Capítulo 3

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Narrador

Los Lovegood recibieron al nuevo miembro de su familia con entusiasmo, a pesar de las causas de su integración, y trataron a la pequeña como una hija más.

El problema era el extraño comportamiento de la bebé. Todo el tiempo lloraba o dormía; algo bastante común en los bebés, pero el aura que emanaba de ella era de una tristeza profunda, así que, cuando no hacía una de las dos cosas mencionadas antes; se quedaba viendo el espacio, como si reflexionara e ignoraba a todos los demás.

Su nueva familia entendía su comportamiento y trataban de comportarse acorde a lo que necesitará, pero la otra pequeña bebé no lo comprendía del todo.

Después de un año, Luna seguía tratando de jugar con su prima y, cansada de recibir siempre negativas, la arrastró al pequeño jardín cuando sus padres se distrajeron.

Le mostró cada planta del jardín con mucha ilusión, la obligó a correr en las pequeñas colinas y, por último, la llevó detrás de la casa y le mostró un hueco en la tierra.

Idylla estaba confundida. ¿Por qué le muestra algo así? Era lo que se preguntaba aunque no le dijo nada a Luna, ya que claramente, no recibiría una respuesta.

Estaban a punto de volver cuando algo se asomó por la tierra. Una criatura que se asemejaba a un hurón cubierto de maleza apareció en la superficie, Idylla tomó por instinto la mano de Luna y retrocedió, pero la pequeña se mantuvo firme y movió su pequeña mano en dirección al animal.

-Mocosa -la niña casi salta al escuchar hablar al hurón y con precaución regresó a su lugar junto a la otra. -Fea y llorona.

Su cara enrojeció de molestia al escucharlo, trató de acercarse pero Luna la detuvo.

-Ja-ja-jarvey -con mucho esfuerzo la niña articuló el nombre de la criatura -Pel-peli-peligr...

Mientras trataba de hablar, la otra la observaba sorprendida y seguidamente con miedo, al entender la última palabra. Jaló con fuerza su mano y sin ver al frente corrió de vuelta a la casa, rogando que no los siguiera.

Pandora tomaba un té en la cocina disfrutando un poco de calma; calma que fue interrumpida en el momento en que las dos niñas, que salían del escondite del jarvey y corrían como si su vida dependiera de ello, entraron en su campo de visión.

Corrió a su encuentro, tirando la taza en algún punto. Las dos niñas la vieron y se acercaron lo suficiente como para saltar a sus brazos. La mujer, que apenas lograba sostenerlas en ambas manos, las llevó adentro.

Las niñas no estuvieron dispuestas a bajarse, obligando a Pandora a llevarlas al sillón donde se sentaron abrazadas.

-¿Qué fue lo que pasó? -La mayor trató de no sonar muy preocupada y las niñas solo se quedaron calladas. -Niñas, mírenme -levantaron el rostro del hombro donde se apoyaban -Díganme, ¿qué sucedió atrás?

Buscaron a la otra con miradas cómplices y Luna empezó a reír. Pandora estaba por reprocharle hasta que la risa de la otra la dejó anonadada.

Después de un año tratando de sacarle una sonrisa, la niña reía junto a su prima. Estaba por llorar cuando Xeno apareció en la puerta y no pudo retenerlo más. El hombre se abalanzó sobre su familia y las dos niñas sin entender las reacciones siguieron riendo.

Ahora, aunque a veces la tristeza volvía a tocar el hombro de Idylla, su prima estaría a su lado. Y, sin hacer mucho, con la tranquilidad que siempre irradia y las ocurrencias que compartía, logró brindarle un poco de la luz que necesitaba para evitar hundirse.

Idylla

Pandora nos enseñó a leer y escribir, algo que fue mucho más difícil de lo que imaginé. Recuerdo haber escuchado la frase "los músculos tienen memoria", lo que explicaba que; aunque olvides todo por el tiempo o pierdas la memoria de manera inexplicable, tu cuerpo seguirá siendo capaz de hacer lo que antes tú sabías.

Reencarné En La Piedra FilosofalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora