Aquella noche

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Mar

Cuando acabamos de cenar, encendimos la hoguera y nos pusimos alrededor con las sillas que había por el campamento, cada uno cogió un palo, lo lavamos y pusimos nubes para que se hicieran en el fuego, cuando me acabé unas cuantas nubes.

Isabella y yo dimos ambiente tocando la guitarra y cantando, fue genial hasta que a mi querida Sophie se le ocurrió empezar a contar historias de miedo, con lo mal yo lo pasaba cuando algún amigo contaba una.

Así que como no, me hice la "valiente" y me quedé escuchándolas todas, adivinad de quién fue la peor noche de su vida, la mía por tonta efectivamente,

si es que a quién se le ocurre, en fin, cuando todas ya se iban a dormir yo no podía, como era de esperar... Así que salí de la gran habitación y fui al porche.

¿Y a quién me encontré? Efectivamente a Samuel.

Intenté hacer el menos ruido posible saliendo de la habitación y cuando llegué al porche, Samuel le estaba dando una calada a un cigarro

Eres una caja de sorpresas Samuel Rose...

—No sabía que fumabas...

¿Y como lo ibas a saber tonta? Si hace menos de 48 horas que lo conoces...

—Y no lo hago... —Dijo arqueando una ceja

—¿Seguro?

Lo miré y me senté en el bordillo del escalón, él estaba de pie apoyado en la barandilla, apagó el cigarro y lo tiró a la basura que había en el porche.

Cuando se sentó a mi lado automáticamente se me aceleró la respiración, aunque con suerte conseguí disimularlo.

—¿Qué haces a estas horas aquí? —Me preguntó con su voz ronca mirándome fijamente.

"Joder" pensé, después tragué saliva...

—No... No podía dormir... —Le contesté nerviosa.

No sabía por qué, pero estaba nerviosa, porque realmente no me pasaba nada para estarlo, pero es que él me ponía nerviosa...

Cosa que tampoco sabía porque me ponía tan nerviosa, cosa que más me aterraba.

—Déjame adivinar mmmm... ¿Las historias de terror?

Bingo

Me reí por lo obvio que sonaba que no pudiese dormir por las historias, así que asentí con la cabeza...

Empezamos a hablar de todo un poco hasta que me miró fijamente con sus ojos verdes y me dijo:

—¿Quieres hacer una locura?

Sí a todo, menos al divorcio...

Lo miré arqueando una ceja, aún con el bikini puesto de las canoas, me señaló las tablas de surf, cogí una y él otra.

Salimos del porche y corrimos hacia las olas, icónico que supiera hacer surf aun teniendo talasofobia, ¿verdad?

Desde pequeña había hecho surf... Hasta que un día, a una compañera y amiga mía en un regional de surf en Hawái, cuando estaba a punto de bajar de la ola, un tiburón creo que era, le mordió una mano, a partir de ese día, no volví a competir y mucho menos a subirme a una tabla, me alejé del mundo del surf completamente.

A ella le costó aceptar que le faltaba una mano, estuve en su proceso de recuperación desde el día uno, ahora era campeona del mundo de paralímpicos y aprendió que con una sola mano

se puede hacer una vida completamente normal, y hay que aprovechar cada minuto de la vida porque nunca sabes cuando puede pasar algo.

Así que allí estaba a las 3 de la mañana haciendo surf y superando mi miedo, no pensé en nada, quería divertirme.

Cuando el mar se calmó nos sentamos en la tabla, mientras esperamos que amaneciera le conté un poco la historia de mi talasofobia, a lo que para mi sorpresa escuchó atentamente.

Le sonreí y empezó a amanecer, callados apreciamos cada instante de aquella puesta de sol tan bonita, ya era de día, así que corrimos para dejar las cosas en su sitio, cuándo iba a entrar a mi habitación del bungalow, me abrazó, después nos miramos, y noté una conexión increíble en esa mirada, me besó la frente y con una sonrisa me dijo:

—Descansa rubita, buenas noches...

¿Rubita? ¿Me acababa de poner un apodo?

A lo que yo coloradísima le dije:

—Tú también ricitos...

¿Ricitos? Anda que tú también hija mía...

Cuando fui a subir a la litera de arriba se encendió la luz de la habitación, estaban todas despiertas mirándome con una sonrisa pícara.

"Mierda" pensé

—¿Nos lo vas a contar o lo adivinamos?

—Mmmm...

—Anda no seas tonta siéntate y cuéntanoslo...

Corrí a la cama de Sophie, las cinco nos sentamos en la cama, le conté por qué mi talasofobia,

cuándo hicimos surf, vimos el amanecer...

—Qué bonito tía...

Seguimos un rato más hablando, y cuando llevamos unos 10 minutos durmiendo, entró esta vez Samuel a despertarnos...

Ay Samuel ay

Amor de verano en Noosa Shire [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora