5. Respirar De Ti- Parte 2

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Narra Mónica

Me sentía tan bien a su lado, las conversaciones fluían como si nos conociéramos de toda la vida, tenerla tan cerca me proporcionaba mucha felicidad, tenía un perfil perfecto, una sonrisa que me hacía estremecer y una mirada, una mirada de la cual no podía salvarme.

—Bueno, pues ya hemos llegado, no es nada del otro mundo pero nos lo pasaremos bien —me dijo mientras bajábamos del coche.

Empezó a hablar con el dueño, lo típico, preguntar como está, como está su familia... Vanesa era muy amable con todo el mundo al que saludaba y con todos los que la saludaban, estaba en su salsa. A mí, en cambio, al no estar en un lugar conocido, se me acumulaban los nervios por momentos.

—¿La mesa de siempre? —preguntó el camarero.

Vanesa asintió sonriente. Nos sentamos en una mesa apartada de todas las demás, al fondo del salón de aquel restaurante rústico. Aunque había muchas mesas, aquella parecía solitaria, sin estar rodeada de ninguna otra ¡Me encantaba!

—Te presento mi refugio, casi nunca traigo a nadie aquí, suelo venir a componer, a pensar, a estar sola básicamente —me dijo de manera franca.

—¿Me quieres decir que soy una afortunada? —dije irónicamente.

—Podrías considerarte como una afortunada, sí. Aunque no sé si la afortunada soy yo porque hayas aceptado la invitación —continuó—, me parece recordar que me debes algo... —acabó la frase sonriendo.

Me encantaba, de verdad, ¿qué me estaba pasando? Estaba volviendo a mi adolescencia.

—Te lo daré al final, primero tienes que ganártelo —respondí, mirándola fijamente y con una sonrisa tonta de oreja a oreja.

Narra Vanesa

La comida transcurrió como era de esperar. No sé como explicar mis sentimientos, ¿sabéis cuando vais a una playa y hay poca gente, os adentráis en el mar, no hacéis pie y os dejáis llevar por la marea? ¿Cuando se hace el silencio y solo escuchas el mar, la brisa y tu cuerpo chocando dócilmente contra las pequeñas olas que se levantan? Pues así era estar con Mónica, ella me abstraía del mundo que me rodeaba, me llevaba hacia su voz, y se hacía el silencio. Solo ella y yo. Increíble.

Hablamos de todo un poco, dejando el trabajo de lado. Nos reímos sin parar, éramos como dos niñas conociéndonos, una le hacía una broma a otra, y todo era motivo para sonreír. Lo único que nos separaba de ser niñas eran nuestra intención de fondo, o al menos la mía, querer besarnos en aquel instante. Intenté acercarme más a ella.

—Entiendo que estás soltera —dije, obviamente ya sabía que lo estaba, pero pensé que era una buena forma de abrir la lata en este tema.

—Tengo novio formal desde hace 3 años, se llama Nico, tiene 30 años y es empresario —dijo, poniéndose seria.

Hasta me lo estaba creyendo, menos mal que dejo escapar una carcajada, quizás porque palidecí. Qué tonta soy, de verdad.

—Ah, te lo has echado un poco joven, ¿no? —le seguí el juego.

—Bueno, ya sabes, necesito a alguien que esté a mi altura en todos los ámbitos —levantó las cejas y me miró, creo que esa mirada me encendió algo por dentro que me subía hasta el pecho. Me puse seria porque no aguantaba, quería saber más de ella.

—Venga va en serio ¿Qué tal la vida amorosa? —dije con un poco de miedo.

—Pues tampoco ha sido muy exitosa, ya ves, estoy soltera, un par de relaciones formales con chicos y poco más —me contestó— ¿Y tú?

—Con chicos eh, hay que pasarse de acera que se disfruta más— me reí—. Yo también estoy soltera, hasta ahí puedo leer —dije, alegrándome con su respuesta ¿Sería yo la primera mujer en su vida?

Eran las 17:00 de la tarde y todavía estábamos allí. Ya habíamos comido postre, el cual le resultó excelente, y a mí también. Pagué yo la cuenta, porque tenía la certeza de que iba a haber una siguiente "cita", y porque me alegraba poder invitar a alguien que me hacía feliz. Estábamos ya en la calle cuando le dije:

—Oye, oye, ¿no te olvidas de algo?

Saco de su bolso una copia de su último libro y me dijo que lo justo sería que no lo abriese hasta que llegase a casa. Se lo prometí. Nos subimos al coche, la dejaría en su casa.

—Vanesa, ¿me cantas algo a capella? —me dijo, con un tono flojo, como si le diera vergüenza pedírmelo.

No le respondí. Sonreí y comencé a cantar.

"Cruzas la barrera de este inquieto corazón,
No queda nada más en esta habitación,
Que respirar de ti,
Y de lo libre que ahora soy,
Rompes el silencio con el roce de tu piel,
Si no enciendes la luz yo me cegaré,
Hoy necesito encontrarme en tus esquinas,
Detenerme en ti un momento,
Que no importe si vamos deprisa,
Que no te asuste el ruido,
Cuando ni mire nadie,
Si tu vas yo a ti te sigo."

Narra Mónica

«Ya está, ya está, ¿y yo para qué le pido que me cante? ¿Para que me dé algo en directo? Vaya tela», pensé. Me emocioné mucho, traté de no llorar y lo conseguí, pero se me hizo un nudo en la garganta que no me dejaba hablar.

—Gracias —susurré.

Ella me miró tiernamente, me cogió la mano y me la apretó.

—Si lo sé te canto a "Paquito El Chocolatero"  —se rió y me hizo reír.


Muchas gracias a todos!!


«De Tus Ojos»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora