Narra Vanesa
Era ella. La que llegaba siempre la última, tarde, desde que la conocía, no había cambiado su costumbre, hoy también llegaba la última, tarde, como en los viejos tiempos. Aquellos tiempos en los que yo le metía prisa mientras que nos vestíamos, aquellos tiempos en los que salíamos corriendo de su casa porque nos esperaban, aquellos tiempos en los que nos dábamos besos por los pasillos mientras que íbamos aceleradas. Me quedé quieta, pensando y el timbre volvió a sonar, y el sonido se clavó en mí como quien recibe una flecha desde lo alto de un castillo.
—Pero, miarma, ¿abres? —me dijo Manuel que estaba a mi lado.
—Sí, sí —respondí mientras que me acercaba a la puerta.
Noté que Pili me miraba desde el otro lado de la terraza, así como también lo hacía India, ellas eran las que mejor sabían lo que había ocurrido con mi relación, los altibajos que había sufrido y lo mal que estuve cuando pusimos fin a todo aquello. Ellas sabían lo que significaba que yo fuese a abrir esa puerta. Moni también clavaba su mirada en mi espalda mientras que yo me alejaba de la terraza e iba cruzando la casa hasta llegar a la puerta exterior, me acercaba hacia el silencio, tras cada habitación que cruzaba más silencio encontraba y más soledad. Estaba yo sola, con mis pensamientos, oía mis botas al andar y mi corazón bombeando sangre con un ritmo apresurado, llegué hasta la puerta, al otro lado estaba Malú.
Mi mano fue lentamente hacia la manivela, a cámara lenta, la empujé lentamente hacia abajo y se oyó el «click» que la desbloqueaba. Controlé mis nervios e intenté aparentar tranquilidad, pero supuse, que al igual que Mónica, Malú también sabía leerme a la perfección, nunca le pude esconder mis sentimientos, siempre sabía lo que me ocurría y hoy no sería la excepción, aunque no nos hubiéramos visto en un tiempo.
Abrí la puerta con fuerza, con seguridad, para encontrarme con María Lucía, así la solía llamar para hacerla rabiar, para reírnos juntas, y así me salió llamarla aquella noche de verano.
—María Lucía... —dije, creo que quise completar la frase pero no pude, no me salían las palabras, era como ver pasar una época de mi vida en fotografías. Se me venían a la cabeza tantos momentos que creo que me bloqueé en el momento menos oportuno. Mientras que ella, sonreía, como siempre había hecho tras llamarla por su nombre completo, y me miraba, a los ojos, como en los viejos tiempos.
Hubo una pausa, se hizo el silencio, mientras que nosotras (supuse que a ella le estaba pasando lo mismo que a mí) recordábamos. Y nos ahogábamos paulatinamente en el recuerdo. Tuve que terminar con ese silencio porque me estaba cortando la respiración.
—Pasa, pasa, no querrás quedarte toda la noche en la puerta —concluí.
—No era mi intención la verdad, ¿qué tal? —preguntó, le respondí con un simple «bien, ¿tú?», pero en esos momentos mi situación era mucho más que un «bien».
—Tenía ganas de veros a todos, cuando lo propusiste no lo dudé, y encima en esta casa... —no continuó hablando sobre mi casa, solo suspiró, pero yo lo entendí a la perfección. Esta casa había sido testigo de todo nuestro amor, cada rincón, cada esquina, cada puerta, y ahora volvía a verla dentro de las cuatro paredes donde empezó todo, volvía a verla pasando su mano sobre el sofá, acariciándolo, mirando hacia arriba, a todos lados, como hacen los niños cuando van a un museo.
—Bueno, ya sabes donde está la terraza, y la chupa la puedes dejar por aquí si quieres —ella, fiel a su estilo, el mismo que portaba cuando la conocí, chupa de cuero negra, camiseta de tirantes también negra y pantalones vaqueros negros, ajustados, y rotos por las rodillas. El negro era su color.
—Escucha, qué maleducada soy, ni dos besos te he dado.
Y procedió a acercarse a mí, puso su mano en mi hombro, desnudo, su pelo rozó mi piel y me dio un par de besos, lo que me permitió oler que tampoco había cambiado de colonia, parecía que todo seguía igual. Sonreí, y fuimos hacia la terraza.
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«De Tus Ojos»
FanficCuando el amor entra en nuestras vidas es imposible mirar para otro lado, esto les ha sucedido a nuestras protagonistas, Vanesa Martín y Mónica Carrillo, que se han mirado a los ojos y han dicho: «vamos allá». Y ese «vamos allá» se ha convertido en...