo —dijo Soledad; cada vez menos perturbada, al ver como Ernesto, desde donde bailaba, la veía solamente a ella.
Alicia no se armó de valor y se quedó con las ganas de bailar.
Al terminar la fiesta, Soledad había encontrado al príncipe de sus sueños. Claro, sin saber que él en verdad era algo así como un príncipe, bueno, al menos con todas las posibilidades para serlo, sabes de lo que hablo, ¿verdad? Había encontrado al príncipe que por fin acabaría con todos sus sufrimientos y tormentos. Por lo que vemos, estarás de acuerdo conmigo, Ernesto pensaba que había conocido a la doncella que le proporcionaría su título como príncipe de cuento. Pero a veces las apariencias engañan. ¿Te ha pasado? Veamos lo que sucedió después.

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El príncipe de soledad
Teen FictionTodo comenzó en la famosa Real Academia Para Príncipes. "Joven Ernesto, la doncella que le permitirá convertirse en príncipe de cuento es hija de reyes de algún país de la realidad, es de sangre azul. No sabemos al tipo de monstruo que deberá enfren...