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Ya que mencioné a Alicia; déjame hablarte de ella. Tenía la misma edad que Soledad. Era la alumna más inteligente del Instituto para Niñas Bien. Sus calificaciones así lo demostraron siempre. Ella, quizás para tu sorpresa, era la hija del gobernador de la ciudad. Era hija única. Era de modales muy sencillos y nada presumida. Sus padres habían puesto todo su esmero y dedicación para educarla conforme a su condición como hija de la primera dama de la ciudad. Es como si fuera una princesa, debo aclarar, nada tiene que ver ser princesa por herencia a ser una princesa de cuento. Por supuesto, sus padres ya le habían organizado su fiesta cuando cumplió quince años. ¿Ya te imaginaras? Fue todo un acontecimiento. Fue el festejo más grandioso que se haya dado en la ciudad.

—¿No qué Soledad era hija de los reyes? —preguntó Canddy.

—La explicación es muy sencilla y perdón si te confundí. Soledad era hija de Reyes, o sea, de don Reynaldo y doña Reyna. Si, llegó el momento de decirlo: Soledad era hija de un campesino y de la costurera oficial de los gobernantes. La casa de Soledad estaba ubicada justo detrás del gran palacio de gobierno. Fue a petición de la madre de Alicia, desde que su marido había sido electo, cuando se habían trasladado a vivir dentro de los terrenos del palacio. La primera Dama deseaba tener cerca a Doña Reyna porque los vestidos que le confeccionaba eran de lo mejor. Así, desde muy pequeñas, Alicia y Soledad se hicieron amigas. Prácticamente se puede decir que el paso de la niñez a la juventud lo vivieron juntas. Además, por su gran simpatía y muchas ocurrencias, Soledad pronto se había ganado el cariño de los gobernadores de Dependencia.

Hay que decirlo, a pesar de la gran amistad entre Soledad y Alicia, Doña Reyna nunca aceptó recibir ningún tipo de ayuda económica. Los gobernadores querían tanto a Soledad que desde pequeña habían procurado ayudarla. Pero Doña Reyna, por orgullo o quizá por soberbia, siempre se negó. Ella, con grandes esfuerzos, había logrado pagar el Instituto para Niñas Bien durante muchos años. Lo que doña Reyna ignoraba era que la primera dama de la ciudad había conseguido una beca a Soledad para que siguiera estudiando en el Instituto sin que les costara tanto a sus padres. Aún así, doña Reyna siente que es muchísimo dinero lo que paga de colegiatura. Ya te imaginaras el gran sacrificio que fue realizar la fiesta de quince años para Soledad. Pero lo lograron gracias al empeño y dedicación de años de trabajo y ahorro. Todos los ahorros de la familia fueron destinados para el festejo oficial de Soledad. Gracias a eso Soledad estaba incluida en la lista de doncellas disponibles y ahora tenía muy cerca a Ernesto.

—Ah, ya entendí. Soledad no es de sangre azul, ¿verdad? Entonces no es la doncella que Ernesto busca sino Alicia—adivinó Canddy.

—No sé si sea Alicia, pero definitivamente Soledad no. Por eso Soledad pretende que Ernesto crea que ella es hija de los gobernadores.

—Pero, ¿y si Ernesto descubre la mentira? —preguntó Canddy muy impaciente.

—Bueno, no nos adelantemos, todavía no es momento de hablar sobre el tema, ya más adelante te contaré. Sigamos con doña Reyna. Tengo que decir que la primera dama siempre procuró que doña Reyna tuviera trabajo; le pagaba muy bien. Tal vez sea por esta situación que Soledad pensaba que sus hermanas la veían con un poco de envidia. Ninguna de sus hermanas había gozado de tantos privilegios como ella. La verdad es que eran puras figuraciones suyas. Sus hermanas la querían, sólo que a su manera. A veces la relación entre hermanos suele ser complicada, ¿no crees? —dijo Don Chema pero la joven alumna torció la boca en gesto muy claro que lo que a ella le interesaba saber era sobre lo que sucedió después con Soledad y Ernesto. Pero don Chema consideraba más importante para su historia seguir hablando sobre las doncellas.

—Ahora ya resulta más comprensible saber el porqué Doña Reyna negó el permiso a Soledad para asistir al concierto de Plano Simple, ¿verdad? —Continuó Don Chema —. Pasando a otro punto importante; aunque hay diferencias de clases sociales entre Soledad y sus amigas, nunca fue problema entre ellas. La aceptaban como era. Donde si tuvo un poco de problemas fue en el Instituto Para Niñas Bien, pues existían un par de alumnas que la molestaban con burlas achacándole su condición de hija de una costurera. Aunque Soledad siempre lo negara, lo cierto es que siempre le afectó.

Como recordaras, en ese grupo de alumnas que la hostigaban se encontraba Fanny, quien apenas recién había cumplido sus quince años. 

El príncipe de soledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora